Agua y medioambiente

La agricultura, el turismo y la energía compiten por el agua

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    José Antonio de Luis, María Luisa Atarés

    Acabamos de salir de uno de los años más cálidos de nuestra historia, según la Organización Mundial de Meteorología (OMM) de Naciones Unidas. La OMM estima que la temperatura media global en superficie en 2015 ha sido la más cálida de la que se tiene constancia -un grado Celsius por encima de los niveles preindustriales-, lo que se atribuye a la combinación de un intenso episodio de El Niño con el calentamiento del planeta provocado por la actividad humana. Más noticias en la revista gratuita elEconomista Agua y Medio Ambiente

    La organización estima que de los años 2011 a 2015 ha sido el quinquenio más cálido del que se tienen datos, con numerosos episodios meteorológicos extremos, especialmente olas de calor, por influencia del cambio climático.

    En España, bien la predicción estacional de la Agencia Estatal de Meteorología para este trimestre aleja el fantasma de la sequía -a pesar de que, eso sí, se prevén precipitaciones inferiores a las normales en el cuadrante sureste peninsular y Baleares-, los expertos de todos los ámbitos advierten de las consecuencias que esta tendencia de las subidas de temperaturas a medio plazo va a tener, casi con total seguridad, en la actividad económica de toda Europa.

    Condiciones meteorológocas extremas

    La Agencia Europea de Medio Ambiente (Aema) sostiene en sus informes anuales que esta tendencia de "condiciones meteorológicas extremas, cada vez más frecuentes y económicamente gravosas" afectan especialmente a la Península Ibérica y Rusia occidental.

    "Algunos estudios señalan que, entre 1987 y 2011, hubo en Europa una media de 9.000 millones de pérdidas anuales por los daños por inundaciones. Prácticamente el 70% de la siniestralidad viene por cuestiones de inundaciones. Los seguros agrarios se verán más afectados", asegura Lara Esther Lázaro Touza, profesora de Teoría Económica del Instituto Cardenal Cisneros e Investigadora del Real Instituto Elcano.

    El proyecto Peseta II (Projection of Economic impacts of climate change in Sectors of the European Union) de la Comisión Europea estima que, para el Sur de Europa, a finales de siglo, las pérdidas económicas imputables a los efectos del cambio climático aumentarán un 160% respecto a las pérdidas cifradas hasta ahora. En un escenario de aumento de la temperatura de 3,5 grados, las pérdidas anuales -sólo por inundaciones- superarían los 1.300 millones. Este proyecto señala que los sectores más afectados serían salud, energía y agricultura, pero también el turismo. Concretamente, este mismo proyecto prevé una reducción del 20% de la producción agrícola en la región más meridional del continente, lo que incluye a España.

    Agricultura de invierno

    "Donde estamos teniendo los mayores problemas en la actualidad es en la zona de Levante: Almería, Murcia, Alicante... Básicamente porque en esa zona se concentra una agricultura de mucho capital que se desarrolla en invierno, expuesta a heladas y temporales. Eso, independientemente del riesgo habitual de cara a las posibles sequías cíclicas de la agricultura continental, que nos afectan mucho", nos dicen desde Agroseguro, entidad que agrupa a aseguradoras del sector agrario. Estas mismas fuentes señalan que "resulta difícil aislar exactamente lo que se debe sólo al cambio climático, cuáles son los cambios inducidos por él". Y añaden: "También hay que tener en cuenta que el cambio climático es un riesgo importante para unos y una oportunidad para otros, ya que nuevos cultivos podrían llegar a nuevas zonas".

    Esta tesis coincide con lo que apunta Lázaro Touza, pero también organismos de varios países, como el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), que da por hecho que en los próximos años los cultivos experimentarán un desplazamiento geográfico. "Los países desarrollados del Norte -de Europa- podrían beneficiarse de un aumento en la producción agrícola, como resultado del cultivo de variedades de plantas que hasta ahora no habían podido cultivarse en regiones más frías", afirma la investigadora de Elcano en un informe.

    "Lo que sí hemos observado -señalan desde Agroseguros- y que parece ser coherente con el cambio climático, son las variaciones en las heladas de primavera: las últimas se anticipan, el periodo sin heladas es cada vez más largo. Esto hace que cierta época de riesgo desaparezca, pero también provoca cambios en los estados fenológicos de los cultivos, lo cual hace que puedan surgir otros posibles problemas al alterarse los ciclos. Hay que estudiarlo todo".

    En España, estos cambios en la agricultura afectarían especialmente al noreste y al Levante. Estudios de toda índole en torno a la evolución del clima en España en los próximos años y a la incidencia del cambio climático dibujan un noroeste cada vez más lluvioso y cálido, por un lado, y por el otro, un sur-sudeste -gran parte de la costa de la Comunidad Valenciana y toda la costa andaluza- cada vez más seco. El investigador Javier Ayala-Carcedo, que formó parte del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), apuntaba ya en un estudio en 2000 una reducción constante de las precipitaciones que cifraba en un 2% en las cuencas del norte y en hasta un 17% en las del sur. Por su parte, los datos de de Aemet muestran específicamente un descenso estadísticamente significativo de las precipitaciones invernales en España, el principal componente de nuestras precipitaciones en nuestro país, durante la segunda mitad del siglo XX. Dada la naturaleza del sector agrícola en España, las primeras consecuencias serían la modificación de los periodos de cultivo e incluso la introducción de nuevas variedades que hasta ahora no son las principales.

    En general, según Touza, "se espera que aumente la demanda energética en la producción agrícola en todo el sur de Europa y que las infraestructuras hídricas tengan cada vez menor peso en la producción energética de un país", debido a la disminución de precipitaciones. En definitiva, "se espera un aumento de los costes de producción".

    'Competencia' entre sectores

    Resulta complejo arrojar una cifra exacta de las consecuencias de la climatología en el PIB de España, pero sin duda la hay. Recogiendo datos e informes sectoriales, se constata que el impacto de las condiciones meteorológicas en la economía es indudable y cada vez más determinante. Y ya no sólo al hablar de pérdidas, sino en la alta probabilidad de que diversos sectores sufran profundas transformaciones como las que se han apuntado.

    Los datos de Eurostat dicen que la agricultura y la energía son los que consumen mayores recursos hídricos, así que lógicamente estas actividades son las que están siendo objeto de un estudio más profundo. Puede interpretarse que estamos en un escenario en que las actividades económicas compiten por los recursos, así que el resultado de una hipotética transformación del sistema productivo dependerá del Valor Añadido Bruto que aporte cada una de ellas.

    En esto influye también la capacidad de adaptación de cada sector, y en este punto ha sido pionera la publicación del informe Integración de la adaptación al cambio climático en la estrategia empresarial, patrocinado por el Ministerio de Agricultura en 2014 en el marco del Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC). En él se incluyen cinco estudios de caso de otros tantos sectores: Bodegas Torres (agroalimentario), Endesa (energía), Ferrovial (construcción), Melià Hoteles (turismo) y Renfe (transporte).

    Hipótesis menos drásticas

    El informe trabaja sobre la hipótesis menos drástica, que es la subida de la temperatura en un grado centígrado. En este escenario, fija su atención en el conflicto entre producción de energía hidráulica y las necesidades de riego en ciertas zonas agrícolas de España. Así, prevé que "la mayor necesidad de abastecimiento de agua y riego provocará reducciones en el disponible para la producción de energía y en los ingresos procedentes de su venta en el mercado eléctrico".

    El informe incide precisamente en esa "situación de competencia o conflicto", al llamar la atención sobre la necesidad de una "actuación coordinada en materia de energía hidroeléctrica y aguas entre confederaciones hidrográficas y comunidades de regantes, que no siempre cuentan con las mismas prioridades de actuación". Y concluye que un aumento de temperaturas "contribuye a disminuir los caudales en los ríos, lo cual se traduce en general en una menor producción hidroeléctrica, con independencia de los recursos económicos de que se disponga".

    Todo un país, sus embalses, su turismo, sus infraestructuras, está condicionado por su clima. Y precisamente una de las actividades que mayor aportación hacen al PIB, el turismo, está llamado a sufrir una transformación paulatina. De nuevo el informe del Ministerio de Agricultura, a través del caso práctico de Melià Hoteles, advierte de que el incremento de temperaturas podrá repercutir en el "confort de los turistas", lo que puede derivar en una menor afluencia por elección de otros destinos que tendrían mejores temperaturas.

    Este análisis de riesgo se apunta igualmente en el proyecto Peseta. Pero, además, el informe del Magrama evalúa la sostenibilidad y rentabilidad del sector, al apreciar un mayor consumo de agua y un mayor gasto en aire acondicionado, lo que incrementaría los costes turísticos globales, elevando los precios y haciendo el país menos competitivo también en este sector. "Algunos estudios -señala Touza- avanzan la hipótesis de una reducción del número de turistas de entre el 5 y el 14%".

    Área sensible

    En definitiva, el Sur de Europa, y especialmente España, es un área geográfica especialmente sensible en previsión de un escenario meteorológico de aumento de temperaturas y descenso de precipitaciones. Tradicionalmente los estudios y las actuaciones se han centrado en el sector agroalimentario, debido a la combinación de dos factores: es la actividad que registra mayor consumo hídrico y, aunque cada vez ocupa a menos población activa en el país, conserva una enorme trascendencia socioeconómica en las zonas de regadío.

    Sin embargo, no es descartable que la disponibilidad de recursos hídricos en países como el nuestro empiecen pronto a adquirir un peso específico a la hora hacer previsiones económicas. Azuzados por organismos tan poco sospechosos de alarmistas como la Comisión Europea, responsable de estudios como el proyecto Peseta, sectores tan relevantes en la economía española como el energético o el turístico afrontan ya -o al menos empiezan a valorar la necesidad de una estrategia a medio plazo- la hipótesis de un escenario en el que el consumo de agua incremente sus costes.