Saludable

Nutriscore enfrenta a los nutricionistas

  • España se sumará a Nutriscore el primer trimestre del año
  • Sanidad quiere sacar el aceite de oliva del semáforo nutricional
  • El jamón ibérico tampoco quiere estar sujeto a este etiquetado frontal

Juan Ignacio Álvarez

La decisición del Ministerio de Sanidad de excluir el aceite de oliva de Nutriscore "porque no refleja la calidad del producto" abre un debate sobre la fiabilidad del semáforo nutricional.

El semáforo nutricional o sistema de etiquetado Nutriscore, que evalúa nutricionalmente un alimento con un código de cinco colores (verde, ámbar y rojo) asociado a cinco letras (de la A a la E), y en el que se informa sobre su contenido en grasas, grasas saturadas, hidratos de carbono, azúcares, proteínas y sal, siembra algunas dudas entre algunos de los actores del sector de la alimentación.

Ante la posibilidad de que España adopte el sistema Nutriscore durante el primer trimestres del año, sumándose a países como Francia, Alemania, Holanda y Bélgica, el Ministerio de Sanidad ha anunciado que va a sacar el aceite de oliva del etiquetado nutricional con el fin de protegerlo de una evaluación nutricional que "puede perjudicar su comercialización" ya que no refleja "la calidad del producto", y lamenta que Nutriscore le otorgue al aceite de oliva la categoría C, la misma que al aceite de colza.

La doctora Ascensión Marcos, presidenta de Fesnad (Federación Española de Nutrición, Alimentación y Dietética) manifiesta algunas reservas en relación a Nutriscore. "El etiquetado frontal es una buena herramienta para ayudar a los consumidores a realizar una compra saludable, pero para que sea efectivo, deber ser fácilmente comprensible, neutral y adaptado a los hábitos alimentarios y guías alimentarias de la población a la que va dirigido".

Falta de claridad

En su opinión, "el algoritmo de Nutriscore no es claro, ya que está calculado a partir de la cantidad de energía y de algunos nutrientes por 100 gr o 100 ml y del porcentaje de presencia de ciertos alimentos sin considerar la porción y la frecuencia".

Por otra parte, Marcos considera que este semáforo nutricional no se adapta a la dieta mediterránea y que el algoritmo o cálculo que utiliza para hacer su análisis nutricional de un producto no está bien ponderado "porque la presencia de algunos puntos favorables enmascara los puntos desfavorables, lo cual no es científicamente razonable y genera dudas en el consumidor".

Problemas de valoración

Denuncia también que Nutriscore "no diferencia la cantidad y calidad de las grasas presentes en ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados; no considera el grado de procesamiento de los alimentos, o el valor esencial de minerales o vitaminas; no distingue la calidad y procedencia de la proteína de los diferentes alimentos, y no valora la cantidad de nutrientes de un alimento en su conjunto, solo ingredientes; ni las necesidades concretas de determinados grupos de población española con carencias nutricionales".

Por el contrario, Pilar Galán, médico, nutricionista e investigadora en el Equipo de Investigación en Epidemiología Nutricional de la Universidad de La Sorbona de París, sostiene que las ventajas de Nutriscore son dobles: orientar al consumidor para que en los pocos segundos que dura el acto de selección de un producto elija aquel con mejor calidad nutricional, "e incitar a los industriales a mejorar la calidad nutricional de los alimentos que fabrican".

Etiquetado flexible

Galán expone que el interés de Nutriscore se basa en que su algoritmo de cálculo y su formato gráfico, validados por numerosos trabajos científicos (también en España), demuestra su eficacia y su efecto potencial en la reducción de enfermedades, al tiempo que recuerda que "se trata de un sistema abierto que prevé una actualización periódica cada tres años por un comité científico independiente en el que están científicos españoles".

Galán no acepta la crítica de que Nutriscore no se adapta a la dieta mediterránea, "ya que clasifica más favorablemente los alimentos o platos con bajo contenido en grasa, azúcares o sal, ricos en fibra, frutas y verduras, legumbres y frutos secos", ni que el algoritmo que usa no esté bien ponderado.

Según ella, Nutriscore "toma en cuenta tanto el contenido de elementos desfavorables (a limitar) y de elementos favorables (a promover) para reflejar la cantidad nutricional global del alimento".

En este sentido, puntualiza que "está previsto atribuir en la nota global más puntos, por tanto más fuerza, a los elementos negativos; que cuentan con 40 puntos, mientras que los elementos positivos solo cuentan con 15 puntos en la nota final... Esto es así para evitar que los elementos favorables enmascaren la calidad nutricional de un producto cuya composición sería desfavorable".

No supeditado a la industria

Sobre la decisión del Ministerio de sacar el aceite de oliva de Nutriscore, Galán subraya que "es el mejor clasificado en la categoría de las grasas añadidas, ya que ningún aceite está clasificado en A o B. Para mí, como científica, es esencial que la decisión política en el ámbito de la salud y la protección de los consumidores esté dictada por la ciencia y la salud pública, y no por el interés de un sector, aunque defienda un alimento tradicional con un interés nutricional evidente, como es el caso del aceite de oliva".

Sobre las reservas de los productores de jamón ibérico con Nutriscore, la investigadora justifica su clasificación en D alegando que contiene, además de grasas saturadas, importantes cantidades de sal. "Pero un Nutriscore D o E no quiere decir que un alimento no deba ser consumido en el marco de una alimentación equilibrada en cantidades y frecuencias limitadas".