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¿Dormimos sobre el Niágara?

Vistas al Niágara desde The Tower Hotel Niagara

Imagina despertarte por la mañana con un ventanal ocupando la pared de enfrente y, al otro lado, un agujero levantando un abanico de espuma al hundirse en la profundidad de las aguas turquesas.

La emoción es indescriptible: vértigo, paz, vulnerabilidad, recogijo al saber que estás contemplando una de las mayores explosiones de fuerza natural en estado puro... Tal vez la sensación de ser un pequeño dios al contemplar desde las alturas cómo el cuadro se mueve a tus pies y escuchar el rumor de la cascada de banda sonora. Tal vez incluso debas reprimir el impulso de extender los brazos al sentirte como si estuvieras volando allí arriba, libre, vigilante.

Aunque en realidad estás fijado en el suelo de una suite del hotel de las Cataratas del Niágara, The Tower Hotel.

La construcción clava sus raíces al pie del lago y eleva su esqueleto cilíndrico por encima del salto de agua, ofreciendo panorámicas que roban el aliento. La decoración es exquisita, soberbia, a trazos blancos y violeta en las zonas comunes. La recepción dispone de un nutrido surtido de servicios para garantizar el comfort de sus clientes, como corresponde a un hotel de esta categoría, y la solicitud con la que atienden es ejemplar. Si te encuentras extenuado después de pasar todo el día recorriendo los alrededores, machacando las suelas de los zapatos y empapándote -literalmente- de naturaleza, basta una llamada desde el teléfono de tu habitación para que a los pocos minutos te traigan una bandeja con lo que has pedido.

 El servicio de habitaciones actúa con puntualidad inglesa para mantener las habitaciones de sus huéspedes impecables, proveerles de utensilios de aseo básicos para sus necesidades y poner a su disposición una selección de los mejores desayunos y comidas que preparan en sus restaurantes y cafeterías .

 Entre sus habitaciones estrella, que alternan una decoración modernista con otros tintes más clásicos y románticos, destacan las suites ubicadas en los pisos superiores (27-30), cuyas vistas se abren a la inmensidad del salto de agua. La perspectiva que se obtiene es mucho más rica de la que se consigue desde el mirador: el infinito se abre en una mezcla tornasolada de ruido y silencio, luces y sombras, verde y azul. Violencia y paz. Quienes deseen gozar del lujo y la tranquilidad de las suites Fallsview Deluxe Queen, Cityview Deluxe Queen, Cityview Deluxe King y Fallsview King Suite pueden reservar estancia desde la página web del hotel (www.niagaratower.com). Además, ponen a disposición el Edge Package, un pack más económico de dos noches con desayuno y cena incluidos en el restaurante Pinnacle, en la vigesimoquinta planta del edificio. O, si se busca una mayor privacidad, también se puede reservar por cuenta propia el salón O Lounge, cuyas paredes han presenciado las fiestas más elitistas organizadas en un ambiente discreto y apartado.

Esta postal que tiene algo de mágico y de imposible puede convertirse también en la fotografía de boda que anhelan conseguir las parejas más románticas. The Tower Hotel ofrece a las parejas que puedan permitírselo la posibilidad de celebrar el día más importante de sus vidas en alguno de sus lujosos salones.

La tradición se remonta más de dos siglos atrás, cuando Jerome Bonaparte, el hermano menor de Napoleón, se casó en 1804 con su mujer Elizabeth Patterson y la llevó de luna de miel a disfrutar unos días aislados del mundo junto a las cataratas. Los recuerdos de esos momentos debieron acompañarles toda la vida, alegrándoles en las etapas de mayor tristeza o dificultad. Y de ese modo, el hotel quiere aportar su granito de arena y contribuir a que los recién casados guarden en su memoria un recuerdo inolvidable. Por ello se adjudican un papel fundamental a la hora de organizar los preparativos de la ceremonia, proveyendo un asistente personal que se encargue de mover los hilos del evento, licencias de matrimonio, música, flores, convite, tarta de boda, fotógrafo, oficiante, alquiler de limusinas, acomodación para los asistentes y mucho más.

La impresión que cala en quien contempla por primera vez las imágenes del hotel corre el riesgo de desvanecerse al imaginar los precios exorbitados que escuchará cuando llamepara reservar. Pero no nos engañemos: las tarifas de las habitaciones -que, como el edificio, se elevan por las nubes- no hacen justicia a la calidad de las vistas que se extienden al otro lado de la ventana, al lujo de que la primera imagen que contemples al abrir los ojos sea la de una erupción de colores en todo su explendor. Una lengua de agua y vegetación devorando el paisaje con hambre salvaje.

No hay cheque capaz de ponerle un precio a su medida.

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