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El 'euroboom' de 2015 es lo que menos conviene a la zona del euro

  • Nada cambiará y por eso la próxima crisis será peor aún

Matthew Lynn

La amenaza de deflación retrocede, se crea empleo, la confianza empresarial empieza a repuntar y los mercados bursátiles prosperan. Hasta Grecia lleva dos semanas sin una crisis de tomo y lomo. No es extraño que la eurozona tenga de repente bastante mejor cara.

Pero un euroboom es lo peor que podría haberle sucedido al continente porque nadie arregla el tejado mientras luce el sol... y el tejado europeo sigue estropeado. La mejoría de la economía impulsada por el dinero imprimido y el abaratamiento de la moneda no harán más que convencer a los gobiernos periféricos de que las reformas se pueden posponer y persuadirán a Bruselas y a Berlín de que la arquitectura de la moneda única se encuentra en un estado viable. Nada cambiará y por eso la próxima crisis será peor.

Aun así, la economía de la eurozona tiene el aroma inconfundible de la primavera. Por todas partes hay datos alentadores. Esta semana, el desempleo en la zona bajó al 11,3%, con una caída del 0,1% mensual, el índice más bajo desde 2012. En Alemania, la tasa de paro ha bajado al 6,4% y en Austria al 5,3% pero incluso un país tan aquejado por la crisis como España ha visto cómo su tasa de paro bajaba, en este caso hasta el 23% (no es exactamente bueno, pero mejor que antes). Las colas del paro se vacían en todas las grandes economías, excepto en Italia. La deflación no es la amenaza que fue. Esta semana hemos sabido que en febrero los precios cayeron un 0,1% en todo el continente, una mejora respecto a las caídas del 0,3% del mes anterior. La espiral deflacionaria parece haberse pospuesto por ahora.

Las ventas minoristas y la confianza también aumentan. En base anualizada, las ventas al por menor de Alemania subieron un 3,6% en febrero, el mayor aumento real desde nada menos que el año 2000. El índice Gfk de la confianza de los consumidores aumenta con fuerza. Al otro lado de la frontera, en Francia, la moral empresarial pisa con fuerza y aunque todavía no hay mucho crecimiento, al menos la economía ya no encoge tanto como en casi todo el año pasado.

No sorprende que todo eso haya supuesto un boom en los mercados de capital regionales. El Dax alemán subió un 23% en el primer trimestre de 2015. El Mib italiano un 22% y el CAC-40 francés un 19%, por lo que todos los pronósticos de que Francia sería el siguiente país atrapado por la crisis parecen bastante lejos de la realidad. Las acciones de la eurozona no aumentan tan deprisa como las chinas pero no dejan de subir con fuerza.

Fuerzas que aúpan la economía europea

No es difícil saber qué está pasando. Hay cuatro fuerzas en acción que están aupando a la economía europea. La primera es que la moneda se ha depreciado mucho, con una caída de 1,40 contra el dólar a 1,08, y en la misma cantidad frente a otras grandes monedas. Y en una región que fabrica y exporta, eso importa mucho. De repente, los productos europeos son mucho más baratos en los mercados mundiales y por eso venden más.

La segunda es que el precio del petróleo se ha reducido por la mitad y ha propinado un impulso importante a unos países que importan gran parte de su energía. Los precios más bajos en el surtidor ponen más dinero en los bolsillos de la gente para gastárselos en otra cosa.

La tercera es que el Banco Central Europeo ha lanzado por fin su propia versión de la flexibilización cuantitativa, que va a bombear todavía más dinero en el sistema.

La última es que las economías europeas atraviesan un repunte cíclico normal: estaban en un estado tan nefasto y deprimido que tenían que recuperarse en algún momento. Solo ha hecho falta un catalizador.

Con tanto viento en las velas, la recuperación debería durar. Mientras que la Reserva Federal siga hablando de subir los tipos de interés, el euro no se apreciará frente al dólar en un futuro próximo e incluso podría seguir cayendo. El precio del petróleo sigue débil. Y el BCE no ha hecho más que empezar a imprimir dinero. En cuanto que empiece a surtir efecto, será como empujar un coche cuesta abajo y todos sabemos lo fácil que es que coja velocidad. La apuesta es que 2015 será el mejor año para la eurozona desde el inicio de la crisis y tal vez de la última década.

¿Es el momento oportuno?

El único problema es que sucede en el momento erróneo. Un poco de crecimiento económico nunca viene mal, por muy endeble que sea, y el paro de Europa era tan malo que cualquier empleo creado es bueno, pero reduce el incentivo de reformar.

Hablemos primero de la periferia. Los intentos del joven primer ministro italiano Matteo Renzi de liberar su economía parecen haberse hundido en la arena. Ha hecho algunos cambios tímidos a la legislación laboral, que podría permitir ocasionalmente despedir a los trabajadores superfluos, pero desde entonces se ha concentrado en la educación y en la reforma de la emisora pública, y nada de eso va a suponer diferencias para la economía, que ahora es más pequeña que en el año 2000.

O Manuel Valls en Francia. Con grandes esfuerzos, ha logrado introducir cierta liberalización menor pero ¿alguien cree sinceramente que permitir la competencia en las rutas de autobús de larga distancia -por hablar de una de las medidas implantadas- va a transformar de verdad la economía moribunda de Francia? La palabra marginal podría quedarse grande. No parece haber nada más en proyecto. Incluso España, que ha hecho más avances que el resto, parece cruzar los brazos hasta las elecciones a finales de año.

Y pensemos en Bruselas y Berlín. Todos están de acuerdo en que la eurozona necesita convertirse en una auténtica unión política y económica para sobrevivir. El año pasado se dieron algunos pasos modestos hacia la unión bancaria. ¿Y desde entonces? Nada. No se ha avanzado en la integración de la política fiscal. Peor aún, el modesto repunte convencerá a los alemanes de que la austeridad funciona y seguirán recetando más.

La eurozona crecerá rápidamente este año para lo que está acostumbrada y las acciones seguirán subiendo pero a costa de no solucionar ningún problema subyacente. Cuando la gente mire hacia atrás dentro de cinco años, comprenderá que el repunte de 2015 fue lo peor que pudo haber pasado.