Las bolsas mundiales no han sido las únicas atacadas este año, el asalto también se ha producido en los bonos a nivel global, que se han movido continuamente al ritmo de unos bancos centrales que empiezan a retirar sus políticas monetarias expansivas, después de inyectar alrededor de 15 billones de dólares a la economía mundial en aras de impulsar el crecimiento, tras la crisis financiera de 2007-2008. Por segunda vez desde 1998, es decir, en dos décadas, ambos activos cerrarán con pérdidas el ejercicio, dejando sin refugios a un inversor que asume números rojos en sus carteras que van del 5% en el mejor de los casos (el de los perfiles defensivos) al 11% en el peor (el de los agresivos que se exponen más a la renta variable).
El saldo en el acumulado del año de una cesta representativa de deuda global son pérdidas del 1,6%, según los índices de Bloomberg y Barclays, con datos hasta el 26 de diciembre, que se han producido debido a la caída que ha vivido su precio (el funcionamiento de la renta fija es inverso al de la bolsa y su rentabilidad sube cuando el precio del bono cae).
Es solo un ejemplo de la sangría generalizada que se ha producido en el mercado de deuda, con pequeñas excepciones en el último trimestre del año, donde sí se han visto compras de bonos soberanos de países europeos como consecuencia de los fuertes descensos de las bolsas, y de la expectativa de que la primera subida de tipos en Europa desde 2011 tendrá que esperar más de lo previsto si continúa la ralentización de la economía (fuego que ha alimentado una curva de tipos que se ha llegado a invertir en Estados Unidos, donde el bono a 2 años ofrece más rentabilidad que el de vencimiento a 5 años, situación que históricamente precede a una recesión).
Aun así, el precio de la deuda pública, en general, retrocede un 2,6%; mientras que el de la deuda emergente cae otro 2,76%, el de la corporativa casi un 4 por ciento y el del high yield (así se conoce a los bonos con alta probabilidad de impago) un 4,5%.
Esos números son el resultado de la retirada gradual de los bancos centrales, en términos de balance, del mercado. Algo que continuará en 2019, cuando no solo la Reserva Federal (Fed) o el Banco Central Europeo (BCE) dejarán de ser unos de los principales compradores de bo-nos, sino que también convergerán en la misma dirección el Banco de Inglaterra y el de Japón. "El impacto de esta contracción de la liquidez en la economía mundial y en los mercados financieros sigue siendo incierto", opina Guillaume Lasserre, jefe de inversiones de Lyxor, firma en la que se mantienen infraponderados en renta fija ante la posibilidad de más subidas de tipos por parte de la Fed.
"En 2019 la protección de los bonos por sí sola ya no debería ser suficiente para preservar las carteras mientras sigan existiendo acontecimientos importantes, que podrían perturbar la economía mundial y el comportamiento de los activos de riesgo", añade. Ante este escenario, algunas casas de análisis optan por elevar la liquidez de cara a 2019 y reducir la exposición a los activos de menor riesgo, como son los bonos.
El apetito desatado en el último trimestre por la deuda pública no solo ha tenido lugar en Europa. La rentabilidad del bono americano a 10 años se ha reducido del 3,23% de principios de octubre al 2,74%. Además de generar una rentabilidad por precio del 4%, esta caída tiene una consecuencia más y es que lleva a los inversores a plantearse porqué comprar un bono ahora si probablemente ofrecerá una rentabilidad más elevada en un futuro próximo a medida que los bancos centrales suban los tipos de interés. De entrar ahora y cumplirse ese escenario, asumirían pérdidas.
Esa menor preferencia por la deuda puede convertirse en una amenaza real si finalmente se reduce la demanda de bonos corporativos, ya que las empresas encontrarán más dificultades para lograr financiación en el mercado o elevarán sus costes al tener que pagar más por sus bonos. "La liquidez será un factor clave en 2019", dicen en Clearbrige Investments, filial de Legg Mason, "con la posibilidad de que las condiciones crediticias se endurezcan y afecten a los precios de la renta variable. La reciente debilidad del mercado podría mantenerse, y los valores podrían alcanzar mínimos antes de volver a repuntar".
Aunque las previsiones para la renta fija en 2019 es que genere rentabilidad por precio (ver gráfico), parte de la recomendación de los expertos de mantenerse alejado de este activo se basa en la volatilidad que se espera del mismo. "A medida que la política monetaria vuelve a establecerse, numerosos activos deberán valorarse sin el importante apoyo prestado por los bancos centrales. En algunos casos, esto podría conllevar importantes ajustes", explica Bob Jolly, director de estrategia macro de Schroders.