Firmas
Paro e inmigración en Europa
Ferran Brunet
En un artículo anterior consideramos la movilidad de los trabajadores europeos: es exigua, incluso en los países donde la tasa de paro es elevada. Básicamente, en la Unión Europea no hay incentivos para moverse. Aún allí dónde es muy elevado, el paro no impulsa la migración de trabajadores de un Estado miembro a otro.
En una unión monetaria como la eurozona, la inmovilidad de las personas tiene importantes consecuencias negativas para el equilibrio de los mercados de trabajo y para la competitividad y el bienestar, especialmente en los países menos flexibles. Las prestaciones de desempleo inherentes al Estado de Bienestar desincentivan la migración interna en Europa.
Hoy vamos a considerar un aspecto complementario: las migraciones desde fuera de la Unión Europea. En sustancia, la tasa de paro tampoco es explicativa de la inmigración internacional hacia Europa. En efecto, en varios países de la Unión cuya tasa de paro es alta o muy alta, la tasa de inmigración internacional es mayor, y aún mucho mayor, que en otros países con menor tasa de paro. De este modo, países con una alta tasa de paro, como España, tienen una tasa de población residente nacida fuera de Europa sobre la población total relativamente alta (un 5,35%), y semejante a la de Alemania (un 5,89%), y mayor que la de Francia (un 4,31%), naciones ambas cuya tasa de paro es inferior, y aún muy inferior, a la española. También este es el caso de Italia (un 5,78%) e incluso de Grecia (un 5,49%).
En cambio, los Países Bajos, Dinamarca, Suecia, así como el Reino Unido (dónde parecería que la inmigración internacional fuera enorme), Estados donde la tasa de paro es muy baja, tienen tasas de inmigración no europea escasas y menores a las de España: 2,17%, 4,68%, 4,54% y 3,73%, respectivamente. Asimismo, y salvo el Reino Unido, estos países reciben una migración europea menor que la migración europea que recibe España.
Luego, la explicación de la atractividad de un país para los migrantes internacionales y europeos no son las condiciones de empleo sino otras. Acaso sean las prestaciones sociales, el nivel o la calidad de vida, la satisfacción vital, y otros aspectos particulares, como las redes sociales de acogida, o la sobre reglamentación e inflexibilidad oficial en las relaciones laborales, condiciones de empleo y salarios.
De esta inflexibilidad y sobre protección deriva la segmentación y dualidad de los mercados de trabajo (empleados vs. parados, empleo temporal vs. permanente, legal vs. sumergido...). Más allá del empleo, del salario y de los derechos laborales, los países de acogida brindan un salario indirecto (educación y sanidad gratuitas, ayudas a la vivienda y a la renta) que permite a las familias inmigrantes sostenerse en cualquier país europeo, sea cual sea su tasa de paro, afortunadamente muchas veces mejor que en sus lugares de origen.
Con todo, en Europa la inmigración exterior es aun relativamente limitada. En el conjunto de la Unión Europea los nacidos fuera representan el 4,1% de la población, mientras que en Estados Unidos representan el 12,9%. Salvo Letonia y Estonia, sólo Austria supera el 7% de población nacida fuera de Europa (un 7,3%). Por tanto, cabe augurar que se incrementará la migración hacia Europa.
No obstante, este fenómeno demográfico e internacional no asegurará la sostenibilidad de los sistemas europeos de seguridad social ni flexibilizará sus mercados de trabajo. En efecto, la experiencia comparada muestra que, tras el primer efecto de la inmigración (negativo sobre los salarios de los nacionales y positivo sobre la natalidad), los niveles salariales se recuperan y la natalidad vuelve a caer.
La protección social es la institución que favorece a la vez la ínfima movilidad de los trabajadores europeos y la sensible inmigración hacia Europa. El Estado del Bienestar inmoviliza a los trabajadores europeos y atrae población extranjera. Luego, ambos colectivos compiten en numerosas prestaciones sociales en los países con más paro (España, Italia, Grecia). En los países con menos paro (Alemania, los atlánticos y los nórdicos), los trabajadores inmigrantes de terceros países desempeñan trabajos que pudieran ejercer los trabajadores desocupados de los países euromediterráneos.
En conclusión, tanto por motivos internos, económicos, políticos, sociales y personales, como por motivos externos, sería adecuado que creciera la movilidad de los trabajadores entre los países de la Unión Europea. Migraciones y Estado del Bienestar: para evitar la vorágine de la decadencia, estos dos aspectos deben dejar de ser tabú, y deben ser analizados, debatidos y, finalmente, dar lugar a acciones que sean efectivas, eficaces y eficientes.