Energía

El potencial de España en la carrera por las tierras raras

Mina operativa a cielo abierto. / iStock

Sergio Guinaldo

A medida que los procesos de digitalización y transición energética se han desarrollado, la sociedad ha comenzado a demandar materias primas que, hasta hace 40 o 50 años no tenían ningún tipo de valor o uso. Sus propiedades hacen de estas materias que sean las idóneas para formar parte de la tecnología más competente. Sin embargo, cuentan con el problema añadido de que no abundan en la naturaleza y de que no están repartidas de forma equitativa por el planeta. Todo ello nos ha llevado hasta una carrera en la que todos ansiamos disponer de dichas materias.

En los últimos tiempos, tanto el litio como las tierras raras son las que más titulares han acaparado Las primeras, por ser uno de los materiales imprescindibles para la fabricación de vehículos eléctricos; las segundas, a raíz de la reciente pretensión norteamericana por controlar los yacimientos que posee Ucrania a cambio de conseguir la paz para el país Y pese a que es frecuente oír hablar de ambas como si fuesen lo mismo, lo cierto es que no lo son.

Desde el año 2011 la Comisión Europea actualiza periódicamente su listado de materias primas fundamentales en base a dos criterios: que tengan relevancia económica y que sean de difícil acceso. Así, el listado pasó de incluir 11 materias hasta las 34 actuales. Pero, además, establece una subdivisión para aquellas materias más exclusivas o críticas, en la que entran 17 materias primas fundamentales estratégicas –entre las que figura, por ejemplo, el litio–. Dentro de estas últimas materias estratégicas, se integran las tierras raras, un conjunto de 17 elementos químicos y 15 lantánidos, llamado así no por su escasez, que también, sino por su dificultad para encontrarlos en la corteza terrestre de forma pura.

Pues bien, a día de hoy, no existe ninguna mina operativa en España que extraiga tierras raras, y los yacimientos o indicios de que las haya se pueden contar prácticamente con los dedos. Según la plataforma European Gelological Data Infrastructure (EDGI), la cual dispone de un amplio catálogo con más de 5.700 conjuntos de datos y servicios geológicos europeos y que cuenta con la participación del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), únicamente hay dos lugares en los que se han constatado indicios que la presencia de tierras raras: entre los municipios de Torrenueva y Torre de Juan Abad (Ciudad Real), y en el Monte Galiñeiro, entre Vigo y Gondomar (Pontevedra).

También se especula con que pueda haber en Formentera y en Cáceres, aunque son más especulaciones que datos contrastados. La que más interés arrastra es la mina ciudadrealeña de Matamulas, para la cual la minera española Quantum Minería ya presentó su propio proyecto minero y se encuentra en una fase administrativa temprana.

No solo tierras raras

Más allá de las tierras raras, existen otros importantes indicios sobre yacimientos por todo el país en cuanto a materias primas fundamentales y críticas. De acuerdo con los datos de la misma base de datos, en total hay más de 300 indicios que acreditan la presencia de yacimientos grandes y medianos –respecto al tamaño medio de los yacimientos de todo el mundo–. Cabe señalar que existen muchos más con dimensiones más pequeñas, pero no se han representado en el mapa.

La mayor parte de estos indicios corresponden con yacimientos de cobre y de wolframio (también llamado tungsteno), y se localizan principalmente por la zona de Sierra Morena y por la zona de Galicia Tras-Os-Montes (Galicia y Castilla y León), respectivamente. En esta misma dispersión y también por la Cordillera Costero-Catalana afloran indicios de barita, empleada en los lodos de perforación.

Por cantidad y dimensión, también destacan los indicios de espato flúor, presente en el ácido fluiorídrico, y de manganeso, también disponible en la Cordillera Bética. Tras estos, existen grandes indicios de bismuto (presente en cosméticos), de tantalio (electrónica), de arsénico (usos variados), feldespato (vidrio y cerámica), antimonio (semiconductores), níquel (acero, baterías o monedas) o cobalto (diversos usos industriales).

En cuanto al litio, su presencia en grandes dimensiones –existen otros indicios de menor entidad no representados en el mapa– está reservada a dos localizaciones: Salamanca y Cáceres, siendo precisamente el segundo enclave el que más atención mediática ha cosechado tras el interés de la australiana Infinity Lithium por la mina de San José de Valdeflores.

Según una investigación publicada a finales de 2023 por Investigate Europe, solamente 10 minas explotan este tipo de materias en España: cuatro se dedican al cobre en Huelva, Sevilla y Asturias (Aguas Teñidas, Magdalena y Sotiel, Las Cruces, Río Tinto y El Valle Boinás), dos al estroncio en Granada (Montevive y Escúzar), otras dos a la fluorita en Asturias y Granada (Moscona, Cucona, Emilio y La Viesca, y Órgiva), otra al niobio y al tántalo, en Ourense (Penouta), y otra al wolframio, en Salamanca (Barruecopardo). Tras ellas, se sitúan compañías con sede en España (Bruno, Minersa, Minera de Órgiva), pero sobre todo con sedes internacionales, procedentes de Canadá, Francia, Australia o Chipre.

Del mismo modo, los proyectos mineros en vías de desarrollo proceden principalmente de España, pero también de empresas afincadas en México o Luxemburgo.