Firmas

El premio a un esfuerzo

  • Toda persona solvente en el mundo económico acepta la reforma laboral
  • La falta de mayoría no debe llevar al Gobierno a abandonar planteamientos

Juan Velarde Fuertes

En estos momentos contemplamos, en el conjunto tanto de la economía comunitaria europea como de la mundial, una más que aceptable realidad española. En tasas anuales de crecimiento del PIB se espera que en el conjunto mundial, especialmente como consecuencia del impulso de algunas economías emergentes y del conjunto europeo, crezca en 2016 el PIB un 3,1%. Para el conjunto de los países desarrollados -la eurozona, el Reino Unido, Estados Unidos y Japón, crecerá un 1,5%-. Pues bien, España lo hará en un 3,1% y además con 0% de inflación.

Este resultado que debe calificarse como muy bueno, estaba basado, sobre todo, en tres pilares. Uno de ellos dependía de decisiones de la política económica, y otro de la decisión empresarial. De la política económica española reciente se han desprendido dos consecuencias importantes.

La una, poner orden en el sistema crediticio. Nunca se alabará de modo suficiente la transformación conseguida, tanto en el cambio creado por el panorama heredado en las cajas de ahorros, herederas de los errores cometidos tras la crisis bancaria de 1977 y el no haber escuchado los consejos de Jaime Terceiro, y una torpe política del Banco de España que, afortunadamente ahora, con el gobernador Linde de Castro ha desaparecido. Pudimos caer en la actual situación de la banca italiana. Afortunadamente, todos los datos que siguen proceden del informe mensual, correspondiente a octubre 2016 de CaixaBank Research.

No estamos en una situación italiana así descrita: "En los test de estrés de julio, una entidad de ese país mediterráneo obtuvo los peores resultados de toda la UE: en el escenario adverso, Monte dei Paschi di Siena sufría una caída de la ratio de capital CET1 fully loaded hasta el -2,4%, por lo que se vio obligado a anunciar un plan de saneamiento que contempla la venta de un importante paquete de préstamos dudosos y una ampliación de capital de 5.000 millones de euros".

Por supuesto que este índice de solvencia global de Italia no es el de esta entidad (famosa, por otro lado, en la historia económica en relación con la polémica sobre la justificación del cobro de los intereses a los préstamos) y no se parece a la española, por lo que tenemos que alegrarnos, de momento, pero sin pensar que todavía queda tarea a nuestras autoridades, en relación con nuestro sistema crediticio. La consulta continua a los datos de EBA Risk Dashboard es obligada. Afortunadamente para España, creo que el trío Guindos-Montoro-Linde de Castro tiene un futuro mejor que el derivado de lo que pueda suceder con Renzi o sus herederos.

El segundo punto favorable se encuentra precisamente en la reforma laboral. La acepta toda persona solvente que se acerca a ese panorama, ya pertenezca al mundo de los economistas, donde impresiona la unanimidad que se inició entre los que fueron el cerebro del Pacto de La Moncloa, o ya provenga de los profesores de Derecho del Trabajo, como es el caso del profesor Sagardoy. Así es como se ha conseguido que la tasa de paro que alcanzó la cifra astronómica de algo más del 26% de la población al enlazar fomento de la deuda y rigidez del mercado laboral por el Gobierno de Rodríguez Zapatero, era muestra evidente del perjuicio que causan al mundo laboral precisamente aquellos gobernantes que se autodeclaran portavoces de la defensa de los intereses de quienes tienen menor renta y ponen en marcha, una y otra vez.

¿Recordamos lo que originó la política económica de Leon Blum en Francia en los años 36-37 del siglo pasado, planteada desde un panorama frentepopulista dirigido a favorecer principalmente al mundo laboral que, por ejemplo, es calificado en la obra de Åkerman, Estructuras y ciclos económicos (Aguilar, 1960) como lo que tuvo "graves repercusiones en el mercado del trabajo francés"? Y no sólo por la curva de Phillips.

Muchas generaciones de economistas españoles, como consecuencia de la influencia ejercida en esta realidad, por el profesor Torres, estudiaron en el libro de Jorgen Pedersen, Teoría y política del dinero (Aguilar, 1946) que "es necesario que la evolución de los salarios se regule e intervenga si, constantemente tiene que haber empleo". Las decisiones del Gobierno de Rajoy sobre la política de empleo han reducido la tasa de paro en España para el tercer trimestre de 2016 en el 19,1% y se prevé que será del 18,4% en 2017.

Pero, tercer punto de apoyo, a estas decisiones del sector público, hay que añadir una importante acción empresarial como lo prueba que, en una economía muy abierta como es la española, en porcentaje del PIB, en el año 2016, desde enero a julio, ha tenido España un saldo positivo en la balanza por cuenta corriente del 1,8%. Eso se ha logrado en un país que en 2015 había alcanzado un coeficiente de apertura exterior del 63,7%, una cifra mayor que la de Gran Bretaña, Francia e Italia, y sólo por debajo de la de Alemania. Eso muestra una reacción ciertamente colosal de nuestros empresarios de bienes y servicios. Efectivamente, las exportaciones de bienes y servicios, como señala el profesor Requeijo, "ha pasado del 11,9% del PIB en 1978 a más del 30% en 2014".

Pero existe una realidad heredada que es preciso tener en cuenta y que puede alterar este panorama tan optimista. Se trata de la herencia derivada de que en 2008, como nos ha mostrado el profesor Lagares, la economía española tuvo el mayor déficit en porcentaje sobre el PIB de todo el periodo 1850-2015. Al unirse ese colosal endeudamiento con lo sucedido en el mundo financiero español y global, vinculado, como señala el profesor Torrero, "a la sobredimensión del sistema bancario y su endeudamiento con el exterior" genera un serio y actual problema que sigue presente, y basta la lectura del reciente libro de De Guindos para comprobarlo.

Pero el riesgo que se corre es que el Gobierno abandone esos planteamientos iniciales, y a causa de presiones derivadas de no tener una clara mayoría parlamentaria, ceda ante ellas, no sólo perturbando la acción empresarial, a causa de las rupturas de la homogeneidad del mercado que originan las intervenciones en la economía por las autoridades autonómicas, y no digamos lo que puede derivarse de un progreso de planteamientos secesionistas, sino otros dos aspectos.

Uno, sería cualquier cesión ante presiones sindicales en el terreno de la política laboral. El otro, lo acaba de señalar el profesor Lagares en su artículo brillantísimo Las reformas sociales en el reinado de Juan Carlos I, publicado en Información Comercial Española (Marzo, 2016), si por un lado se olvidan los consejos que recientemente indicó en relación con nuestra estructura fiscal el Informe de la comisión de expertos para la reforma del sistema tributario (Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas, febrero 2014). Y además de compatibilizar esto, a través de cuatro medidas derivadas de los compromisos contraídos con la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo para reducir en años sucesivos el déficit del sector público.

Todo eso es factible, y ha de coordinarse además con dos cuestiones adicionales. No se puede ignorar que el peligro yihadista obliga a reforzar determinadas partidas del gasto público, y tampoco el riesgo, iniciado por el Reino Unido de fraccionamiento de, entre otras cosas, la economía europea. Partidarios de imitarlo en Francia, existen y son poderosos; con consecuencias penosas para nuestras exportaciones.

Si a ello añadimos planteamientos económicos disparatados por parte de partidos políticos con asiento en el ámbito parlamentario, comprenderemos que a nuestros gobernantes próximos les espera un gran esfuerzo. Pero si lo hacen, el premio que recibirán en nuestra historia será obligado.