Un nuevo algoritmo luchará contra la desertificación
- Solo la mitad de los 193 Estados miembro de la ONU están preparados contra estos fenómenos
- A consecuencia del cambio climático mundial los fenómenos adversos son cada vez más extremos
elEconomista.es
El planeta se calienta. Los últimos ocho años han sido los más cálidos desde que existen registros, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Concretamente, en Europa, las fuertes sequías sufridas, las grandes inundaciones, las temperaturas extremas y algunos catastróficos fenómenos meteorológicos, son respuestas a una climatología que está cambiando por la emisión de gases de efecto invernadero.
La cruda realidad es esta, pero, ¿realmente el ser humano en 2023 está preparado contra los adversos elementos de la naturaleza? Un reciente estudio publicado en la prestigiosa revista científica Nature, que analiza cómo cambian los factores involucrados en el riesgo entre dos episodios de inundaciones o de sequías que se habían producido en el mismo sitio, pero, importante, separados en el tiempo por diez o más años, concluye que a día de hoy la vulnerabilidad frente a inundaciones y sequías a nivel mundial se ha reducido, pero, sin embargo, la gravedad de impactos siguen aumentando.
Los resultados que se extraen muestran, además, cómo ese aumento es particularmente notable en el segundo caso al presentar más peligrosidad que el primero, es decir, mayor intensidad y magnitud. Y pese a que la gestión del riesgo ha evolucionado considerablemente atendiendo a parámetros de episodios sufridos anteriores, todavía no hay un plan diseñado para hacer frente a acontecimientos atmosféricos tan extremos. El estudio concluye, por tanto, que la dificultad observada a la hora de gestionar eventos adversos sin precedentes es alarmante, dado que a consecuencia del cambio climático cada vez son más extremos.
El factor principal para esta disminución de la vulnerabilidad es, según este informe corroborado también por la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, la mejora y eficacia de los sistemas de alerta temprana de dichos fenómenos. El aumento de los impactos es, sin embargo, consecuencia directa de la cada vez mayor exposición de los recursos materiales y humanos en el mundo, que genera efectos como estos: la interrupción de durante varios días o semanas de la producción o posibles epidemias de cólera, malnutrición o deshidratación, entre otros.
Aún así, la gran mayoría de los países, según datos oficiales de la Organización de las Naciones Unidas, no están preparados para afrontar a día de hoy inundaciones o sequías extremas, pues tan solo la mitad de los 193 Estados miembro tienen en marcha un adecuado sistema de prevención de este tipo de riesgos.
La desertificación de los bosques
Entre las muchas catástrofes naturales, materiales y humanas que pueden sucederse a consecuencia de las condiciones climatológicas extremas, destaca la desertificación de los bosques por su vital importancia. Y es que además de ser los lugares donde vive más del 75% de la biodiversidad terrestre mundial, suministran agua potable a más del 33% de las ciudades más grandes del mundo, entre otras muchas otras razones que los hacen imprescindibles para la supervivencia del ser humano.
Para prevenir que esto vaya a más, destaca una reciente investigación española liderada por Giulio Tirabassi y Cristina Masoller del grupo de investigación Dinámica no Lineal, Óptica no Lineal y Láseres (DNOLL) de la Universidad Politécnica de Cataluña-BarcelonaTech (UPC) que ha estado analizando durante meses el estado de la masa forestal de los grandes bosques tropicales en a través de los datos satelitales proporcionados por el instrumento Moderate Resoltion Imaging Espectroradiometer (MODIS) de la NASA, que registra la cantidad de árboles que viven en las diversas áreas boscosas de la Tierra.
Cruzando estos datos con el historial de precipitaciones de lluvia caída en los mismos bosques, estos científicos catalanes han podido identificar áreas específicas de los bosques tropicales que están en riesgo de cruzar el peligroso punto de no retorno. Posteriormente, se ha podido establecer una clara proporción estadística que permite relacionar de forma progresiva la disminución de lluvia con el aumento en el riesgo de desertificación de los bosques.
El resultado es un algoritmo basado en la entropía espacial de permutación, según terminología científica. Gracias a él, los gestores de grandes reservas naturales del mundo podrían prever la proximidad a ese punto de no retorno para un bosque que se va degradando hacia la desertificación, a consecuencia de la falta de lluvia o, también, de la tala descontrolada de árboles.
Y después de la detección del riesgo claro de la desertificación de bosques, en fases de investigación también desde otros países, lo siguiente será diseñar y desarrollar la tecnología necesaria para alejar de este grave problema a estas áreas geográficas en estado tan crítico. Que la ciencia avance rápido es crucial para que deje de cruzarse esa línea de no retorno que, desgraciadamente, ya se ha traspasado en varias hectáreas de los denominados como los pulmones del mundo.