Editoriales

Las causas reales del menor déficit


    elEconomista.es

    Por primera vez, el Gobierno del presidente Rajoy consiguió cumplir con el objetivo de reducción del déficit público fijado por la UE. Es más, en 2016 lo hizo con nota, ya que los números rojos quedaron en el 4,3% del PIB, por debajo de los 4,6 puntos comprometidos. Sin duda, se trata de un hito que merece celebrarse, pero sin dejar de calibrar sus claroscuros. Así, el desglose por Administraciones confirma la crítica situación de la Seguridad Social y la urgencia de abordar la reforma de las pensiones.

    Su agujero del 1,62% es ligeramente mejor que el 1,7% previsto, pero aún así se trata del mayor déficit de su historia. Respecto a las autonomías, bajaron su desequilibrio de 2015 a la mitad, dejándolo en el 0,82%. Ahora bien, 2016 no fue un año común para ellas. A la persistencia de las inyecciones extraordinarias de liquidez, a través de mecanismos como el FLA, se sumó la circunstancia de que el sistema de financiación (aún vigente) arrojó unas liquidaciones a cuenta especialmente cuantiosas: 8.200 millones.

    Y, pese a todas estas ayudas, todavía hay seis autonomías incumplidoras. No menos importante en la tarea de bajar el déficit fue el esfuerzo extra exigido a las empresas, enmendando la caída de los ingresos que la reforma fiscal provocó. Para ello, no sólo hubo que recuperar los pagos anticipados en Sociedades, sino aplicarlos sobre más empresas y elevar sus tipos. Debe reconocerse, por tanto, que en el buen resultado de 2016 actuaron un endurecimiento fiscal de última hora y otros factores excepcionales. Por tanto será en 2017, año que presenta una nueva y exigente meta (3,1%) que cumplir, cuando se demuestre si lo ocurrido en el ejercicio pasado no fue un espejismo.