Brasil es el país de samba y carnavales; pero sobre todo, de la belleza silvestre. Flores desde la calle a las pasarelas, desde la selva hasta los balcones de las casas... Y ahora también, sus raíces se convirten en los cimientos de una vivienda que crece en la playa de Angra dos Reis y abre sus pétalos al ritmo de la bossa nova.
Aunque la Casa de Hojas parece hija de la naturaleza por su contorno florido, en realidad es obra y gracia de los arquitectos de Mareines + Patalano. Las edificaciones indígenas propias de su tierra hicieron germinar la semilla del ingenio y, al poco tiempo, brotó en sus planos el boceto de una residencia que combina lujo, naturaleza y materiales reciclados, en un intento de crear una vivienda capaz de camuflarse con su entorno sin perder un pistilo de originalidad y de contrarrestar el clima húmedo y de altas temperaturas que azota constantemente las tierras brasileñas. Por ello cuenta con los últimos avances en tecnología ecoeficiente, como un sistema de reciclaje del agua de lluvia que se emplea en jardinería y en los servicios sanitarios, que se adapta centímetro a centímetro a la estética de la estructura. Aunque también han recurrido a técnicas clásicas, como aprovechar al máximo todos los espacios abiertos por donde circulaba mejor la brisa para edificar, generando un sistema de aireación natural que ayuda a contrastar el calor intenso y la presión.
Vista desde el cielo, la casa tiene aspecto de una gran flor de seis pétalos de color marrón-grisáceo. Sus padres buscaban diseñar una estructura original pero no chocante, que no dejara a nadie indiferente pero que no destrozara el entorno. Prueba de ello es que su armazón interno está compuesto de madera, y que el mismo material conforma la piedra angular sobre la que se ha diseñado la decoración. Las escaleras, las paredes, el entramado de vigas y columnas por las que reptan plantas enredaderas o el parqué del porche salpicado de frondosas palmeras, como surtidores de hojas esmeralda. Todos aportan su grano de arena para levantar una casa que se nutre de la naturaleza y consigue fundirse en uno de los mayores pulmones verdes del planeta.
Sus espaciosas habitaciones se distribuyen en dos plantas. A muchas de ellas les faltan paredes o las han sustituido por amplios ventanales, de forma que se convierten en terrazas que se abren al exterior, favoreciendo la captación de luz natural y experimentos arquitectónicos. Uno de los mejores ejemplos es la sala cuyo suelo se inundó parcialmente por los bordes, dando la sensación de encontrarnos ante una isla ovalada con dos butacas, un pequeño refugio donde aislarnos del mundo y sumergirnos en una trepidante novela de aventuras. O colgar cientos de hamacas en los patios inferiores y balancearnos perezosamente contando los pétalos que forma el tejado de la casa. Hasta dormirnos en este oásis, con el rumor de las olas y la brisa susurrando una canción de cuna.