Vigor económico que urge preservar
elEconomista.es
Agosto marca el décimo aniversario del inicio de una crisis histórica que derivó en la llamada Gran Recesión. En 2007, España enfilaba hacia tan sombrío horizonte plagada de debilidades. Los motores de su PIB, como el boom inmobiliario, se agotaban, mientras su déficit exterior batía marcas y el desequilibrio de su sector público iniciaba un alza desordenada.
Diez años después, todo es diferente. En el segundo trimestre, la economía aceleró hasta el 0,9 por ciento, una marca que ningún otro gran país europeo iguala. Ahora no actúan burbujas sino un fuerte despertar del consumo acompañado del auge de las exportaciones. Todo ello coincide con un periodo de creación sostenida de empleo y baja inflación.
Sin duda, España superó en estos últimos años con nota una dura prueba, pero no debe pensarse que las dificultades acabaron. La economía global afronta el reto de asimilar el regreso de las políticas monetarias ortodoxas (como hoy se evidenciará en la reunión de Jackson Hole). Ese fenómeno ya provoca una fuerte alza del euro, que puede lastrar al sector exterior. A ello se suman las tensiones comerciales entre EEUU y China, o el resurgir de amenazas internacionales como el belicismo de Corea del Norte o el yihadismo. En clave interna, España aún encara desafíos como el separatismo o las limitaciones propias de un Gobierno en minoría.
Por tanto, la buena coyuntura económica no debe servir de excusa para permitir que se reaviven desequilibrios que tan funestos resultaron a posteriori, como el avance excesivo del gasto público. Muy al contrario, este nuevo vigor económico debe preservarse, de modo que sirva como barrera defensiva, capaz de impedir que otras crisis golpeen a España con tanta fuerza como la Gran Recesión.