Grifols, la firma española que cayó rendida a la baja fiscalidad irlandesa
Alberto Vigario
Tras estallar esta semana el 'caso Apple' en Irlanda, algunos nos acordamos entonces de la decisión anunciada el pasado 22 de octubre por la mayor farmacéutica de nuestro país, la catalana Grifols. Ese día, la firma que transforma el plasma de la sangre y lo vende posteriormente para fines sanitarios, comunicó a los periodistas a los que había invitado hasta Dublín para asistir a la inauguración de una nueva planta logística, que también desde un año antes la compañía había trasladado a Irlanda la tesorería global del grupo. No fue esa la única sorpresa que deparaba el día para los profesionales y analistas que habitualmente siguen el día a día de la empresa de hemoderivados y que se miraban extrañados de que una noticia de esa trascendencia para una empresa no hubiera sido conocida -ni comunicada- en su momento.
A raíz del interés de los medios desplazados, la familia Grifols informó que, aparte de la gestión de la tesorería, también la política comercial, las actividades de I+D y, sobre todo, gran parte de su división de Biociencia, la más importante del grupo, dedicada al negocio del plasma y que genera más de tres cuartas partes de sus ventas, también se había instalado en Irlanda. Es decir, la mayor farmacéutica española y una de las compañías catalanas más representativas había trasladado a Dublín su nueva sede operativa mundial. "Grifols es una compañía global y ubica las operaciones donde le es más conveniente desde el punto de vista de negocio", justificó entonces el vicepresidente financiero, Alfredo Arroyo.
Desde entonces, poco se sabe de la manera en que Grifols ha reestructurado su negocio para poder beneficiarse de los encantos fiscales del Tigre Celta. Ayer, fuentes oficiales de la compañía aseguraron a elEconomista que la razón de su idilio con Irlanda se debe al "mejor acceso al mercado de capitales, cultura financiera e idioma, pero nada más", apuntaron. Incluso, aseguran que no se puede considerar que su division de Biociencia se haya trasladado allí. "Sólo el producto que no vaya para el mercado de EEUU ni para España se produce en Irlanda", indicaron. La sede social y las decisiones se siguen tomando en Sant Cugat del Vallès, insistieron desde la compañía. Sin embargo, según publicó en su día el diario El País, el grupo se vale desde entonces del centro de operaciones global de Irlanda para realizar toda la facturación que no se dirija a EEUU y a España. "Desde Irlanda no se factura al resto de países", respondió ayer Grifols a elEconomista. "En cuanto a la tesorería, no tiene ningún impacto fiscal el tenerla en Irlanda", según la compañía. Hay que recordar que Grifols subrayó en aquella presentación de octubre que los factores para escoger Dublín como centro de operaciones habían sido la estabilidad del "marco legal y regulatorio" y la facilidad para establecerse físicamente en el país. No en vano, desde enero de este año, el Gobierno irlandés ya tiene en vigor un nuevo tipo reducido del impuesto de sociedades de tan sólo el 6,25 por ciento que se aplica a todo el beneficio generado por la inversión en I+D que haga cualquier compañía con residencia en Irlanda. Un requisito que la compañía catalana cumple, en principio, sin problemas. Su actividad principal como farmacéutica es el desarrollo de productos innovadores y, además, el grupo ya creó en el año 2012 una sociedad en Irlanda bajo el nombre de Grifols Worldwide Operations Limited. Aún así, de momento la tasa impositiva efectiva de Grifols en el último año 2015 se situó en el 23 por ciento y en el primer semestre de 2016 ha subido al 24 por ciento. Habrá que ver si la fuga a Irlanda hace bajar esta cifra en el futuro.