Empresas y finanzas

De conductor de autobús a rey arruinado de la energía solar: la caida del imperio de Miao

  • El millonario chino sufre en sus carnes el estallido de la burbuja

elEconomista.es, Bloomberg

Durante más de dos décadas, el nombre de Miao Liansheng fue sinónimo de energía solar en China. Tras realizar la inversión adecuada en el momento adecuado, su compañía Yingli Green Energy Holding fue creciendo hasta convertirse en el mayor fabricante de paneles fotovoltaicos del mundo. Pero las páginas más amargas de la historia de este sexagenario estaban todavía por escribirse.

Como en los cuentos con moraleja, la culpa de la caída de este empresario, en otros tiempos conductor de autobús y soldado del Ejército de Liberación Popular, la tuvo su excesiva ambición.

El intento de Miao para dominar el mercado solar a nivel mundial ha sufrido por la incapacidad para hacer frente a un endeudamiento mayor del que podía soportar, y su caída en desgracia se ha precipitado después de que Yingli fuese incapaz de hacer frente a un vencimiento de 1.760 millones de yuan (unos 270 millones de dólares).

En la actualidad, la empresa negocia con los acreedores una reestructuración pero su colapso recuerda ya demasiado al sufrido en 2013 por Suntech: aspirar a liderar en el mundo, endeudarte para ello, acumular miles de millones en deuda, asistir a una caída de los precios en el mercado, verse inundado en sobrecapacidad y, finalmente, retirarse.

"No fue sencillo para Miao hacer la compañía tan grande. Las grandes compañías son a veces más frágiles, sobre todo cuando el mercado no es favorable", defiende en tono obvio Zhang Sen, vicesecretario general de la Cámara de Comercio Exterior de Maquinaria y Productos Electrónicos.

Del ejército a la luna

En su ascenso Miao hizo muchos amigos y algunos enemigos. Tras servir 13 años en el ejército, y trabajar como conductor de autobuses de larga distancia (en una época en la que las carreteras chinas no eran como ahora), en los 80 abrió un negocio y comenzó a hacer un poco de todo: desde vender verduras hasta cosméticos, pasando por agua potabilizada. Y en 1993 llegó un momento que cambiaría su futuro: comenzó a importar lámparas alimentadas por luz solar.

Fue ese negocio el que terminó llevándole a producir paneles solares en masa y a exportarlos a medio mundo. Pese a la debacle (su participación vale ahora 17,7 millones de dólares, cuando hace una década su fortuna llegaba a los 2.150 millones), Miao sigue acudiendo puntualmente a la oficina.

A las 7 de la mañana de cualquier día puede encontrársele en su puesto -cuando no está viajando- y desde allí sigue haciendo lo posible mantener el barco a flote. No sólo no ha dejado de creer en la compañía, y conserva la participación pese a que desde 2011 no presenta beneficios, sino que además se asegura que ha utilizado varias veces su fortuna personal para insuflar liquidez a Yiangli.

Ese sacrificio ha tenido al menos un beneficio para la empresa, y es que ha le ha asegurado una reputación de hombre de acero, en cuya palabra se puede confiar. Está por ver sin embargo si el antiguo conductor de autobús sabe hacia dónde se dirige, y si es suficiente con la palabra de un hombre bueno para que éste reconstruya su imperio.