Tras el éxito que han tenido los bonos verdes, llegan ahora las emisiones que se lanzan al mercado para financiar proyectos sociales en pleno boom de la ISR.
La inversión socialmente responsable tiene muchas maneras de materializarse en las carteras. La más común es la que obedece a criterios excluyentes que dejan fuera del universo de inversión a sectores ligados al alcohol, tabaco, juego o prostitución entre otros pero la que más ha crecido en los último años es, según los datos de Eurosif, la asociación europea de promoción de inversión con criterios socialmente responsables, la conocida como "inversión de impacto". De hecho, de 2013 a 2015 (últimos datos disponibles) este tipo de estrategias pasaron de concentrar 20.369 millones de euros en activos a 98.329 millones, lo que supone un 120% más y, a diferencia de lo que sucede con otras inversiones responsables, concentradas en los mercados de renta variable, ésta tiene su razón de ser en la renta fija.
A este respecto, los grandes protagonistas de este tipo de estrategias han sido en los últimos años los llamados bonos verdes, emisiones que realizan las empresas para financiar proyectos ligados a la lucha del cambio climático y por los que los que el inversor obtiene un cupón a vencimiento determinado, además de lo que consiga en el mercado secundario por la revalorización en precio ya que la mayoría cotizan. Tal está siendo su éxito que se prevé que acaben el año con nuevo récord (Moody's cree que sumarán 120.000 millones de dólares tras haber crecido solo en los primeros nueves meses del año un 49%), ayudados por el interés que despiertan entre inversores privados ávidos de encontrar alternativas a la poca rentabilidad que ofrece ahora la renta fija y por el impulso que están recibiendo por parte de los Gobiernos- Francia se ha convertido en el primer país en emitir bonos de este tipo-.
Pero a los 'green bonds' les ha salido un competidor en los últimos tiempos igual de responsable pero con diferente objetivo, el de promover proyectos no tan ligados al cambio climático pero sí mejora de la sociedad en general conocidos como bonos sociales. Según la Asociación internacional de Mercados de Capital los bonos sociales son "cualquier tipo de instrumentos que persiguen financiar o refinanciar nuevos y ya existentes proyectos sociales". La estructura financiera de los mismos puede ser de dos tipos, según explicas Jaime Silos, vicepresidente de Spainsif, en un artículo escrito en Forética sobre estos innovadores productos. "Pueden adoptar la forma de un título negociable como un bono convencional y por tanto cotizar en el mercado de renta fija y abonar cupones pactados en el momento de la emisión a vencimiento o el pago de esos intereses puede estar condicionado a determinados objetivos de impacto por lo que el bono se asemejaría más a una estructura que a un bono si la rentabilidad no es fija sino variable". Esto implica que en estos últimos casos se puede ganar mucho más que con una inversión tradicional en bono pero también perder más si las expectativas de un determinado proyecto no se llegan a cumplir se asemejan más a una inversión en capital riesgo que a una en renta fija tradicional.
Según los datos que maneja Social Finance en la actualidad se han emitido 89 bonos de impacto social en el mundo (la mayoría en Reino Unido y EEUU) con los que se han recaudado 322.000 millones de dólares que han mejorado, según sus datos, la vida de más de 100.000 personas . Y eso que en la lista no incluyen los bonos sociales que sí cotizan en mercado entre los que se encuentran dos emisiones españolas. La primera fue la del Instituto de Crédito Oficial (ICO) que en el año 2015 lanzó un bono de este tipo con un plazo de 3 años y que presentaba un cupón anual del 0,50% con el objetivo de invertir el importe captado (1.000 millones de euros) en la creación o mantenimiento de empleo en las regiones españolas más desfavorecidas económicamente.
Su emisión fue muy bien recibida por los inversores institucionales y, según informaron en su momento, fue suscrita en un 33% por Gestoras de Fondos, en un 30% por Instituciones públicas, un 19% en Compañías de Seguros y Fondos de Pensiones, un 15% entre Bancos Centrales y un 3% en bancos privados. Similar éxito ha tenido el primer bono social emitido por la Comunidad de Madrid, que se ha convertido en la primera administración pública española en realizar una emisión pública de bonos sociales un año después de debutar en el mercado de bonos de impacto social. En concreto se trata de un bono sostenible (pueden invertir tanto en proyectos sociales como medioambientales) con el que colocó 700 millones de euros en un bono a 5 años a un tipo de interés del 0,74% cuyo importe se destinará a varios proyectos social previamente seleccionados por la firma de análisis Sustainalitics y que en el mercado secundario ya se revaloriza un 1,89% en apenas ocho meses, según los datos de Bloomberg.
La gestora británica Columbia Threadneedle es uno de esos inversores institucionales que acudieron a ambas emisiones, incluidas en la cartera del fondo Columbia Threadneedle European Social Bond, el único fondo de inversión accesible para el inversor español y que concentra su cartera en bonos sociales cotizados. "Tanto la emisión del ICO como la de la Comunidad de Madrid son dos de las principales posiciones de la cartera. Aunque estos bonos buscan financiar proyectos sociales su rendimiento no depende de que éstos sean exitosos. Seleccionando activamente bonos corportativos que cuenten con impacto social lo que buscamos es generar rendimientos financieros rentables y con carácter social", apunta Simon Bond, gestor de este fondo y también de 'Columbia UK Social Bond Fund', uno de los primeros fondos de bonos sociales que se lanzaron al mercado y casi el único ya que a diferencia de lo que sucede con los bonos verdes, que concentra la estrategia de varios fondos y ETF, los bonos sociales aún son territorio virgen para la mayoría de gestoras.
No sucede lo mismo cuando se habla de la inversión responsable en términos generales ya que cada vez son más las gestoras de fondos y planes de pensiones que recurren a la inversión responsable buscando ese extra de rentabilidad que ya no da la deuda convencional. "En los próximos 10 años los grandes cambios en el mundo del inversor van a ser la adaptación de la tecnología y la integración de la inversión socialmente responsable en todos los activos", apunta Hiromicho Mizuno, responsable de inversiones del mayor Fondo soberano del mundo, el de Japón, en una entrevista con Bloomberg.
Jaime Silos de hecho confía en que el crecimiento que experimente la inversión ISR supere con creces a la tradicional y apunta a varios motivos. "En primer lugar, nos encontramos con un entorno de tipos bajos lo que obliga a los inversores a buscar nuevas oportunidades de inversión que generen retornos alternativos, fomentando la innovación financiera. En segundo lugar, la inversión de impacto se beneficia de la experiencia que ya se generado por la industria de la ISR, que ha permitido integrar en las gestoras de activos competencias en materia ASG. En tercer lugar, porque la industria de la ISR necesita activos invertibles que mejoren el impacto social y ambiental de sus carteras. Por último y quizá, el argumento más potente a largo plazo, es que la inversión de impacto puede generar importantes beneficios a la diversificación de las carteras, reduciendo el riesgo global de las inversiones", afirma este experto.