Firmas

Venezuela, hacia un estado fallido

    Protestas en Venezuela. <i>Foto: Archivo</i>.

    Eduardo Olier

    Hay que hablar de Venezuela. Por muchas razones. Quizás, la más importante, por el deterioro en el que está sumido el país; que se traduce en un fracaso social, político y económico, que ha destrozado la convivencia y mantiene un régimen político que es ya una dictadura. Pero también por otras razones, pues Venezuela tiene una gran repercusión en España. Algo que no es menor. Son muchas las empresas españolas implantadas allí desde hace muchos años. Al igual que son decenas de miles los españoles que allí viven; lo que le convierte en el tercer país en número de residentes españoles en el extranjero. Además está la conexión política, cuyo trasfondo tampoco es menor; especialmente, desde que se fraguó la relación entre los chavistas y los dirigentes de Podemos, con la idea de trasladar la revolución bolivariana a España.

    Cuando el Gobierno de un Estado va detrás de los acontecimientos sin atender sus propias leyes, demuestra, en su aparente fortaleza, su debilidad. Si a esto une la incapacidad para proveer los servicios básicos, se degrada su economía, crece la criminalidad, se extiende la corrupción y comienza un éxodo de personas a través de sus fronteras, hay que hablar de un Estado fallido. ¿Cómo ha llegado a la situación actual un país como Venezuela, que cuenta con las mayores reservas de petróleo del mundo? ¿Cómo es posible que Venezuela haya puesto en crisis su industria petrolera y sea incapaz hoy de proveer los servicios más básicos a sus habitantes?

    Hay que remontarse muchos años atrás para ver cómo los dirigentes de la revolución bolivariana han sido incapaces de gestionar su fuente primera de riqueza. En 1985, las reservas probadas de petróleo de Venezuela eran unos 50.000 millones de barriles. Hoy se estiman en 300.000 millones. Su producción, entonces, no llegaba a los 2 millones de barriles por día. Cuatro años después, antes de la llegada de Hugo Chávez al poder, las reservas habían aumentado un 50% y la producción alcanzaba su máximo histórico: 3,5 millones de barriles por día. La huelga de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) de 2002-2003 puso, sin embargo, miles de empleados fuera de la compañía, que fueron sustituidos por personas afectas al Gobierno chavista. Esto eliminó un irremplazable capital humano en un país donde el petróleo es un crudo pesado que se extrae en la Faja Petrolífera del Orinoco; un petróleo difícil y caro de obtener. De ahí que fueran grandes multinacionales, como ExxonMobil, Total, BP, Chevron, etc., las que se encargaran, con fuertes inversiones, de extraer ese crudo para hacerlo útil a la exportación.

    Con los altos precios de crudo que se vivieron en el período 2007-2008, el presidente Chávez forzó cambios en los acuerdos que tenía con las petroleras. Alguna de ellas, Exxon o Conoco, por ejemplo, no aceptaron y sus activos fueron expropiados. Aún continúan los conflictos jurídicos de entonces. La pérdida de capital humano, las disputas con las multinacionales petroleras y la posterior caída de los precios del crudo fueron disminuyendo los niveles de producción, y sumieron al país, que depende más del 70% de sus exportaciones del petróleo, en una crisis económica sin precedentes.

    Hoy la producción se mantiene alrededor de los 2 millones de barriles/día, fuera ya de aquellos niveles históricos. En una situación donde la capacidad de refino está igualmente deteriorada, y el hecho de que Venezuela, país fundador de la OPEP, no tiene ya ninguna influencia en esa organización.

    A lo anterior, se ha sumado una fuerte caída de la inversión exterior directa y la profunda devaluación del bolívar, que pasó de un cambio de 3.000 bolívares por dólar, a principio de año, a los actuales 10.000 bolívares por dólar. Lo que ha dejado sin reservas al país para hacer frente a sus importaciones. Hoy las reservas de Venezuela son unos 9.000 millones de dólares. Además, el país vive con una hiperinflación superior al 700%, mientras que el PIB ha caído un 30% respecto de 2013 y el PIB per cápita es un 40% inferior al que tuvo ese año. Una economía, evidentemente, destrozada que, según se ve, no afecta a los dirigentes políticos actuales y a sus familiares, que siguen disfrutando un alto nivel de vida.

    En junio pasado se abrió la frontera colombiana, pasaron 35.000 venezolanos a comprar comida y medicamentos. En la calle, Venezuela sufre decenas de muertos por violencia, tiene una evidente falta de libertades políticas, y es el propio Gobierno del presidente Maduro quien violenta sus propias leyes forzando una Constituyente al margen de los procedimientos establecidos, cuyos resultados han sido, además, un fraude. A esto se añade el creciente aislamiento internacional y su expulsión de Mercosur, su espacio natural en la región. Un escenario en el que hay que hablar de Venezuela, sino se remedia pronto, como un Estado fallido.