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EEUU impacta al mundo con una biblioteca única en Kansas City

La creatividad nos sorprende en los lugares más inesperados. En una cumbre del Tibet, en un restaurante bajo el mar... o en forma de libros de 9 metros de alto y 3 metros de grosor en la América Profunda.

Dicen que no debemos juzgar a un libro por su cubierta. La realidad es que, como en el amor a primera vista las tapas de una novela son lo primero que entra por los ojos. Juegan un papel determinante. Y no es superficialidad literaria, sino lógica, márketing. No sabemos qué esconden las páginas. El título, la ilustración, la reseña, la tipografía, el tipo de papel y el nombre del autor son la única carta de presentación en nuestra primera cita a ciegas con un libro que, ¿llega a nuestras manos por casualidad?

La presentación en materia narrativa es tan importante como en la gastronomía: antes de que un plato llegue a tu estómago, primero te tiene que entrar por los ojos. Tiene que resultar llamativo, sorprendente. Y si esa fórmula se aplica a la cubierta de un libro, ¿por qué la fachada de una biblioteca, el alma máter literaria debe ser una excepción?

La Biblioteca Comunitaria de Kansas City es un monumento consagrado a la literatura. Al igual que los egipcios grababan jeroglíficos con el nombre de sus dioses e imágenes suyas en las paredes de templos y tumbas, esta biblioteca se empapa del espíritu fantástico y misterioso que encierran las historias. Desde las estanterías de sus pasillos hasta su fachada, decorada como si de una fila de libros dispuestos como fichas de dominó se tratase. Libros dentro de libros que hilan palabras escribiendo una historia interminable.

El proyecto nació como una idea para revitalizar el centro de la ciudad y maquillar el rostro de la biblioteca con el fin de hacerla más fresca, original, atrayente e inspiradora. Que la gente se detuviera a su paso y sintiera deseos de descubrir el tesoro de papel que se esconde tras sus paredes. Por ello, se les preguntó a los habitantes de Kansas qué obras, a su parecer, eran las que mejor representaban la esencia de la ciudad. Tras una criba, los títulos se convirtieron en las encuadernaciones del impresionante diseño de la fachada.

Tras su lavado de cara, el edificio parece una estantería de novelas gigantes encalladas entre dos torres acristaladas en las esquinas, que hacen las veces de sujetalibros. También los altos peldaños de piedra de la escalera principal han sido tallados en forma de volúmenes dispuestos como una pirámide escalonada, e invitan a escapar de los cómodos sillones de las salas de lecturas y sentarse en el exterior, expuesto a la luminosidad del cielo y al bullicio urbano. Las conversaciones de los caminantes, el ruido de los cláxones y el timbre de las bicicletas son la banda sonora que acompañan al lector durante las primeras páginas, pero se apaga en la lejanía conforme avanzan los capítulos y la historia lo absorbe por completo. Hasta llegar a un mágico punto de inflexión en que sus pensamientos, su cabeza, todo su ser, se funde con las palabras y se traslada sin percatarse al escenario de la trama, formando parte de ella. Un punto en el que el lector se encuentra en la calle de cuerpo presente, pero de mente ausente.

Y antes de que nos percatamos, ya no estamos en Kansas.

El interior del edificio es un verdadero laberinto que invita a perderse por interminables estanterías forradas de libros sin brújula alguna, guiándote por el instinto del lector. Un sexto sentido que nos hace acariciar los lomos con delicadeza y pasear la mirada de título en título tratando de adivinar qué significa, qué esconde, qué nos sugiere. Sin pestañear, sin percatarnos de quién camina a nuestro lado, como un sonámbulo que posee mirada de rayos infrarojos. El catálogo de autores que dispone la biblioteca se alarga tanto como la sombra del ciprés de Miguel Delibes. Best-sellers internacionales de todas las vertientes literarias, clásicos, premios literarios, dramas, ensayos, obras filosóficas de ambos lados del Atlántico... Además, en su afán por modernizarse y acercarse a las nuevas generaciones rompiendo el tópico de que "los jóvenes no leen", se han abierto al horizonte e-book con una lista de títulos de libros electrónicos. Y un ala del edificio ha sido despoblada y convertida en filmoteca, donde el cine en blanco y negro convive con los últimos estrenos americanos de indudable magnetismo.

Su primera planta, no obstante, recuerda vagamente al antiguo banco que albergó el edificio hasta 1906. Con sus salas de altos techos, sus esbeltas columnas y sus elegantes lámparas que se balancean en amplias salas de suelo marmóreo donde resuenan los pasos con un eco de ultratumba. Antes de abrir un libro, el vestíbulo de la biblioteca ya nos sumerge con su exquisitez inusual en el ambiente de un salón de baile, llevándonos un paso más allá en el mundo de la imaginación. De hecho, debido a su singular belleza, muchas de las habitaciones del primer piso se han destinado para celebrar eventos que no versan precisamente sobre narrativa. Un regalo para sus muros color crema, que han presenciado conferencias, ferias e incluso bodas y besos de amor que parecen sacados de un cuento de hadas.

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