¿Latas de sardinas para los pobres de Barcelona? La prensa británica clama contra los pisos hechos con contenedores marítimos
- "El mayor problema es el aislamiento tanto térmico como acústico", dicen los expertos
- 'The Guardian' recuerda otros polémicos proyectos hechos en Países Bajos y Londres
- El presupuesto es de 940.000 euros, una cifra elevada para lo que es el plan
elEconomista.es
Poco más de una semana ha tardado la prensa internacional en hacerse eco de los pisos hechos con contenedores de barco para familias vulnerables de Barcelona. El diario británico The Guardian ha calificado esta solución inmobiliaria con una devastadora pregunta: ¿Latas de sardinas para pobres?
A principios de la semana pasada, el Ayuntamiento de Barcelona empezó la instalación de este especie de barracón en un solar de menos de 200 metros cuadrados en la calle Nou de Sant Francesc, a tiro de piedra de La Rambla, la calle más conocida del centro de la ciudad condal. Se tratan de viviendas de emergencia -compuestas por 12 contenedores- para personas que han sido desalojadas de su vecindario por la gentrificación -término utilizado para explicar las transformaciones urbanas-. En cada modulo hay dos alojamientos de un dormitorio de 30 metros cuadrados, y uno de dos dormitorios y 60 metros.
¿De dónde salen esos contenedores? Son depósitos de 12,2 metros por 2,5 de ancho y 2,9 de alto, que fueron usados para transporte marítimo. Tras viajar por todo el mundo, los operarios encargados del proyecto Aprop (alojamientos de proximidad provisionales y también 'cerca' en catalán) los han reparado, pintado y reforzado estructuralmente para instalar dentro de ellos paredes, puertas, baño y cocina, entre otros elementos.
Según las firmas de arquitectos que están detrás del proyecto presupuestados en 940.000 euros, los módulos están diseñados con los mismos estándares que las viviendas convencionales y cuando estén totalmente terminados, dicen los expertos, ni siquiera serán reconocibles como contenedores.
"Estas casas de contenedores están construidas con un estándar más alto que gran parte de lo que hay en el mercado de alquiler en Barcelona", ha indicado al diario británico Jaime Palomera, portavoz del Sindicato de Inquilinos de la ciudad. "Esta idea de que los pobres se ven obligados a vivir en latas de sardinas no tiene sentido", ha zanjado.
Sin embargo, esta solución inmobiliaria no convence a todo el mundo. Co Govers, fundadora del estudio Zest Arquitectura, apunta que "el mayor problema con los contenedores es el aislamiento tanto térmico como acústico". "Ese fue el gran problema cuando se construyeron residencias de estudiantes en Países Bajos con contenedores, que eran fríos y ruidosos. Deben agregar grandes cantidades de aislamiento, algo que es caro". Además, muchos de los materiales aislantes reducen todavía más el espacio.
The Guardian también recuerda el polémico proyecto en Ealing -al oeste de Londres- para familias pobres y también llevado a cabo con contenedores. Los residentes han asegurado recientemente que son estrechos, sofocantes en verano y demasiado fríos en invierno.
"Podemos entregar un apartamento en un año, mientras que un edificio tradicional tarda entre seis y ocho años en completarse", indica Tonet Font, asesor de Innovación Social del Ayuntamiento de Barcelona. Se espera que el trabajo se complete a fines de octubre. No obstante, Govers argumenta que, a pesar de la velocidad de construcción, los pisos no ofrecen una buena relación calidad-precio: "Si hacen 12 pisos de 45 metros cuadrados por 940.000 euros, eso no es tan barato". "Con ese dinero podrías construir un edificio nuevo y algo que estaría bastante bien", considera la experta.
Pero la realidad española, indica David Juárez, arquitecto de Straddle3, es otra. Juárez recuerda que casi todas las viviendas sociales se construyen en las afueras de la ciudad. "Esto se debe a que la mayoría del trabajo en vivienda pública es realizado por algunas grandes empresas de construcción y solo están interesadas en grandes proyectos", apunta.
Otro de los aspectos negativos de este proyecto es el miedo a una estigmatización de los beneficiados. Ante esto, la alcaldesa accidental y teniente de alcaldía de Derechos Sociales y Feminismos del Ayuntamiento de Barcelona, Laura Pérez, ha explicado que aunque la vida útil del edificio es de 75 años la previsión es que las familias que se alojen en él lo dejen antes de cinco años y entren otras nuevas.