Tsipras: 'voy a cambiar, cariño'
- La cesiones podrían ser solo una estrategia para prorrogar el rescate
Juan Carlos Arce
La actitud del Gobierno griego en Bruselas en los últimos cinco meses ha cubierto de desconfianza cualquier mesa negociadora en la que se siente. La táctica de ir empujando la pelota y de ganar tiempo se ha convertido finalmente en un juego demasiado conocido y con demasiadas trampas. El Eurogrupo ya no mira embobado las artes del trilero y Tsipras ha apurado, literalmente, hasta el último minuto para presentar un proyecto sobre su propia salvación.
Durante cinco meses ha proclamado el fin de la austeridad. Ese fue el mensaje de Syriza durante la campaña electoral y fue la frase con la que Tsipras acuñó su primer lema la misma noche en que llegó al poder. Pero la realidad era que solo la austeridad permitiría mantenerse en el euro y evitar la quiebra. Durante esta historia interminable que viene siendo la negociación de Grecia con la troika, el gobierno de Tsipras ha dibujado, entre otros espejismos, la defensa de un sistema de seguridad social falso, sin posibilidad alguna de ser sostenido, levantado sobre una ficción financiera, pero protegido por el Olimpo.
Esta semana el líder griego ha decidido otra estrategia, la única posible a esta hora. Ceder, conceder, aceptar que será preciso realizar ajustes y operar simultáneamente en dos ejes: el aumento de los ingresos del Estado y la disminución del gasto público. Así, ha consentido recortar más de 2.500 millones en pensiones en un horizonte de dos años reduciendo jubilaciones anticipadas y rebajando los importes de los fondos sociales de solidaridad para los jubilados, una especie de renta complementaria de los pensionistas que, por otra parte, tienen pensiones sustancialmente más altas que muchos países europeos.
Sin embargo, los cambios en el IVA, el aumento de otros impuestos, limitar las jubilaciones anticipadas y la reducción del gasto en Defensa, junto con otros compromisos, pueden ser solo humo en la niebla. Las medidas que, según el presidente del Eurogrupo, son una "buena base para el acuerdo", están simplemente escritas en un papel sin análisis numérico cierto y sin el aval de los técnicos. Pero aun cuando las propuestas fueran suficientes, cosa improbable, tales promesas deberán ser después aprobadas en el Parlamento griego, donde Syriza se ha fragmentado respecto a la negociación del Gobierno. Muchas voces acusan a Tsipras de haber traicionado su programa electoral y de haber aceptado rebajar la dignidad del país y haberse rendido a la troika.
Con ese o con otro nombre, la troika sigue existiendo, como continúa existiendo el memorando y la obligada austeridad. El problema ahora puede ser otro. El problema es que Grecia ha acostumbrado a todos a desconfiar de ella, incluso antes de Syriza y de Tsipras. El problema puede ser que todo acabe una vez más en palabras. Porque las propuestas griegas que ahora parecen ser una base de acuerdo, podrían ser sólo palabras, no solo porque no sean ratificadas en el Parlamento nacional sino porque sean en realidad una última estrategia vacía, un catálogo de acciones que el gobierno, tras prorrogar el rescate, no piensa cumplir tampoco esta vez.
Como las parejas que no se entienden y prolongan su final inevitable, Grecia podría estar diciendo a sus socios europeos esa frase siempre imposible que suena a "voy a cambiar, cariño, voy a cambiar". Todos sabemos que nadie cambia. Todos sabemos que el juego griego de las mentiras empezó ya hace más de quince años con las trampas que tejió para entrar en el euro sin cumplir los requisitos y se ha prolongado con todos los partidos que han ido renovando la promesa imposible: "Voy a cambiar, cariño, voy a cambiar". Tsipras, como Houidini, quizá es sólo un escapista y no un negociador. Tratándose de Grecia, nada ha terminado todavía y nada ha comenzado aún.