Firmas

Falacias y confusiones intencionadas

  • Toda protección social se origina y se sustenta en los agentes privados

Fernando Méndez Ibisate

Por más que se insista en que la Economía no es una ciencia simple ni intuitiva, sin embargo, basadas normalmente en preconcepciones normativas, circulan con perseverancia y hasta obstinación falacias que buscan, y las más de las veces logran, convertirse en teorías aceptadas de forma general y habitual porque, como señaló George J. Stigler, "no existe un método definitivo por el que una ciencia pueda librarse completamente de las teorías que otrora fueron populares".

Y esto es especialmente cierto en Economía, según ilustra Milton Friedman, porque en esta disciplina la evidencia empírica es más ardua o compleja de interpretar dificultando de forma especial la refutación completa o definitiva de tales hipótesis e ideas falaces.

Entre las muchas que por ahí corren, mencionaré algunas de esas que pasan desapercibidas, tal vez por su suavidad, pero que han circulado en los últimos días con fluidez y frecuencia.

El pasado 21 de noviembre, a raíz de una encuesta de Bloomberg sobre el actual comportamiento de los agentes respecto de sus alternativas en la tenencia de liquidez en la zona euro, se deducía que se está produciendo una "evidente" trampa de liquidez en la economía europea, causante, además, de la inefectividad de la política monetaria del BCE en los últimos tiempos.

Así, pese a los esfuerzos del BCE, los agentes, obsesionados con el ahorro, estarían mostrando una desmesurada preferencia por la liquidez que retendrían en cuentas y efectivo, mientras que serían menos quienes optan por invertir en bolsa, bonos, fondos de inversión e incluso en vivienda, aunque ésta, todavía en horas muy bajas, estaría cambiando de tendencia.

Pues bien, la trampa de la liquidez, que J. M. Key-nes expuso en su Teoría General (1936), hace referencia a una situación en la que la gente, ciertamente, prefiere, mantiene y guarda liquidez en efectivo por motivos especulativos: cuando los tipos de interés se situasen en niveles tan bajos, él indicó que esto sería en torno al 2%, que todos esperarían su futura y próxima subida, de modo que los títulos y valores caerían de precio, siendo más rentable y lucrativo esperar a comprarlos cuando eso hubiese sucedido.

Puede ser cierto que, a partir de hace relativamente poco tiempo, como mucho el último año, el BCE lleva inyectando liquidez desde 2008 y éste sea un motivo o incentivo para algunos agentes e inversores, pero nada tiene que ver con lo sucedido realmente, ni con la razón por la que la política monetaria laxa no está teniendo los resultados declarados.

Utilizando el propio análisis de Keynes, no se trata de un motivo de especulación, sino de precaución: desde 2007 y agravado en 2008 y 2011, ante el hundimiento de la confianza, la credibilidad y, con ella, el crédito, la capacidad de previsión y la generación de expectativas y, en definitiva, el pánico generalizado, los agentes económicos se lanzaron a por efectivo y activos refugio.

Es verdad que el comportamiento de los bancos centrales, facilitando liquidez en un primer momento, permitió cierto retorno o reflote de las esperanzas, el crédito y las expectativas. Pero la perseverancia (nueve años) en tales políticas ha desvirtuado la función de los tipos de interés con graves consecuencias, prolongando cierta situación de incertidumbre, desconfianza, asimetría de información y decisiones torcidas o confundidas. Si bien no estamos ante una trampa de liquidez, ni siquiera ahora, cuando todos descuentan ya subidas de tipos.

Otra idea repetida es la equiparación del papel desempeñado por el Estado del Bienestar y las familias en el sostenimiento de quienes han padecido con especial crudeza la crisis. No negaré tal aserto, pero sí tanto la equivalencia como la equiparación de actuación, cometido o desempeño, esfuerzo y eficacia, pues todo recae del lado de las personas, es decir, del sector privado. Primero, toda protección social, también el Estado de Bienestar, se origina, debe y se sustenta por los agentes privados.

Pero, además, ambas actuaciones no son comparables: el Estado, en todos sus niveles, dispone de métodos coactivos u obligatorios, legítimos por supuesto, que no son propios de las familias, lo que le incapacita para ejercer la generosidad o solidaridad. Sobre todo porque la ejerce violentando, de forma legítima, por supuesto, derechos y decisiones de otros; es decir, la libertad.

Y eso es algo que ni siquiera las empresas, comercios, industrias o negocios más poderosos de la tierra pueden hacer, por más que quienes se oponen radicalmente a las aperturas en festivos o a campañas de rebajas, como el "viernes negro", o la de navidad intenten hacernos creer lo contrario. Sólo desde el ámbito político-administrativo se pueden imponer decisiones y preferencias de otros y obligar nuestras compras a su dictamen. No así los comerciantes ni empresarios, quienes no pueden obligarme a participar, si no quiero, de tales campañas, ni comprar en sus establecimientos o sus productos.

Dejo para otro día la burda operación desplegada, previa a las subidas de impuestos del pasado viernes 2 de diciembre, revelando con insistencia que la presión fiscal española es de las más bajas de la UE y de la OCDE o la muy populista y unánimemente aplaudida política de salario mínimo.