En la montaña rusa faltan muchos baches
- Las consecuencias a largo plazo del 'Brexit' podrían haberse infravalorado
- Las posturas de la negociación pública serán más duras que las privadas
Matthew Lynn
En el sector tecnológico hay una creencia muy útil: que a corto plazo la gente sobreestima el efecto de los dispositivos disruptivos pero a largo plazo lo infravalora. En los treinta años que han pasado desde que el microchip transformara industrias enteras, ha demostrado ser verdad. El CD no se esfumó nada más surgir los archivos compartidos pero ya no quedan muchas tiendas de discos. Los periódicos no cerraron de la noche a la mañana pero están de capa caída.
Nadie dio de baja su teléfono fijo cuando aparecieron los primeros móviles pero gradualmente han perdido importancia. En ocasiones, también es aplicable a los sucesos políticos y económicos. Un ejemplo es la decisión británica de abandonar la Unión Europea. El impacto a corto plazo se ha exagerado con creces y cada vez está más claro, pero a largo plazo será mucho más importante.
De hecho, quedan muchos baches en esta montaña rusa y aun más giros bruscos en el sentimiento del mercado a medida que se desenrolle la trama. Por ejemplo, estén atentos a las condiciones concretas del Brexit, a los primeros acuerdos comerciales del Reino Unido con el resto del mundo y a la recuperación de la campaña Remain y su vuelta a los ruedos. Cada uno de estos sucesos se recibirá con bruscos vaivenes por el mercado.
El 24 de junio, cuando se conoció el resultado del referéndum, a nadie se le habría culpado por pensar que Gran Bretaña estaba a punto de convertirse en una versión pasada por agua de Mad Max 3, un descampado post- apocalíptico con salvajes subhumanos que luchan por combustible y comida. Hubo avisos quejumbrosos de hundimiento económico hasta de organizaciones supuestamente sobrias como el FMI. Pero no ha pasado mucho. La libra ha bajado un poco. Los precios inmobiliarios han dejado de subir tanto pero siguen en alza.
El Banco de Inglaterra ha reducido un cuarto de punto los tipos de interés pero las ventas minoristas siguen bien, el FTSE se acerca a máximos históricos y el empleo continúa en niveles récord. Como un nuevo aparato tecnológico, el efecto a corto plazo se ha exagerado en exceso. La vida ha seguido adelante.
Eso no significa que nos podamos olvidarnos de ello porque las consecuencias a largo plazo podrían haberse infravalorado. Quedan muchos vaivenes y baches por venir en esta saga todavía y a los mercados aún les quedan cambios de humor. Veamos los cuatro siguientes.
Primero, el artículo 50. La decisión de salir de la UE está tomada pero el artículo 50, el mecanismo legal para los países que quieren abandonar la Unión, no se ha invocado aún. Hasta que no suceda no comenzarán las negociaciones formales. Nadie sabe por ahora cuáles serán las posturas a ambos lados y, como es de esperar en cualquier negociación, los dos se guardan las cartas cubiertas.
Gran Bretaña podría optar por un Brexit duro, donde rompa con todos los lazos y acuerdos con Europa al mismo nivel que, por ejemplo, Australia o Corea del Sur. O podría decantarse por la opción noruega, con pleno acceso al mercado único, en cuyo caso habría cambiado tan poco que casi nadie percibiría los cambios. O tal vez pueda llegar a un compromiso intermedio entre esos extremos.
Lo importante es que hasta que no empiece el regateo, el futuro del Reino Unido en Europa no estará claro. A medida que se desarrolle, esperen ver medidas extremas en el mercado, especialmente porque las posturas de la negociación pública serán mucho más duras que las conversaciones privadas.
Segundo, la fecha de salida. Si se invocara el artículo 50 a principios del año que viene, el reino Unido tendrá que dejar la UE a principios de 2019. Es humano no preocuparse demasiado hasta que las cosas están a punto de pasar pero a medida que se acerque la fecha real de salida, por muy claros que estén los términos y mucho tiempo que hayan tenido las empresas para prepararse, no dejará de haber mucha ansiedad.
Nadie sabrá a ciencia cierta las consecuencias de abandonar la UE para una gran economía como el Reino Unido hasta que pase. A medida que se aproxima ese día, esperen mucha volatilidad en los activos británicos cuando los agentes adopten posiciones respecto a las consecuencias probables.
Tercero, los nuevos acuerdos comerciales. Un pilar fundamental de la campaña del Leave fue que aunque la UE es un socio comercial importante, cerca del 60% del comercio de Gran Bretaña es con el resto del mundo y bajo las normas de la UE no se le permite suscribir sus propios acuerdos. Era una idea atractiva pero solo teórica. En el próximo año se verá más claro si las grandes economías quieren firmar acuerdos con Gran Bretaña y en términos favorables.
Estados Unidos y China serán los más grandes, aunque India es importante también, y otros países como Japón o Australia. Si el Reino Unido logra negociar buenos acuerdos deprisa, la confianza en su futuro post-Brexit crecerá. Si recibe frialdad, esperen que se hunda.
Cuarto, el reinicio del Remain. Con la nueva primera ministra Theresa May, los conservadores al poder se han convertido en un partido decididamente pro Brexit. El laborismo está desconcertado y los liberales demócratas, socios de coalición en la anterior legislatura, están dispuestos a repetir el referéndum y devolver a Gran Bretaña a la UE. Cuando las aguas vuelvan a su cauce, habrá que ver qué ocurre con el 48% de los habitantes que votaron Remain.
Si aceptan el resultado y siguen hacia delante, la cuestión estará zanjada. Si surge un gran movimiento político en defensa de la reunión, la cuestión seguirá dividiendo el país durante una generación o más. En ese caso, solo aumentará la incertidumbre y a las empresas no les va a gustar.
Como descubrimos una semana después del voto, el Brexit puede desencadenar bruscos vaivenes en los mercados de divisas y capitales, incluso en direcciones imprevistas en ocasiones. Habrá mucho más de eso en los dos o tres años venideros, cuando el Reino Unido resuelva su futuro económico tras el divorcio de la Unión Europea.