La robotización reducirá la ventaja competitiva de los países asiáticos con mano de obra barata
- Cobrar impuestos a los robots solo sería positivo si se hace a nivel global
Mariano Ventosa
La cuarta revolución industrial ha llegado. La forma de producir está cambiando. Máquinas, sistemas ciberfísicos, inteligencia artificial y robots cada vez más inteligentes van a asumir las tareas más repetitivas y peligrosas. Estamos en medio de otra revolución industrial que afectará al orden económico y social. Las industrias serán más eficientes y capaces de incorporar los deseos y necesidades del consumidor, y permitirán pasar del concepto de "fabricación en masa" al de "personalización en masa".
Esta revolución tecnológica obliga a todos a volver a aprender a jugar con nuevas reglas: ahora, la competición internacional que estaba jugando la industria española vuelve a empezar con un nuevo reglamento. Quien aprenda más rápido saldrá ganando, ya que las ventajas se reducen cuando hay cambios tan veloces y profundos como los actuales.
En este sentido, la robotización y la inteligencia artificial reducirán la ventaja competitiva de los países asiáticos basada en bajos costes de la mano de obra, por lo que producir en Europa y en España, cerca de los principales centros de consumo, nos permitirá recuperar parte del terreno perdido. Además, estos cambios acelerados nos obligan a aprender a competir con tecnologías que son nuevas para todos, lo que supone una oportunidad para la industria española.
Nuevos perfiles profesionales
Como ya ocurrió en las anteriores revoluciones industriales, la tecnología hará desaparecer labores ingratas, liberando tiempo de los trabajadores para realizar otras tareas. Por eso surgirán nuevas profesiones. Las más demandadas van a ser, sin duda, las que tienen que ver con la ingeniería y la tecnología, ya que esta nueva revolución va a ser liderada por ingenieros industriales y de telecomunicación.
También están surgiendo nuevas profesiones como la de científico de datos o arquitecto de Big Data. Y desde la universidad somos resposables de identificar con rapidez estos nuevos perfiles profesionales para ofrecer programas adaptados a las necesidades de la nueva industria conectada en la que, cada vez más, la interacción entre robots y seres humanos será muy habitual.
En este escenario debemos ver con optimismo la llegada de estos nuevos compañeros, ya que a largo plazo los robots asumirán las tareas más repetitivas y peligrosas, eliminando profesiones poco cualificadas y mal retribuidas.
Esto hoy ya no es ciencia ficción. Hay fábricas en las que las carretillas mecánicas se han sustituido por robots autónomos que se paran si hay un trabajador en su camino o ceden el paso a otros robots. Decimos "oye, Siri" y "ok, Google" mirando a nuestro teléfono y no es signo de locura, es prueba de que la inteligencia artificial comprende nuestro lenguaje natural. Tanto, que quizá serán considerados como unos trabajadores más. No en vano, hay voces que alimentan la idea de que los robots que destruyan puestos de trabajo deberán pagar impuestos para así poder financiar el coste de la reconversión laboral de los nuevos desempleados. No sería un mal plan si en todos los países del mundo se hiciera lo mismo. Sin embargo, si en España o en Europa decidimos cobrar impuestos a los robots y esta política no es seguida por nuestros competidores en Asia o en América, lo que parece probable, perderemos competitividad. Este es sin duda un tema interesante que requerirá de reflexión y discusión pausada por parte del legislador.