Los riesgos que aún acechan al PIB
elEconomista.es
España vuelve a desmarcarse en las previsiones del FMI. La puesta al día de sus pronósticos, que coincide con la Asamblea de otoño, contiene una contundente mejora del crecimiento del PIB español. El Fondo estima ahora que nuestra economía crecerá un 3,1 por ciento este año, medio punto más de lo esperado en junio, lo que equivale a la mayor alza aplicada en las nuevas previsiones.
El FMI refrenda así el parecer de la mayoría de los analistas, quienes consideran que no cabe minusvalorar la inercia heredada de años como 2015 en los que una muy afortunada confluencia de factores (petróleo barato, euro depreciado, bajos costes de financiación, despertar del consumo...) propulsó el crecimiento. Ahora bien, constituiría un error desoír el mensaje completo que el Fondo emite.
Así, España es una rara avis en medio de una economía global cuya debilidad le hará crecer este año un 3,1 por ciento, al borde del umbral inferior a los tres puntos porcentuales que se considera recesivo. No es descartable que se alcance, ante las amenazas que suponen el estancamiento de las primeras potencias (muy representativo es el recorte del avance de EEUU), la falta de ímpetu en los emergentes o el golpe al comercio mundial que el populismo entraña. A todo ello deben sumarse las deficiencias internas de España, que no pasan inadvertidas al Fondo.
Éste todavía prevé una desaceleración del crecimiento, hasta el 2,2 por ciento en 2017, y el alto nivel de déficit, deuda y paro le preocupan. No menos importante es la interinidad política. Sus efectos perniciosos sólo empiezan a apuntarse (en la inversión o en el crédito), pero urge atajarlos para que no trunquen las altas expectativas que el PIB español despierta.