Energía

La inversión en petróleo y gas debe subir un 28% hasta 2030

  • Una cantidad insuficiente puede suponer un riesgo para la seguridad de suministro, según S&P

Concha Raso

La seguridad energética se ha convertido en una de las principales preocupaciones a nivel global, sobre todo tras la invasión rusa de Ucrania. Invertir en tecnologías más limpias y eficientes, como las renovables, para lograr una economía neutra en carbono, se ha convertido en una prioridad. Sin embargo, la economía mundial sigue necesitando los hidrocarburos.

Un informe reciente del Foro Internacional de Energía (EIF, por sus siglas en inglés) y S&P Global Commodity Insights, asegura que invertir en nuevas tecnologías para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero no está reñido con invertir en petróleo y gas durante la transición, ya que una inversión insuficiente en ambos combustibles supondría una seria amenaza a la seguridad energética a corto y medio plazo y podría detener el progreso en los objetivos climáticos al aumentar la dependencia de otras opciones más intensivas en carbono en el corto plazo. Para salvar estos problemas, lograr mercados estables y evitar un déficit en el suministro global en esta década, los autores del informe creen que la inversión anual en explotación y producción (upstream) en petróleo y gas debe aumentar.

Aumento de la inversión

Aunque es cierto que la inversión upstream en petróleo y gas en 2022 ha registrado su nivel más alto desde 2014 y ha obtenido la mayor ganancia interanual de la historia, pasando de 358.000 millones de dólares en 2021 a 499.000 millones en 2022 -especialmente por el aumento de costes-, dicha inversión debería aumentar un 28% hasta alcanzar los 640.000 millones en 2030 (ver gráfico adjunto). Además, se necesitará un acumulado de 4,9 billones entre 2023 y 2030 para satisfacer las necesidades del mercado y evitar un déficit de suministro, incluso si el crecimiento de la demanda de petróleo y gas se ralentiza.

Por su parte, los datos de perforación indican que la actividad ha empezado a recuperarse; sin embargo, siguen por debajo de los niveles previos a la pandemia, ya que la inflación ha devorado el gasto. Concretamente, el número de plataformas de perforación ha aumentado un 22% en 2022, pero continúa un 10% por debajo de los niveles de 2019.

Una de las cuestiones que plantea el informe es que la principal restricción sobre los niveles de inversión en el corto plazo ha pasado de ser la disponibilidad de capital a la asignación de capital. Es decir, las empresas de exploración y producción de petróleo y gas están experimentando beneficios récord, lo que ha provocado que, a día de hoy, cuenten con un amplio flujo de caja libre que podría impulsar la inversión en las etapas iniciales.

Mientras los precios del crudo se mantengan por encima de los 70 dólares el barril, hay suficientes reservas y proyectos rentables de petróleo y gas para satisfacer la demanda durante la próxima década, pero la incertidumbre principal es si las empresas comprometerán la inversión suficiente para desarrollarlos.

Uno de los elementos disuasorios a la hora de ejecutar dichas inversiones es la incertidumbre de la demanda en el corto plazo y las posibles consecuencias en el medio y largo plazo. Las empresas prefieren apostar por proyectos pequeños, ya que requieren menos capital, tienen períodos de recuperación más cortos y están más aislados de los riesgos a largo plazo. Se espera que cerca de 250 proyectos de pequeña a mediana escala comiencen en 2030.

La desaceleración de la economía también se suma a los desafíos de inversión. Si el mundo entra en recesión en 2023, es posible que el crecimiento de la demanda de petróleo se mantenga por debajo de la tendencia en los próximos dos años, lo que podría extender el estancamiento de la demanda posterior a la pandemia a cinco años. Una vez que la actividad económica se recupere, es probable que la demanda de petróleo sea también menos intensa, debido al cambio de combustible, la penetración del coche eléctrico, las mejoras en eficiencia y las políticas climáticas aceleradas.

Otro de los hándicaps en materia de inversión es la gran incertidumbre que existe sobre el alcance de las pérdidas de producción rusas. Los niveles de producción rusos dependen no solo de lo que permitan las sanciones y lo que sea técnicamente factible, sino también de la política rusa. La necesidad de inversión y nuevos proyectos upstream de esta década dependerá de cuánto produzca e invierta Rusia. El informe asume que la producción rusa caerá entre 1 y 1,5 millones de barriles diarios en 2023.

Para que los tomadores de decisiones en el segmento upstream impulsen sus inversiones, el informe apuesta por intensificar el diálogo y las políticas de apoyo, tanto de los productores como de los consumidores, así como asegurar una mayor transparencia de los datos al objeto de garantizar la seguridad del suministro y la estabilidad del mercado durante la actual crisis energética y la etapa de transición. A este respecto, los países consumidores deberán enviar señales claras sobre la demanda futura, crear y mantener inventarios suficientes, respaldar contratos de compra a largo plazo y evitar políticas prohibitivas. Además del diálogo activo y continuo, los gobiernos también pueden ayudar brindando certeza regulatoria y política, ya que los operadores necesitan un cierto nivel de seguridad y certeza fiscal para invertir en proyectos intensivos en capital y de ciclo largo, de ahí que los gobiernos deban basar sus políticas en perspectivas realistas de la demanda de energía y garantizar suministros de energía adecuados y asequibles durante la transición.