
Tailandia se escribe con ?t? de "tradicional". Tailandia es el país que no envejece, que a pesar de los episodios bélicos y las diferencias que la alteren, de algún modo permanece impasible ante el avance de occidente con sus templos, ruinas y vegetación virgen. Donde pasear a lomos de un elefante es lo más normal del mundo. Incluso en Bangkok, que ha sido colonizada por los rascacielos del siglo XXI, encontramos estas costumbres y reliquias arquitectónicas abriéndose camino entre el progreso.
Pero en lugar de acudir a la capital, el mejor destino para los viajeros es Chiang Mai: el puerto bañado por el río Ping y enclave estratégico para visitar las distintas tribus autóctonas de las montañas en una ruta a pie o a elefante que te desvelará las vistas más espectaculares de las montañas tailandesas.
Aún se aprecia en Chiang Mai el antiguo corazón cultural, político y religioso del país que fue en su nacimiento a manos del rey Mengrai (también fundador de Chiang Rai). Se aprecia en los templos que se erigen orgullosos en la periferia, escapando de la hambrienta naturaleza que ha devorado a muchos de sus hermanos en el sur. El templo de Chiang Man, el más viejo de la ciudad. El Phra Singh, localizado entre las murallas de la ciudad, es el paradigma de la arquitectura tailandesa norteña. El Chedi Jet Yod, donde albergó en 1977 el Concilio Budista Mundial. El Suan Dok o ?templo de las flores?, donde reposan las cenizas de los antiguos gobernantes de Chiang Mai. O el Kum Kam, el asentamiento originario del rey Mengrai diez años antes de que decidiera levantar la ciudad.
Se aprecia en las ruinas del recinto amurallado, en sus fosos y en la veneración a la cultura tai, la diferencia principal con el resto del país junto a su arquitectura, su artesanía y sus dialectos, más propios de sus vecinos Myanmar o Laos. El motivo de esta distancia con el escenario que se desarrolla en Bangkok fue la dominación birmana en la que se sumió el país tras la decadencia de Mengrai.
Una visita obligatoria es Sukhotai, los restos de la antigua fortaleza jemer que se construyó donde posteriormente se levantarían las casas de Chiang Mai. Pero antes, viviría un periodo de esplendor que la convertiría en la mayor potencia nacional durante el gobierno ilustrado de Ramkamhaeng, que duró hasta 1318. Aunque su decadencia se iniciaría poco más de cincuenta años después, muchos de sus edificios y monumentos incónicos se han conservado casi intactos hasta el día de hoy, como las columnas del templo Mahathat o el Saphan Hin, edificado en una columna donde un buda domina el valle desde hace años. ¿El secreto? La magia de Tailandia.
Pero visitar el pasado no es el único atractivo de esta ciudad, que revive por la noche gracias a sus bulliciosos y pintorescos bazares, y en fechas concretas al convertirse en la sede principal de festivales tailandeses. Fechas que no puedes dejar de anotar en el calendario, como la celebración del Loi Kratong, una noche de luna llena de noviembre, cuando arrojan al agua miles de cajas con flores y lanzan farolillos al aire para honrar a la diosa del agua.
Este enclave, cuna del pasado, demuestra la capacidad del país de absorber las distintas culturas que han fluido por ella: los akha, cuya rica vestimenta con hilos de plata y bordados esconde la pobreza natural de esta tribu; los yao, originarios de la china meridional y adeptos al taoísmo; los hmong, que coronaron las cimas de las montañas del norte y cuyas mujeres lucen ostentosos peinados; los karen, que se instalaron huyendo del ejército birmano; los lahu, convertidos recientemente al cristianismo; los lisu, fácilmente identificables con sus vestidos rojos y turquesas; o los kayan, la incorporación más reciente, conocido sobre todo por la costumbre de sus mujeres de colocarse un aro en el cuello desde los cinco años, lo que dio lugar al origen de las "mujeres jirafas".
Estos pueblos exhiliados de otra época han enriquecido Chiang Mai convirtiéndola en un mosaico de civilizaciones milenarias. No siempre respetan los vaivenes de las fronteras, lo que puede originar conflicto entre las distintas tribus o la capital. Pero los dirime la realidad de que estas personas presumen de ser de las más hospitalarias del planeta.
Una costumbre en peligro de extinción que es el pan de cada día en este país de ruinas vivas y leyendas. Donde las agujas del reloj se detuvieron siglos y siglos atrás para no volver a girar.