Energía

Infraestructura eléctrica: el cuello de botella del salto energético español

Líneas de redes eléctricas. Ee

Pepe García
Madrid,

Desde hace más de 60 años España disfruta de su posición como potencia del 'sol y playa'. Después de la pandemia, años de desarrollo y carreras milmillonarias de las grandes potencias mundiales para financiar la transición energética, España también apunta a convertirse en el polo europeo del 'sol y el viento'. Las renovables han generado en torno al 60% de la electricidad en lo que llevamos de año, mientras que en 2019 esa proporción era del 37,5%, según los datos de Red Eléctrica, un despliegue que irá a más en los próximos años.

Merced a estos hitos, la electricidad encadena tres meses en mínimos desde que hay registros, según los datos del Operador del Mercado Ibérico de Energía (OMIE). La energía barata es uno de los apartados claves —si no el que más— para las empresas que busquen optimizar sus costes, y España se posiciona como uno de los países más apetitosos en este sentido para industrias intensivas en energía, como los centros de datos o manufacturas tecnológicamente avanzadas, como las baterías.

Pero ahí termina lo que reluce. España, así como Europa, afronta el mayor aumento de la demanda energética de la historia. Para enfrentarlo, el país cuenta con una regulación que, aún, no se ha adaptado al nuevo entorno y con unas infraestructuras que deben multiplicarse.

La Asociación de Empresas de Energía Eléctrica (Aelec) ya ha puesto la voz de alarma sobre esta materia y advirtió de que, de no cumplirse las inversiones esperadas para 2030, España corre el riesgo de que parte de la demanda que se fija en la energía barata española se marche a otros países europeos, atraídos por sus fuertes planes de inversión en redes. "Los países de la Unión Europea están estimando más que triplicar los escenarios de inversión en redes hasta 2030, como es el caso de Italia, y Francia", destaca la patronal que integran Endesa, Iberdrola o EDP.

A la captura de la demanda, se suma la captura de la oferta. España es el segundo país europeo que más aumentará su capacidad de renovables, y espera multiplicará por dos su potencia instalada frente a los niveles de 2022, ya que sumará cerca de 160 gigavatios (GW) de cara a 2030. Esta ambición choca, de nuevo, con las redes.

A nivel mundial, al menos 3.000 GW de proyectos de energía verde, de los que 1.500 GW se encuentran en etapas avanzadas, están esperando en colas de conexión a la red, lo que equivale a cinco veces la cantidad de capacidad solar fotovoltaica y eólica agregada en 2022, según detalló la Agencia Internacional de la Energía (AIE) en un informe publicado el pasado octubre.

La demanda se catapulta

La demanda energética en Europa se catapultará en los próximos años. Eurelectric, la patronal europea del sector eléctrico, advirtió en un reciente informe que debido al crecimiento de la electrificación de los vehículos, el alza en renovables, así como la llegada de la Inteligencia Artificial (IA); la demanda eléctrica en la Unión Europea se disparará casi un 80% hasta 2050. De 2.590 GW a 4.630 GW, frente a un alza de menos del 25% entre 1990 y 2020.

Los diferentes actores se muestran más que dispuestas a elevar su inversión para construir las nuevas 'autopistas' por las que circulará esa demanda. Solo en España Se deberá movilizar unos 53.000 millones de euros hasta 2030 para cumplir los objetivos de la última versión del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), a razón de 7.500 millones al año desde 2023 a 2030.

Sin embargo, en España este año las inversiones no pasarán del entorno de los 3.000 millones de euros, debido a que el desembolso a nuevas infraestructuras está topada por ley en el 0,13% del Producto Interior Bruto (PIB) para la distribución y en el 0,64% del PIB para el transporte.

No obstante, aunque se despliegue la totalidad del PNIEC puede no ser suficiente. Para alcanzar los objetivos climáticos de reducción del 55% de las emisiones contaminantes hacia 2030 y alcanzar la neutralidad climática en 2050, la AIE estima que por cada euro que se invierta en renovables se debe desembolsar un mínimo de 70 céntimos para las redes eléctricas, que deberá subir a un euro para alcanzar la neutralidad climática.

El PNIEC cifra el desembolso para el despliegue de renovables en los próximos años en cerca de 120.000 millones —frente a los 53.000 millones de inversiones en redes—, lo que deja la ratio en 0,45 céntimos destinados a distribución y transporte de electricidad por cada euro dedicado a fotovoltaicas o eólicas.

Tope inversor

Los topes a la inversión, que data del año 2013, se elaboraron en un contexto de crisis económica en el que se buscaba evitar el crecimiento de los pagos a las empresas que despliegan las redes, pero en la actual situación la normativa supone un lastre para las necesidades que se esperan en los próximos años, según comentan fuentes del sector.

Por el momento el Ministerio de Transición Ecológica ya ha habilitado un canal para que los interesados emitan sus demandas. Esta misma semana, el departamento que dirige la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, abrió consultas públicas hasta el 3 de julio para recabar las opiniones del sector sobre cómo responder a las solicitudes de ampliar notablemente las inversiones.

El gran tapón eléctrico

Las redes eléctricas están taponadas, afirma Marta Castro, directora de Regulación de Aelec. "Tenemos muchas peticiones de acceso de conexión por parte de la demanda [la industria] para poder conectarse a la red y en muchos casos tenemos que retrasar su acceso por falta de capacidad", asegura.

Desde la patronal piden a las administraciones elaborar planificaciones energéticas coherentes, ágiles y multisectoriales, "en línea con muchos países de la UE, como Francia, que diversifica los polos industriales para poder redimensionar al mismo tiempo sus redes", concluye Castro. "La mentalidad debe cambiar. Las redes se desarrollaban con cierta cautela, ahora el paradigma nos empuja a otra cosa totalmente distinta. Si no aceleramos y no conectamos la demanda, ponemos en riesgo los objetivos climáticos", prosigue.

Pero en España el cuello de botella es, además de físico, burocrático. Los problemas de inclusión de la nueva demanda hace que las empresas se piensen dos veces establecerse en el país, según afirma el director de Transición Ecológica de beBartlet, Alejandro Labanda. "El modelo no es demasiado amigable para las inversiones", explica. "Las empresas que solicitan acceso a la red quieren certidumbre para que cuando haga su inversión tenga seguridad de que tendrá sus necesidades cubiertas. Muchos proyectos avanzan sin tener la seguridad de que vayan a engancharse a la red y eso dificulta la inversión", concluye el analista.

El gran lastre que sobrevuela la transición energética

Las necesidades inversoras en redes no es un problema que solo se limite a España. Las redes son el gran "cuello de botella" para las transiciones energéticas, según define la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Por su parte, Eurelectric estima que hará falta duplicar la inversión a nivel comunitario para satisfacer las previsiones de demanda hacia el año 2050. Desde una media de 33.000 millones de euros entre 2020 y 2023 a 67.000 millones de euros al año.