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Frivolidades económicas: pensiones


    Fernando Méndez Ibisate

    El tema de las pensiones es suficientemente importante y problemático como para tratarlo con frivolidad. Y ya es mala suerte que tras meses de cierta incomparecencia o silencio público, y no porque no haya habido asuntos, motivos u ocasiones en los que dirigirse a votantes y ciudadanos, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, vaya a estrellarse doblemente con una propuesta sobre pensiones simplista y falaz.

    Doblemente, pues a su condición de político se añade su formación como economista que, si bien no garantiza agudeza analítica, sí permite exigirle un mínimo conocimiento profesional sobre lo que habla o propone.

    El plan, aprobado por la Ejecutiva del PSOE, consiste, entre otros, en establecer un doble gravamen sobre la banca: un impuesto sobre las transacciones financieras y otro específico a las entidades financieras (tipo del 8 por ciento sobre la misma base imponible del Impuesto de Sociedades), para sufragar el déficit del sistema de pensiones. La justificación es, según Sánchez, que como la banca fue rescatada por los españoles, ahora lo justo -se trata de un argumento de justicia- es "que la banca contribuya al rescate del sistema que mejor representa los intereses de todos los españoles: su sistema de Seguridad Social" ¿Seguro? ¿Cómo sabe él cuáles son los intereses de todos y cada uno de nosotros? ¿Confunde Estado (Seguridad Social) con sociedad?

    El plan, que no descarta que tal impuesto específico y finalista se aplique también a las grandes empresas, propone elevar las cotizaciones sociales para los trabajadores que ganen más de 45.000 euros brutos al año, actual tope de cotización máxima que se pretende llevar a los 60.000 euros brutos anuales. Y luego incluye propuestas falsas, inconcretas o que son deseos imposibles de cumplir si, como de hecho se aspira y plantea, se ejecutan las medidas anunciadas: ¡cómo si éstas no afectasen a las personas! Entre esas están el trile contable de trasladar partidas de los Presupuestos de la Seguridad Social -diciendo que no le corresponden, lo que no es cierto, pues de cotizaciones y contribuciones sociales se trata- a los Presupuestos del Estado. Como si cambiarlos de lugar hiciese que dichos gastos desaparecieran o no hubiese que pagarlos. También espera mayores recaudaciones por la creación de empleo, cosa ya incluida por el Gobierno actual en su cálculo del préstamo de 15.000 millones para cubrir el déficit de las pensiones en 2018, o por unas subidas salariales más elevadas -se supone que obligadas por ley- que elevarían las cuotas que deban abonar trabajadores y empresarios, en la creencia que no afecta al empleo creado, ni a sus cálculos y propuestas.

    Todo un lujo: autónomos, empresarios de todo pelaje, trabajadores... no se salva ni el tato de poner más dinero para que los políticos manejen y decidan sobre las pensiones. Y lo que me pregunto es qué hacen o pintan los políticos, sindicatos o patronales decidiendo sobre cuándo, cómo debo o quiero jubilarme.

    Más allá de que los impuestos a las entidades financieras los terminarán pagando sus clientes, accionistas y hasta sus proveedores, acreedores y deudores; más allá de que la banca sale de una grave crisis, no sin problemas de viabilidad y baja rentabilidad, y que además de inoportuno es improductivo e ineficiente distorsionar con impuestos añadidos, específicos e injustos (no trata por igual a todos los ciudadanos en su condición de contribuyentes: "a ti te cargo más por ser grande o por dedicarte a esto en particular") su importante, productiva y eficiente labor de intermediación entre ahorro e inversión; más allá de que la banca a la que se refiere Pedro Sánchez, la banca a la que se ha "rescatado", con un coste neto en torno a los 40.000 millones, es ese 50 por ciento del sistema financiero español que estaba en manos de los políticos y grupos afines (sindicatos, patronales, asociaciones vecinales, municipios, autonomías...), grupos a los que esta propuesta dota de más dineros y fondos para su manejo y administración; más allá de que el "rescate", más que a la banca, lo ha sido a los depositantes y a la economía, que de haber permitido una suspensión de pagos total habrían perdido mucho más; más allá de que la propuesta de Sánchez es política y busca votos en la izquierda, ubicar a Ciudadanos con el PP y captar el "voto pensionista" con un mensaje de mejora de sus pensiones (propone derogar el nuevo índice de revalorización y retornar al IPC y eliminar el "factor de sostenibilidad", que reduce las pensiones de quienes se jubilen a partir de 2019)... más allá de todo eso, la "apuesta socialista por el sistema público de pensiones" ni aborda ni resuelve los problemas estructurales de nuestras pensiones y es una chapuza, no precisamente infantil.

    El problema de las pensiones es muy serio. Se debe tanto a la forma en cómo están concebidas como a la aplicación de un sistema financiero, legalmente inadmisible para cualquier transacción o acuerdo corriente entre ciudadanos, excepto para políticos o afines. Aunque formalmente no han quebrado, ni lo harán, porque el Estado no quiebra, ya que puede forzar a sus ciudadanos, sí lo han hecho de facto, demostrando la insostenibilidad del actual sistema, a través de las reformas y cambios normativos introducidos a lo largo de los gobiernos de González, Aznar, Zapatero y Rajoy, reduciendo prestaciones o endureciendo requisitos u obligaciones inicialmente comprometidos. Del parche de Báñez, otro día.