El aceite de palma inunda nuestras vidas: su consumo se multiplica por 11 desde el 2000
- España es ya el quinto importador europeo, pese a los riesgos para la salud
Javier Romera, Gema Boiza
Está presente en bollería industrial, tartas, pasteles, chocolatinas, cremas, margarinas, patatas fritas, productos de cacao, aperitivos salados y hasta en los champús. El aceite de palma inunda nuestras vidas y su consumo no para de crecer. Si en el año 2000 Europa apenas consumía 271.000 toneladas de esta grasa, el pasado ejercicio se sobrepasaron los tres millones, lo que supone 11 veces más en sólo 16 años. | Más noticias en el suplemento gratuito de elEconomista Alimentación
A pesar de su alto contenido en grasas saturadas -tiene un 50% frente al 18% que hay en el aceite de oliva o el 12% que contiene el de girasol- y de que son muchos los estudios científicos que han demostrado que su ingesta influye de forma negativa en el aumento del colesterol en sangre, duplicando así el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, el aceite de palma se ha convertido en uno de los productos estrella de la industria alimentaria gracias a su bajo coste.
Su éxito es internacional, pero es la Unión Europea la que lidera el consumo per cápita a nivel mundial con 60 kilos por habitante y año, por delante de Estados Unidos y de los países asiáticos, los siguientes en el ranking. En Indonesia, uno de los principales productores a nivel mundial, el consumo es por ejemplo mucho menor, casi la mitad que en la UE, de solo 33 kilos al año por habitante y en China apenas llega a los 25.
A nivel europeo, de acuerdo con las últimas estadísticas del sector, el uso de aceite de palma está liderado por Holanda, con un consumo de 600.000 toneladas al año; seguido de Italia, con 582.000; Reino Unido, con 575.000; Alemania con 518.000, y España, en quinta posición, con 355.000 toneladas.
"En los últimos diez años, España siempre ha estado a la cabeza en la clasificación del consumo del aceite de palma, disputándose las primeras posiciones con Holanda, Alemania e Italia", explica María José Álvarez, bióloga, veterinaria y portavoz de la plataforma aceitedepalma.org, que pretende difundir los problemas del producto.
Y es que, pese a su alto nivel de uso, la transparencia sobre su consumo a nivel nacional es mínima y apenas existen datos del volumen de importación o de la evolución de su consumo en los últimos años. España importa unas 555.000 toneladas anuales en total, por un importe de 464 millones de euros, pero 200 toneladas no se utilizan para la elaboración de alimentos, sino con otros objetivos, como la producción de biocombustibles o cosméticos.
Impacto en la salud
En concreto, el 46% del aceite de palma que se utiliza va a parar al biodiésel, mientras que el 54% acaba en cosméticos -como cremas hidratantes, jabones o champús- y en productos de alimentación, para cuya fabricación es refinado, calentándolo a altas temperaturas y eliminando así los antioxidantes y vitaminas que sí tiene en su estado natural, cuando está crudo.
"El problema del aceite de palma es el proceso de refinado al que se le somete para usar en la industria alimentaria. Al calentarlo a temperaturas de entre 250 y 270 grados se elimina su olor, su sabor y su color rojizo, lo que resulta muy atractivo para la industria. Sin embargo, al someterlo a esas altas temperaturas se elimina la vitamina E, que lleva en sus tocotrienoles y tocofenoles, y la vitamina A presente en sus alfa y beta carotenos", advierte la experta.
En la misma línea también, organizaciones de consumidores como la OCU advierten de que al ser "un aceite rico en grasas saturadas, está lejos de ser una alternativa idónea desde el punto de vista del equilibrio nutricional, por lo que se aconseja no abusar de él", recomendando su sustitución por aceites de oliva o girasol, más saludables.
Y es que el aceite de palma no solo es responsable directo del incremento del colesterol malo, sino también de contribuir al desarrollo de otras patologías como dolencias hepáticas, pulmonares, renales e incluso algunos tipos de cáncer, lo que ha provocado que cadenas como Alcampo o Eroski hayan planteado ya su retirada en España en los productos de sus marcas propias.
Repercusión medioambiental
Pero más allá de los problemas de salud que genera, tiene además un gran impacto medioambiental, siendo responsable, según distintas organizaciones ecologistas, de problemas de deforestación en el Sudeste asiático y de la pérdida de hábitats naturales de especies en peligro de extinción, como el orangután y el tigre de Sumatra, además de tener una alta contribución a la emisión de gases de efecto invernadero. Son gases que se originan especialmente cuando se queman los restos orgánicos que sobran cuando se preparan los terrenos en los que se cultiva la planta de la que se extrae este aceite -la planta del aceite de palma tarda de media unos siete años en crecer-.
"Destrozar los bosques para obtener aceite de palma para biocombustibles es vandalismo climático", aseguran desde Greenpeace. "Sin garantías para detener la producción de aceite de palma, los Gobiernos se dirigen hacia la destrucción de los bosques y el incremento de las emisiones de dióxido de carbono, poniendo como excusa salvar el clima", apuntillan desde la organización ecologista.