La diferencia entre los dichos y los hechos en política
Javier Nart
"Si la realidad no se adecua a nuestros deseos, tanto peor para la realidad" es el axioma de los teóricos de Podemos. Y la realidad, esa realidad que hizo despertar de su ensoñación pseudo-izquierdista a Tsipras y Varoufakis, se llama en España una deuda público-privada equivalente al 280% de nuestro PIB.
La necesidad de colocar en los mercados 400.000 millones de euros que permitirán al Estado financiarse, lo que significa poder pagar pensiones, colegios, paro (nada más y nada menos que casi el 40% del PIB).
Y para ello nuestros necesarios, inevitables prestamistas requieren un Gobierno? que gobierne. Algo que evidentemente no parece una exigencia inasumible. Todos deseamos una expansión del gasto público que signifique la disminución de los niveles de paro, la ampliación de los servicios públicos, la mejora necesaria de las prestaciones solidarias. Pero la cuestión no es si es deseable, sino si es posible. Concretamente, si existen recursos en las cuentas del Estado.
Y la ecuación es sencilla: o deben incrementarse los ingresos mediante un aumento de la actividad económica (ojalá) o impulsando la presión fiscal. Otra posibilidad es el proseguir la loca carrera del endeudamiento exterior, esto es, expulsar hacia nuestros hijos nuestros propios gastos.
La evanescencia de Podemos "soluciona" esta ecuación mediante la invocación de la lucha contra el fraude fiscal. Estamos de acuerdo. El problema es que desde que se inicie la más eficaz y feroz lucha contra esta lacra hasta que se comience a recaudar transcurrirán no meses, sino años. Mientras, las deudas deben pagarse con los recursos presentes, no con las hipótesis del futuro, por justificadas, justas y santas que sean. Pues en éstas estamos.
En Podemos son teóricos que nunca han pisado el barro de la calle. Metafísicos de la metafísica. Y necesitamos médicos que curen al enfermo, no forenses que determinen de qué se ha muerto.