La expansión monetaria no basta para crecer
- Es erróneo creer que sólo con los estímulos del BCE se consiga crecer
Eugenio M. Recio
Las expectativas que creó la nueva política monetaria iniciada por el BCE el 9 de marzo no deben engañarnos. La expansión monetaria (QE), realizada a través de la compra de deuda pública y privada en el mercado secundario por un volumen de 60.000 millones de euros mensuales hasta al menos septiembre de 2016 si la inflación se acerca al 2%, puede impulsar un aumento a corto plazo de la demanda interior y reanimar así la actividad empresarial con incrementos de producción, que pueden necesitar más empleo, dando lugar de nuevo a más demanda e inversión.
El error estaría en pensar que sólo con la expansión monetaria se conseguirá a largo plazo mejorar el crecimiento económico, la creación de empleo y la normalización del mecanismo de los precios, eliminando cualquier riesgo de deflación. A este error puede inducir el continuo recurso a la experiencia de los resultados conseguidos por la política de expansión monetaria, que realizó la Reserva Federal de EEUU hace seis años.
En las comparaciones con las experiencias de otros países nunca se debería olvidar, como con frecuencia ocurre, que la Unión Económica y Monetaria (UEM) tiene unas carencias en su organización que hacen que las comparaciones no puedan ser plenamente significativas pues, aunque en la eurozona haya una política monetaria común hay 19 políticas fiscales y financieras que dependen de otras tantas actuaciones de gobiernos soberanos.
Diferencias entre EEUU y la UE
Pero prescindiendo de esta circunstancia que puede hacer que, aunque se practique la misma política monetaria expansiva, los resultados sean muy diferentes, existen, además, unas estructuras productivas entre EEUU y la UE que pueden tener un influjo decisivo en la eficacia de la política aplicada, como ha explicado recientemente el presidente del Banco Central alemán (DBB), en una conferencia que ha publicado en castellano el Instituto de Dirección y Organización de Empresas (IDOE) de la Universidad de Alcalá de Henares en la serie Documentos a Debate.
Aunque en el mercado interior de bienes no existen excesivas diferencias y las empresas europeas pueden intensificar su competencia en este sector sin que sus costes sean muy diferentes de los de las empresas americanas, no ocurre lo mismo en el sector de los servicios pues aquí los márgenes sobre los costes son, en promedio, más elevados en la UE que en los EEUU. Una mejor estrategia que la aplicada hasta ahora por la Comisión Europea supondría notables ventajas económicas, al completar con los servicios el mercado interior.
Según un estudio reciente, introducir la dimensión digital en el mercado interior armonizado y bien regulado supondría el mismo potencial que el que aportó la introducción del mercado interior en su forma actual, es decir, un plus de crecimiento de hasta un 4%.
Afortunadamente, la situación de España, por lo que se refiere al uso de las tecnologías digitales, es relativamente favorable en el contexto europeo pues, según un estudio realizado por Accenture nuestro país se sitúa en el puesto número 11 dentro de las 17 economías líderes, por delante de Bélgica, Francia e Italia y sólo 2 puestos por detrás de Alemania.
También hay investigaciones que demuestran que, aunque no son muy elevados los costes de acceso a los mercados las diferencias entre EEUU y la UE pueden explicar de un 10% a un 20% la inferior competitividad de las empresas europeas con respecto a las americanas.
Otro caso significativo, para apreciar las diferencias en la situación de la economía real entre la UE y EEUU, es lo que ocurre con el mercado de capital riesgo que en los EEUU es cinco veces mayor que en la UE, lo cual puede explicar por qué las empresas innovadoras norteamericanas consiguen más fácilmente capital que las europeas.
No basta con los estímulos del BCE
Los ejemplos propuestos pensamos que prueban suficientemente que creer que sólo con una política keynesiana expansiva se podrán conseguir los mismos resultados, en cuanto al crecimiento económico y la creación de empleo, que se han conseguido con la política de la Reserva Federal. Por eso no es de extrañar que más bien lo que ha hecho la QE del BCE ha sido crear una situación de excepcionalidad financiera con bajos tipos de interés, que han creado problemas sobre todo a las compañías de seguros, y con una volatilidad creciente en los mercados de divisas.
La conclusión es, por tanto, que la tan esperada nueva estrategia del BCE no nos debe ocultar la necesidad de que a nivel europeo, y especialmente en la eurozona, se ha de proseguir con reformas estructurales que intensifiquen la integración de las políticas económicas, fiscales y financieras para poder competir con mejores perspectivas en el mercado global.