Especial Empresas América
Rumbo a la mayor expansión económica de la historia de Estados Unidos
José Luis de Haro
Viento en popa, a toda vela. La mayor economía del mundo disfruta de un momento dulce donde los efectos del estímulo fiscal aprobado el pasado 22 de diciembre impulsan Estados Unidos por encima de su potencial. Una reforma tributaria que no solo ha recortado sensiblemente el impuesto de sociedades hasta el 21%, sino que ha convertido al país en un nuevo objetivo para muchas multinacionales extranjeras.
Paralelamente, a medida que las compañías patrias se benefician de los incentivos impulsados por la Casa Blanca, no solo en forma de rebajas impositivas sino también de esfuerzos por relajar la regulación de muchos sectores como el bancario, el mercado laboral se acomoda ya en el pleno empleo. De hecho, el pasado mes de abril la tasa de paro se situó por primera vez desde diciembre del 2000 por debajo del 4%, una cota psicológica que comulga a la perfección con el doble mandato del banco central estadounidense.
En este sentido, el nuevo capitán de la Fed, Jerome Powell, y el resto de miembros del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés) observan cómo las presiones inflacionarias comienzan a despuntar en el horizonte más cercano. Señales que a comienzo de año generaron cierto desasosiego a un mercado acostumbrado a la falta de volatilidad y, sobre todo, de un posible repunte inesperado en los precios. Sin embargo, a medida que los más de nueve años de expansión económica a este lado del Atlántico ceden la mano a los estímulos fiscales y no monetarios, es lógica natural que la inflación se acerque sostenidamente al objetivo del 2% autoimpuesto por la Fed.
¿Una cuarta subida?
Con una normalización ya en marcha, Powell ha telegrafiado ya al mercado su intención de subir tipos en un total de tres ocasiones este año, con la primera vuelta de tuerca ya implantada en marzo y la siguiente prevista para el próximo mes. Dicho esto, la última lectura del índice de precios de consumo personal (PCE, por sus siglas en inglés), el termómetro favorito del banco central para medir la temperatura inflacionaria, tocó la meta de la Fed en marzo, abriendo la posibilidad a una cuarta subida de tipos en 2018.
"La expansión económica continuará durante varios años más", asegura David Kostin, estratega jefe de Goldman Sachs, quien señala que los economistas del banco proyectan que el PIB de EEUU se expandirá un 2,8% este año, un 2,2% el que viene y seguirá su avance en el 1,5% y el 1,3% durante 2020 y 2021 respectivamente. Las pesadillas de los más agoreros tienen pocas probabilidades de hacerse realidad, ya que, en estos momentos, Goldman estima solo un 5% de probabilidades de poder sufrir una contracción económica en los próximos cuatro trimestres, un 19% en los próximos ocho y un 34% en los próximos 12 trimestres.
La recuperación económica suma ya 106 meses de crecimiento continuado entre junio de 2009 y abril del presente ejercicio, por lo que se posiciona ya como la segunda más larga de la historia del país. "Si evitamos un shock, como una guerra comercial, es probable que EEUU logre materializar la expansión más larga", dijo el economista jefe de la PNC, Gus Faucher.
Este economista no está desencaminado, pues, en un momento en que los beneficios por acción habrían crecido en el primer trimestre a su mayor ritmo desde 2010 -según las proyecciones de Factset-, los vientos en contra para el buque estadounidense soplan del lado geopolítico.
El presidente de EEUU, Donald Trump, quien continúa li-diando con la investigación del fiscal especial, Robert Mueller, y la trama rusa, ha decidido hacer tambalear los pilares de la Organización Mundial de Comercio (OMC), instigando la imposición de aranceles bajo dos secciones clave de la Ley de Comercio de su país, la 232, que apela a la seguridad nacional, y la 301, que vela por la salvaguarda de la propiedad intelectual.
Mientras el anuncio a comienzos de año de un arancel especial a las placas solares y lavadoras del 30 por ciento y el 50% respectivamente salpicó a países como China o Corea del Sur, la imposición el pasado 23 de marzo de gravámenes del 25% y el 10%, respectivamente, a las importaciones del acero y el aluminio -aludiendo a cuestiones de seguridad nacional- cayeron como un jarro de agua fría en la comunidad internacional, especialmente entre los aliados comerciales de Washington.
Las miras puestas en China
Entre exenciones temporales y acuerdos con algunos países como Argentina o Corea del Sur, el verdadero órdago de la Casa Blanca tiene las miras puestas en China. Adicionalmente a los aranceles previamente mencionados, la Administración Trump anunció gravámenes adicionales por valor de 50.000 millones de dólares contra una amplia gama de productos made in China por el presunto robo de propiedad intelectual, llevado a cabo por el gigante asiático.
La decisión de Pekín de replicar con la ley del Talión, primero respondiendo a los aranceles al acero y al aluminio, además de poner en cuarentena una serie de exportaciones estadounidenses clave, como la soja o los automóviles, no cayó bien en el Despacho Oval, donde Trump ordenó al representante comercial de EEUU, Robert Lighthizer, que sopese una gama más amplia de bienes chinos a los que extender el alcance de los aranceles, hasta 100.000 millones de dólares adicionales.
Obviamente, la posibilidad de que las tensiones entre Washington y Pekín acaben por desatar una guerra comercial global se han atragantado momentáneamente entre los inversores, que tampoco quitan la vista a la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o Nafta, por sus siglas en inglés). Factores que azuzan la incertidumbre que suele acompañar a un año electoral en EEUU, donde ambas Cámaras del Capitolio se enfrentarán a las urnas el próximo noviembre, algo que avecina aún más volatilidad tanto en Wall Street como en el escenario político.
Desde 1946, el S&P 500 ha caído la mitad de las veces du-rante los seis me-ses previos que los miembros del Capitolio se han enfrentado a las urnas. En dichos episodios, la caída media ha sido del 1,1%, pero en cinco de nueve ocasiones los recortes del índice por excelencia en Wall Street llegaron a alcanzar el doble dígito.
Esta dinámica puede aventurar aún más preocupaciones entre los inversores, si tenemos en cuenta que cuando las legislativas coinciden con la primera legislatura de un presidente -en este caso el republicano Donald Trump-, la volatilidad y las posibles ventas suelen ser más acusadas durante los meses previos a la jornada electoral.
"El S&P 500 perdió una media del 3% en los seis meses previos a las elecciones legislativas durante el primer término de un presidente, registrando rendimientos negativos en el 60 por ciento de las ocasiones", apunta Sam Stovall, director de inversiones de CFRA.
Incertidumbre electoral
Adicionalmente, las próximas elecciones pueden ser perjudiciales para el dominio republicano en el Capitolio, lo que puede verse reflejado en la rentabilidad del precio del S&P 500 en los próximos meses. A ojos de Stovall, los inversores ya anticipan esta incertidumbre, comenzando a virar sus posiciones hacia sectores defensivos.
Con un posible bloque legislativo en ciernes, situación que suele congeniar bien con el mercado ya que garantiza el status quo, la agenda económica y política de Trump podría sufrir las consecuencias. Más allá del panorama nacional, los avances diplomáticos en Corea del Norte y la situación en Irán son también episodios colaterales, que merece seguir de cerca dada la voluble personalidad del comandante en jefe de EEUU.