La tarjeta bancaria se transforma en joya: bastará un anillo para pagar
- CaixaBank facilita la vinculación de sus tarjetas MasterCard con sortijas y ultima el desarrollo para Visa en 2025
Eva Contreras
La obsesión por convertir el pago de las compras con tarjetas en una experiencia fácil y satisfactoria para el consumidor abona el ingenio y la sofisticación financiera. Hace años que el dinero de plástico se coló en los teléfonos, analógicos e inteligentes, y germinaron los proyectos para impulsar su introducción en complementos y accesorios de vestir. La tecnología estaba lista y que el lanzamiento prenda de manera más o menos masiva era solo cuestión de tiempo. CaixaBank la mete ahora en la joyería. Su tecnología permite pagar ya con anillos fabricados ad hoc con dicha funcionalidad que se vinculen a tarjetas emitidas por el banco bajo la marca Mastercard y trabaja en el desarrollo que habilite su extensión a las unidades acuñadas junto a Visa durante el primer trimestre de 2025.
La fórmula mágica es simple: las sortijas incorporan en su diseño el tradicional chip NFC y bastará con acercar la mano al terminal punto de venta (TPV) del comercio para que el pago se resuelva al instante con tecnología contactless, sin tener que sacar la cartera ni buscar el dinero de plástico. Como en cualquier tarjeta tradicional, el cargo va directo a cuenta y solo requerirá PIN si excede la cuantía usual -50 euros-.
La tarjeta nació en 1950
Se trata de la penúltima creatividad de una forma de pagar que nació antes de la Primera Guerra Mundial. El concepto de la tarjeta bancaria se remonta a 1914, cuando Western Unión ingenió en EEUU un dispositivo para que sus clientes más selectos tuviesen un trato preferente y una línea de crédito sin cargos.
Hoteles, grandes almacenes y compañías gasolineras copiaron el "pase Vip" para sus usuarios, pero la Crisis de 1929 frenó en seco el avance y no será hasta 1950 cuando Frank McNamara, director de la Hamilton Credit Corporation, lanza, junto a su socio Ralph Schneider, The Diner's Club, considerada oficialmente como la primera tarjeta de crédito moderna. Su invento surgió de un incómodo episodio: tuvo que ser socorrido financieramente por su mujer tras advertir que no tenía dinero para pagar una cena de postín con invitados. Las décadas siguientes fueron de expansión del modelo, de exportación a otros mercados y de incorporación a los diferentes verticales de industrias y comercios.
Con la eclosión de la tecnología, las fábricas de los grandes emisores han ido desarrollando los proyectos más innovadores, a menudo muchos años por delante de una aplicación efectiva. Un ejemplo sería el caso de esta nueva posibilidad de pagar con la mano, cuya invención y testeo inicial se remonta una década atrás en el tiempo, pero sin la sofisticación ahora adquirida y, lo que es más importante: sin que hubiese en el mercado anillos a precios relativamente accesibles que faciliten su adopción.
CaixaBank no prepara lanzamientos comerciales al no fabricar dichos dispositivos. Pero el paso adelante, adaptando la tecnología para que sus titulares de tarjetas puedan vincularlos, lo toma el banco con mayor cuota de mercado en el negocio de medios de pago (copa un 31% en la facturación en comercios).
La entidad ha sido, de hecho, pionera en el lanzamiento de servicios financieros adaptados a dispositivos wearables ("llevables" o "vestibles") y ya en 2014 impulsó productos como la primera aplicación del mundo para relojes inteligentes smartwatch, una aplicación para localizar oficinas y realizar conversión de divisas con Google Watch, o la primera pulsera Visa contactless.
Precios accesibles
Su visión es facilitar el vínculo de la tarjeta con cualquier artilugio accesible en el mercado pensado para pagar. En la actualidad permite enrolar sus tarjetas en los watch de Apple, de Google, o de GarminPay, en dispositivos Fitbit y en relojes analógicos de la marca Swatch, con una solución de chip incorporado asimilable a la prevista para los anillos.
¿Qué oportunidades atisban los fabricantes? Una sortija es un complemento pequeño, que no requiere batería, soporta golpes y es resistente al agua, características que lo convierten en ideal para momentos de playa o actividades deportivas donde pueda hasta ser un alivio no cargar con billeteras ni smartphones. Es más difícil de sustraer por un descuido y comparte la ventaja de todo dispositivo contactless de habilitar el pago sin tocar máquina alguna.
El consumidor, especialmente el español, es un early adopter de nueva tecnología y los 400-500 euros con que se estrenaron en el mercado son historia y hoy existen alternativas cercanas e, incluso, inferiores a los 100 euros en las versiones menos sofisticadas -incluso de los originales-.
Nadie vaticina el fin del efectivo pese a que su uso se achica año a año y especialmente tras el cambio de hábitos introducido a raíz de la pandemia del Covid-19. Según un reciente estudio del Banco de España, los consumidores todavía abonan el 59% de las compras en los comercios con dinero contante y sonante, pero un 30% de los ciudadanos de entre 18 y 64 años citan la tarjeta como su medio de pago principal y entre aquellos de 18 a 34 emerge otro 30% que lo hacen con dispositivos móviles.