Nuestras perspectivas para 2023 adelantaban que este año iba a ser difícil para los inversores. Un entorno macroeconómico que seguiría siendo complicado debido a una inflación aún demasiado elevada y tipos al alza ante el surgimiento de riesgos para la estabilidad financiera en un espacio fiscal restringido y una creciente fragmentación política ha conducido durante el primer semestre del año a tendencias monetarias de menor duración y niveles de volatilidad aún superiores a la media.
No obstante, el inicio de la segunda mitad del año parece apuntar en otra dirección. La ralentización del ciclo de subidas mundiales, con los tipos de interés oficiales ya en su nivel terminal o cerca de él, está conduciendo a una disminución gradual de la volatilidad. En cualquier caso, mantenemos que la baja volatilidad será puesta a prueba a medida que los efectos de la política monetaria empiecen a hacerse más visibles y el trade-off entre mantener los tipos "altos por más tiempo" y evitar la recesión ponga en jaque la actual postura de la política monetaria.