La solución verde a la crisis de la vivienda que pasa por construir casas de bambú, corcho o plástico reciclado
- El sector plantea nuevas fórmulas de construcción sostenible y casas que absorban CO2
- El mayor potencial de almacenamiento de carbono se encuentra en el uso de agregados carbonatados para fabricar hormigón
- La 'prohibición' de alquilar o vender tu vivienda llegará en 2030
Elena Garagui
Símbolo de la prosperidad que la industria tuvo en las últimas décadas del siglo pasado y en los primeros años de los 2000' es sin duda el ladrillo rojo: toda una enseña del estado de bien estar cuando ser propietario de una vivienda era el culmen del éxito del estado de bienestar. En cualquier ciudad de España es común observar este tipo de material visto debido a su gran resistencia y a su bajo mantenimiento, perfecto para la construcción masiva de viviendas de esos años.
"El ladrillo se usa básicamente para completar el acabado exterior o interior de un edificio sin tener que añadir una capa más. El ladrillo caravista tiene sus caras exteriores, al menos 3, presentables y acabadas, listas para ser colocadas como terminación de un paramento. [...] El precio del ladrillo y de su colocación son más elevados al de un ladrillo convencional, por razones obvias, pero se ahorra a su vez en el revestimiento final. Además del tema económico directo, una de sus mayores ventajas es el escaso mantenimiento que necesita y su durabilidad, sin importar los agentes externos a los que se somete. Y, por supuesto, se puede encontrar en multitud de formatos y colores", explica el diseñador industrial José M. Mateo.
Sin embargo, es la disponibilidad de recursos lo que determina que las viviendas se construyan con distintos materiales dependiendo de cada región del mundo. Aquí, en Europa, es normal construir con elementos como el hormigón, ladrillos o cemento, pero, por ejemplo, en Norteamérica se utiliza más la madera y en África el barro, la tierra y el adobe.
A la larga, algunos de estos resultan más sostenibles que otros, como es la madera, a pesar de otros factores en contra como su alta combustibilidad. No obstante, para considerarla como tal, la madera ha de ser extraída mediante un proceso legal concreto y alejada de las prácticas de sobreexplotación habituales de los bosques.
Casas que absorban CO2 o almacenarlo bajo tierra
Así, el objetivo de la industria es acercarse poco a poco a la neutralidad de emisiones de gases de efecto invernadero y ayudar a frenar la evolución del cambio climático. Es por eso, que resulta clave la sustitución de materiales de construcción convencionales como el hormigón y el plástico por otros modificados para almacenar dióxido de carbono y alcanzar los objetivos de reducción.
De esta manera, un estudio elaborado por el equipo de ingenieros civiles y científicos de sistemas terrestres de las universidades de California en Davis y Stanford, en Estados Unidos, indica que esta futura práctica de retener CO2 en las nuevas viviendas, junto con las medidas adecuadas para la descarbonización de la economía, podrían suponer un freno fundamental para el calentamiento global. Para lograr esta eliminación, los materiales de construcción podrían proporcionar un importante depósito de carbono debido a su uso generalizado y su longevidad.
El mismo estudio revela que, si bien los plásticos de origen biológico podrían absorber la mayor cantidad de carbono en peso, el mayor potencial de almacenamiento de carbono se encuentra en el uso de agregados carbonatados para fabricar hormigón. Esto se debe a que el hormigón es, con diferencia, el material de construcción más popular del mundo: se producen más de 20.000 millones de toneladas cada año.
Las distintas fórmulas convertirían el CO2 en una forma estable para posteriormente almacenarlo lejos de la atmósfera; bien inyectado bajo tierra o acumulado en las profundidades marítimas, aunque estos enfoques plantear otros desafíos prácticos que incluyendo diversos riesgos ambientales.
Un ahorro del 50% de las emisiones
Entre los métodos de almacenamiento de carbono estudiados se encuentran la incorporación de biocarbón (obtenido mediante el calentamiento de biomasa residual) al hormigón, el uso de rocas artificiales que pueden cargarse de carbono como agregado para el hormigón y el pavimento asfáltico, plásticos y aglutinantes asfálticos basados en biomasa en lugar de fuentes fósiles de petróleo y la incorporación de fibra de biomasa en los ladrillos.
"¿Qué pasaría si, en cambio, pudiéramos aprovechar los materiales que ya producimos en grandes cantidades para almacenar carbono?", se pregunta Elisabeth Van Rojen, una de las expertas del estudio.
Según los autores, un desafío a superar es la reticencia de los constructores a utilizar nuevos materiales estructurales, por temor a la responsabilidad si estos fallan. Otros incluyen encontrar suficientes minerales que secuestren carbono para utilizar en estos materiales y establecer una cadena de suministro rigurosamente analizada.
Los investigadores calculan que el cambio total de los materiales de construcción convencionales por estas alternativas que secuestran el CO2 podría almacenar hasta 16,6 gigatoneladas de CO2 cada año, lo que equivale al 50% de las emisiones antropogénicas de dióxido de carbono en 2021.
El acero, el bambú y el corcho, los más sostenible
La gran mayoría de los materiales más sostenibles son de origen natural como la madera, el corcho y el bambú. Esto es así porque se trata de elementos que no requieren de fases de procesado y resultan biodegradables para el entorno. Aun así, existen otros como el acero y el hormigón reciclado que se utiliza de manera habitual en la construcción (no solo de viviendas también en infraestructuras en general) y que también son considerados respetuosos con el medio ambiente.
Así, es el acero reciclado el material más reciclado del sector de la construcción dada su durabilidad. A pesar de ser reciclado, se trata de un componente fiable, resistente al agua y sin mantenimiento requerido excesivo. La importancia del acero reciclado reside en que la producción del acero sí que influye de manera muy negativa en la huella de CO2 de la industria, por lo que optar por su versión reciclada ahorra muchas emisiones.
De otro lado, el corcho también es resistente al agua además de a la abrasión. Es bastante ligero y mantiene cualidades de asilamiento. Desde hace unos años ha aumentado de manera significativa su uso en revestimiento, tanto en interiores como exteriores. De la misma manera que el bambú, que además aporta una gran resistencia. La comida preferida de los osos panda es tan abundante por todo el planeta (tan solo escasea en Europa y en la Antártida) que es una de las opciones sostenibles más en auge en el sector.