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¿Listos para la siguiente recesión?

  • EEUU ha elegido el peor momento posible para recortar los impuestos
<i>Foto: Dreamstime</i>

Barry Eichengreen

Un día de sol es el mejor momento para comprobar si el techo no tiene goteras. Para los responsables de las políticas económicas, ha llegado ese proverbial día soleado: con los expertos pronosticando un fuerte crecimiento, ahora es el mejor momento, pese a las recientes caídas bursátiles, para comprobar si estamos preparados para la próxima recesión.

La respuesta, para los Estados Unidos en particular, es un rotundo no. Los responsables políticos normalmente responden a las recesiones recortando las tasas de interés, reduciendo los impuestos e impulsando las transferencias a los desempleados y a otras víctimas de la recesión. Pero Estados Unidos está especialmente mal preparado, por una combinación de razones económicas y políticas, para responder con normalidad. Evidentemente, el objetivo de la Reserva Federal de EEUU para la tasa de los fondos federales sigue siendo solo del 1,25%-1,5%. Si ninguna recesión es inminente, la Fed podría tener éxito en subir las tasas tres veces hasta finales de este año, hasta situarlas en torno al 2%. Sin embargo, esto dejaría poco margen para la flexibilización monetaria, en respuesta a posibles tendencias recesivas, antes de que la tasa volviese a ser cero.

En las últimas tres recesiones, los recortes acumulativos de la Fed en las tasas de interés se han aproximado a cinco puntos porcentuales. Esta vez, debido a que la lenta recuperación solo ha permitido una normalización gradual, y porque parece que ha habido una tendencia a la baja de las tasas de interés en general, la Fed carece de margen para reaccionar. En principio, la Reserva Federal podría lanzar otra ronda de flexibilización cuantitativa. Además, al menos uno de los nominados por el presidente Donald Trump a la Reserva Federal de los Estados Unidos planteó la idea de tipos de interés negativos. Dicho esto, es probable que la nueva junta directiva de la Reserva Federal, con sus tres miembros designados por Trump, sea menos activista e innovadora que su predecesora. Y las críticas por parte del Congreso de los EEUU a cualquier otra expansión del balance de la Reserva Federal serían seguras... e intensas.

La política fiscal es la alternativa obvia, pero el Congreso ha recortado los impuestos en el peor momento posible, sin dejar espacio para el estímulo cuando sea necesario. Añadir 1,5 billones de dólares más a la deuda federal creará una comprensible renuencia a responder a una recesión con nuevos recortes de impuestos. Como han demostrado mis colegas de Berkeley Christina y David Romer, la política fiscal es menos eficaz para contrarrestar las recesiones, y es menos probable que se utilice, cuando un país ya ha contraído una deuda pública elevada.

En vez de estimular la economía en la próxima recesión, es probable que los republicanos en el Congreso respondan de forma perversa. A medida que disminuyan los ingresos y el déficit aumente todavía más rápidamente, insistirán en recortar el gasto para que la trayectoria de la deuda vuelva a su senda anterior.

Es también muy probable que los republicanos del Congreso comiencen con el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria, que proporciona alimentos a hogares de bajos ingresos. El SNAP ya está a la vista. Luego procederán a recortar Medicare, Medicaid y el Seguro Social. La carga de estos recortes en el gasto recaerá sobre los consumidores, que reducirán sus posibilidades de compra, mermando la demanda agregada. Por su parte, es probable que los gobiernos de los Estados, obligados por nuevos límites a la deducibilidad de los impuestos estatales y locales para reducir sus presupuestos, sigan avanzando en la dirección de limitar la duración de las prestaciones por desempleo y el alcance de su propia ayuda alimentaria y nutricional.

Las condiciones globales tampoco favorecerán a Estados Unidos. Los bancos centrales extranjeros, desde Europa hasta Japón, tienen igualmente poco margen para recortar las tasas de interés. Incluso después de la formación definitiva de Gobierno en Alemania, los responsables políticos seguirán mostrando su renuencia característica a utilizar la política fiscal. Y si Alemania no utiliza sus posibilidades fiscales, habrá poco espacio para que sus socios de la eurozona lo hagan. Más que eso, el margen para el tipo de cooperación internacional que ayudó a detener la contracción de 2008-2009 ha sido destruido por la agenda "América Primero", de Donald Trump, que pinta a los aliados como enemigos. Otros países trabajarán con el Gobierno de Estados Unidos para contrarrestar la próxima recesión solo si confían en su juicio y sus intenciones. Y la confianza en los EEUU puede ser cada vez más escasa.

En 2008-2009, la Reserva Federal extendió las líneas de intercambio de dólares a bancos centrales extranjeros, pero fue objeto de fuertes ataques por "regalar" el dinero ganado duramente por los estadounidenses. Luego, en la cumbre del G-20 celebrada en Londres a principios de 2009, la Administración de Barack Obama se comprometió a coordinar su estímulo fiscal con el de otros gobiernos. Hoy, casi una década después, es difícil imaginar que la Administración de Trump tan siquiera se presente en una reunión análoga.

La duración de una expansión económica no es un indicador fiable de cuándo llegará la próxima recesión. Y la profundidad y forma de esa recesión dependerá del acontecimiento que la desencadene, que es igualmente incierto. Pero lo único que sabemos con seguridad es que las expansiones no duran para siempre. Seguramente vendrá una tormenta y, cuando llegue, estaremos mal preparados para el diluvio.

© Project Syndicate