Pymes y Emprendedores

José Moncada: "La Bolsa Social no es para especular, es para apoyar proyectos de la economía real"

  • Plataforma de equity crowdfunding para empresas con impacto social
  • Aprobada por la CNMV, ha levantado más de 1 millón de euros
José Moncada, director general de La Bolsa Social. <i>Foto: Lucho Dávila</i>

Pablo González Portela

Auara, Farmidable o Whatscine son empresas que puede que todavía no conozca, pero cuyo modelo de negocio sí empieza a valorarse cada vez más entre los consumidores. Las tres son organizaciones con impacto social, capaces de llevar a cabo un desarrollo sostenible y ser competitivas sin descuidar el medioambiente o los colectivos en riesgo de exclusión social. Además, guardan una cosa más en común: todas ellas han obtenido financiación gracias a la Bolsa Social, una plataforma de 'equity crowdfunding' que pone en contacto a inversores y empresas con impacto social y que ya cuenta con una red de más de 2.800 usuarios.

José Moncada, director general de esta particular bolsa online, no concibe empresas inconscientes, inversores sin valores ni consumidores irresponsables en el camino hacia una sociedad en la que la inversión de impacto social parece que jugará un papel fundamental en los próximos años. 12 años fue el tiempo que invirtió Moncada en su carrera en política financiera hasta crear la Bolsa Social, un proyecto que ya presume de enriquecer un ecosistema de emprendimiento social que no descuida la solidez de un plan de negocio y la rentabilidad ofrecida a sus inversores. De funcionario europeo a inversor y emprendedor social, la pregunta es obligada para Moncada.

¿Cómo se convierte un euroburócrata en emprendedor social?

Creo que por vocación. Cuando estaba en París trabajando en ESMA (European Security and Markets Authority) conocí el fenómeno del emprendimiento social y a emprendedores de distintos estados miembros de la Unión Europea, además de inversores de impacto social. Ahí es cuando descubrí que vale mucho la pena. Me atrajo mucho esta disciplina de la empresa aplicada a lo social y me planteé por qué no crear un espacio en el que se encontraran estos inversores que tienen estas inquietudes sociales con estas empresas que necesitan capital. La idea me atrapó. Vi que había una necesidad y una oportunidad, y después de haber agotado una etapa en las administraciones europeas decidí dar el salto a la empresa privada.

¿Podría destacar algún punto y aparte que le llevara a tomar la decisión de dejar la política financiera?

Recuerdo una conferencia en Estrasburgo en enero de 2014 en la que se hablaba de innovación social y de emprendimiento social, una gran conferencia que fue atendida por varios comisarios europeos. Ahí conocí a muchos emprendedores sociales, me gustó mucho la energía que desprendían, el optimismo, el dinamismo, su audacia. Allí conocí el concepto, y poco a poco me fui enamorando y descubriendo que yo necesitaba algo más aparte de lo que estaba haciendo.

Hablando de Europa, este año ha entrado en vigor la Directiva de información no financiera aprobada por el Parlamento Europeo en 2014 a partir de la que cerca de 6.000 empresas tendrán que presentar informes no financieros sobre cuestiones como su impacto medioambiental. ¿Qué impacto cree que tendrá en su ámbito de actuación esta medida?

Es una medida muy interesante y positiva porque, efectivamente, se empieza a poner como norma escrita algo que, en mi opinión, ya es el resultado de un cambio de mentalidad. Cada vez más gente se da cuenta de que no se puede hacer economía sin valores. Vivíamos en una especie de esquizofrenia en la que a la hora de tomar nuestras decisiones económicas, de ahorro, de inversión o de consumo, mirábamos el precio, el beneficio, la rentabilidad y el riesgo. Es como si hubiéramos apagado los valores éticos, sociales o medioambientales. Esta medida es un paso muy importante para reconocer que las empresas tienen un impacto en la sociedad.

Mientras crece la importancia por el desarrollo sostenible en Europa, en las empresas se refuerzan las políticas de RSC, los fondos prestan más atención a las inversiones con impacto y los consumidores son cada vez más responsables. ¿Podemos hablar de una "sociedad consciente"?

Podemos hablar de los primeros pasos de una cultura consciente. Sí son signos muy positivos, pero todavía hay mucho por desarrollar, muchos pasos que dar. En algunas empresas la RSC es más RSD, es decir, responsabilidad social decorativa. De todas maneras, las nuevas generaciones eso lo tienen en cuenta. La gente joven tiene muy metido el tema de los valores. Cada vez más la gente no acepta que las empresas tengan comportamientos que no sean éticos, y ahí el consumidor tiene mucho poder de decisión.

Sin embargo, en el índice de sostenibilidad de Dow Jones de 2016 solo se encontraban 18 empresas españolas, y no fue hasta 2016 que se sumaron entidades financieras como CaixaBank a los Principios de Inversión Responsable de Naciones Unidas de 2005. Parece que llevamos un cierto retraso en España con respecto a nuestros vecinos europeos?

Creo que como en muchos temas vamos por detrás, pero precisamente eso significa que tenemos un campo por delante muy interesante que recorrer. Si comparamos los datos de inversión de impacto social de nuestro país con los de los países de nuestro entorno, la verdad es que las cifras son demoledoras. Según datos de Eurosif (European Sustainable Investment Forum) de 2015, países como Holanda tenían invertidos alrededor de 8.000 millones de euros en activos de inversión en impacto social.

En Francia me parece que hablaban de 2.000 millones y en Reino Unido de unos 1.500, mientras que en España solo pudieron contabilizarse 86. Esto demuestra que nuestro país tiene mucho camino por recorrer. ¡Anda que no tiene problemas sociales, y anda que no tiene emprendedores muy interesantes para resolver estos problemas sociales y medioambientales!

Ha comentado en otras ocasiones que la banca y su plataforma son vías de financiación complementarias. ¿Qué papel ocupa cada una dentro de la inversión de impacto social?

Creo que somos complementarios porque vamos a financiar empresas que están en un estadio distinto de su evolución. La financiación bancaria se dirige a empresas que tengan un circulante reconocido y un historial que permita a la banca dar un préstamo con garantías de que lo va a recuperar; mientras que la inversión de impacto social en forma de capital, el 'equity' que nosotros hacemos, se dirige a empresas que estén en unos estadios más anteriores o más iniciales.

Foto: Lucho Dávila

El 'crowdfunding' ya cuenta con una ley que regulariza su existencia en el marco regulatorio gracias a la ley de Fomento de Financiación Empresarial. Sin embargo, ésta parece que todavía limita el crecimiento de plataformas como la suya?

La financiación participativa es un sector que debía regularse, y en ese sentido es muy positivo que se haya reconocido, que se haya regulado esta actividad y que se pongan límites, normas y estándares a aquellas entidades que quieren operar. La ley establece unos estándares de calidad y unas barreras de entrada que son interesantes para dar confianza al inversor y seguridad a este marco. Y para ello es importante que la CNMV nos supervise.

Dicho esto, es cierto que la ley establece algunas limitaciones que quizá no están bien justificadas y no se entiendan bien. Quizá es por un exceso de celo por parte del legislador, para matar moscas a cañonazos estableciendo normas demasiado estrictas en algunos puntos; pero hecha esta salvedad, creo que la ley es positiva.

Pese a las limitaciones, ustedes han conseguido unos buenos números. Ya han superado la barrera del millón de euros en financiación. ¿A qué achacaría el éxito de este comienzo, además de a la prácticamente inexistencia de plataformas como la suya hasta la fecha, o a la misma publicidad que supone ser la primera plataforma de 'crowdfunding'que aprueba la CNMV?

Nuestro secreto del éxito no es ningún secreto, es nuestra vocación. Perseguimos dos objetivos sociales. En primer lugar, queremos ayudar a provocar un cambio positivo en la economía, apoyando a través de la financiación a empresas que tienen la misión de mejorarnos como sociedad.

En segundo lugar, pretendemos difundir la cultura de la inversión de impacto social en España. Y lo que hemos hecho es ser muy rigurosos y muy profesionales. Por ese motivo no empezamos a operar hasta que no tuvimos la autorización de la CNMV. Además, nos hemos rodeado de partners muy importantes, como son Analistas Financieros Internacionales, Triodos Bank o Gómez-Acebo & Pombo.

Somos muy selectivos. Publicamos proyectos que pasen nuestro comité de selección, que está compuesto por seis expertos financieros con distinta experiencia. Exigimos que las empresas cumplan como mínimo tres requisitos: que tengan la misión de producir este impacto positivo y que sea medible, que muestren potencial de crecimiento y que dispongan de un buen modelo de negocio.

Además, somos muy transparentes, damos mucha información sobre las empresas que publicamos. También somos muy claros respecto a los riesgos. No queremos que haya inversores inadvertidos, que inviertan únicamente porque esto es social. Decimos que son inversiones de capital paciente, comprometidas con el capital social de la empresa, capital no especulativo. La Bolsa Social no es para especular, es para apoyar proyectos de la economía real, proyectos que son potencialmente rentables y que tienen esta misión de producir una sociedad mejor.

¿Son rentables los proyectos financiados?

Necesitamos tiempo para que estas inversiones maduren. Las empresas reportan periódicamente a sus socios, tanto sobre su resultado económico como sobre su impacto social. Los informes varían dependiendo de la empresa y son pocos porque no hemos tenido tiempo, pero son positivos.

De los cinco primeros proyectos financiados, tres están vinculados a la alimentación. Pese a que la muestra no es numerosa, ¿podría derivarse alguna tendencia de esta afirmación?

Cada vez más gente se preocupa por llevar una alimentación sana y equilibrada, además de respetuosa con el medioambiente. Es un sector de la economía que tiene muchas implicaciones, tanto de impacto social como medioambiental.

La sociedad española empieza a querer conocer más lo que come, pero no parece entender la existencia de modelos lucrativos y no lucrativos en un mismo negocio. Ustedes lo han dejado claro poniendo la palabra 'bolsa' en su marca.

Es cierto que desde el punto de vista cultural nos encontramos con diversas concepciones que quizá están un poco desfasadas, como el hecho de pensar que no se puede buscar la rentabilidad en algo social. Nosotros creemos que sí, y se está dando en todo el mundo. De hecho, los fondos de capital riesgo de menos de 100 millones de euros que han invertido en empresas con impacto social han obtenido una rentabilidad de 9,5 en TIR, frente a fondos de capital de riesgo convencionales de la misma cantidad que han obtenido una rentabilidad del 4,5, según un estudio de la Global Impact Investing Network de 2015.

Es cierto que existe una cultura que puede llegar a estigmatizar un poco la búsqueda de rentabilidad en las inversiones de impacto social. Nosotros decimos que no, y que es bueno que haya empresas sostenibles con un buen modelo de negocio y que tengan la misión de arreglar un problema que tiene la sociedad. En el propio Tercer Sector se están dando fenómenos de transformación.

Las entidades lucrativas vivían a fondo perdido, no se preocupaban por la sostenibilidad en la medida en que eran financiadas por las administraciones públicas y los donantes. Debido a la crisis se produjo un corte en el flujo de financiación y muchas de ellas tuvieron que reinventarse buscando modelos sostenibles.

¿Están preparados los emprendedores sociales para asumir sociedades limitadas de interés general?

La sociedad limitada de interés general es una cosa muy especial que no funciona. Hay emprendedores de su padre y de su madre. Conozco emprendedores sociales que compiten con cualquier tipo de emprendedor. Es cierto que otros emprendedores que proceden más del mundo social, de esa formación en el Tercer Sector, están menos familiarizados con la sostenibilidad y su modelo de negocio, pero para eso hay excelentes aceleradoras e incubadoras de empresas sociales que hacen una gran labor aportándoles esa parte de formación empresarial de la que algunos de ellos carecen.

Como bien apuntaba antes, diferentes estudios centran su atención en las nuevas generaciones cuando hablan del creciente interés de la sociedad por empresas que sean responsables con su entorno. ¿Cuenta por tanto la Bolsa Social con un inversor diferente al del fondo de inversión tradicional?

El perfil de nuestro inversor es muy variado, pero le diría que hay dos diferencias. En primer lugar, el inversor tradicional de un fondo de inversión tradicional quizá delega mucho su inversión en el gestor, mientras que el inversor de la Bolsa Social conoce la empresa en la que está invirtiendo porque ha visto toda la información y se ha tomado la molestia de conocerla. En segundo lugar, nuestro inversor es un inversor consciente, que sabe que el dinero es un instrumento para obtener rentabilidad, pero no solo para tener una rentabilidad económica sino para tener una sociedad mejor apostando por proyectos que la están mejorando de una manera eficaz, práctica y concreta.

Este tipo de inversiones se caracteriza por la rentabilidad a largo plazo. ¿Está preparada una nueva generación que basa su actividad en la inmediatez para lo que ustedes llaman "capital paciente"?

A esta generación lo que le pasa es que no tiene dinero, por eso no invierte mucho. De todas maneras, es una cuestión que explicamos. No se puede invertir sin entender eso.

Usted está acostumbrado a la burocracia europea. ¿Serán los futuros inversores tan pacientes?

No les queda otra. Si quieres inmediatez no puedes optar a mucha rentabilidad. Es cuestión de lógica financiera. Y cuanto más riesgo asumas en tu inversión, más rentabilidad podrás obtener.

Tenemos entonces que aprender a ser pacientes...

Yo creo que tenemos que aprender a ser pacientes y a ser conscientes de dónde ponemos nuestro dinero y qué impacto tiene. A lo mejor puede ser que con nuestro dinero en nuestro fondo de pensiones o con nuestros ahorros, el banco o la gestora del fondo de pensiones esté invirtiendo o financiando la guerra de Siria o la destrucción del medioambiente. Eso no lo sabemos y, sin embargo, como ese dinero nos da un X% no nos plantemos más cosas. Debemos ser pacientes, pero sobre todo conscientes.

Foto: Lucho Dávila