Evasión

La historia de Isabel de Borbón en el Prado: el retrato de Velázquez vuelve tras una minuciosa restauración

Retrato de Isabel de Borbón.

Evasión

El icónico retrato ecuestre de Isabel de Borbón, pintado por Velázquez, ha sido reinstalado en la Sala 12 del Museo Nacional del Prado después de una minuciosa restauración. La obra, que data del siglo XVII, vuelve a ser exhibida con algunas "cicatrices" visibles, resultado de reparaciones anteriores, injertos de tela y las bandas laterales añadidas durante su restauración inicial.

Este retrato ha estado en la colección de las Reales Colecciones durante más de cuatro siglos, y su conservación ha enfrentado varios desafíos a lo largo de los años. Javier Portús, jefe de Colección de Pintura Española del Barroco en el Prado, aclaró que los daños no fueron producto de intervenciones "abusivas", sino más bien de las circunstancias propias de su creación y el paso del tiempo.

El lienzo original, pintado alrededor de 1634, fue modificado por Velázquez y sus colaboradores para adaptarlo al espacio del Palacio del Buen Retiro. En ese momento, se añadieron dos bandas laterales de 30 centímetros cada una, utilizando materiales y pigmentos diferentes que provocaron una decoloración con el paso de los años. Además, algunas intervenciones posteriores para subsanar daños de la pintura también contribuyeron a su deterioro.

Una curiosidad histórica sobre esta obra es que, en su momento, fue recortada en la parte inferior para ajustarse a la abertura de una puerta en el Palacio del Buen Retiro, creando una solución ingeniosa que permitía abrir y cerrar la puerta sin dañar la pintura. Aunque esta modificación fue restaurada y los trozos recortados fueron reintegrados en 1775, las huellas de estos cambios siguen siendo visibles en la obra.

María Álvarez-Garcillán, restauradora del retrato, explicó que las correcciones visibles, como los agujeros de los clavos y las cicatrices dejadas por los hilos de cuerda que sujetaban la tela, son ahora parte de la historia de la pintura y no se ocultan completamente, aunque no son fácilmente perceptibles a simple vista.

El retrato de Isabel de Borbón fue parte de un ambicioso proyecto de Velázquez que incluía otros retratos ecuestres de miembros de la familia real, en los cuales el pintor tuvo que delegar parte del trabajo debido a la gran carga de encargos. A pesar de delegar la ejecución en sus colaboradores, Velázquez mantuvo un control meticuloso sobre los detalles, lo que, a lo largo de los años, ha dejado varias correcciones en la obra.

Aunque el retrato de la reina ha pasado por varias restauraciones, su importancia histórica y su vínculo con el trabajo de Velázquez siguen siendo el centro de atención, demostrando cómo el paso del tiempo y las intervenciones humanas continúan afectando a las grandes obras maestras del arte.