Saludable
Una mala alimentación le cuesta a la Sanidad pública 14.000 millones de euros
- "Somos los que comemos" sostienen los expertos
- Comer bien es una tarea de por vida que empieza en la infancia
- Hay que comer variado para darle al organismo todo los que necesita
Juan Ignacio Álvarez
Una alimentación sana se traduce en una mejora de la salud de la población y en una disminución de hasta un 20% en el gasto sanitario. Los médicos subrayan la importancia de "comer de todo".
La mala alimentación le cuesta al Sistema Nacional de Salud unos 14.300 millones de euros al año (un 19,3% del total de gasto sanitario público español); o dicho de otro modo: una adecuada alimentación podría ahorrarle ese importe a las arcas del Estado.
Estos datos los revela el informe Alimentación, factor de salud y sostenibilidad, impulsado por la consultora de comunicación Cariotipo Lobby & Comunicación con el apoyo de la CEOE y la Fundación Española del Corazón, y el patrocinio de la empresa Eurosemillas.
Este texto, en el que un grupo de expertos multidisciplinar analiza los diferentes retos a los que se enfrentan los actores implicados en la cadena alimentaria, la salud o la política, es muy claro: "una alimentación sana se traduce en una mejor de los parámetros de salud de la población y en una disminución del gasto sanitario. Añade, eso sí, un mensaje positivo cuando dice que "España, afortunadamente, está en una situación de privilegio al distinguirse por la denominada 'dieta mediterránea', que forma parte de su cultura y actúa como reclamo turístico y cultural".
Como subraya Carmen Mateo Alcántara, presidenta de Cariotipo, "la alimentación, digámoslo pronto, tiene un poder transformador de la salud pública como lo fue, en su día, el simple hecho de lavarse las manos o de potabilizar el agua".
"Somos lo que comemos"
La transcendencia de la alimentación y su impacto en la salud es tan evidente, sostiene el informe de Cariotipo, que muchos expertos defienden que "somos lo que comemos". En este sentido, la dieta es vital para la promoción de la salud, la prevención de enfermedades y la rehabilitación de los pacientes que padecen alguna patología. "Seremos lo que hayamos comido", aseveran los autores del estudio.
"Una alimentación saludable es clave durante todas las etapas de la vida, ya que puede prevenir enfermedades y, además, es importante en las personas de edad avanzada, porque evita deficiencias nutricionales y mantiene una mayor calidad de vida", subraya el doctor Carlos Macaya, presidente de la Fundación Española del Corazón.
Escoger bien los alimentos
Partiendo de la base de que lo que consumimos es "seguro" o inocuo", los expertos ponen el acento en la importancia de la cantidad, variedad y selección de los alimentos que consumimos para suministrarle al organismo la cantidad necesaria de nutrientes y satisfacer los objetivos básicos de nutrición.
¿Y cuáles son esos objetivos? El objetivo de aporte energético; consumiendo hidratos, proteínas y grasas en cantidad, calidad y proporción adecuadas; el objetivo de aporte plástico, basado en la incorporación justa de proteínas y determinados minerales; el objetivo de aporte regulador, del que se ocupan las vitaminas, y, finalmente; el objetivo de aporte de reserva que ofrecen los macronutrientes.
Comer lo justo
Así, un contenido nutricional menor del necesario conduce a deficiencias nutricionales o desnutrición, lo que deriva en una menor capacidad para defenderse de las enfermedades infecciosas y un aumento de la mortalidad. Por otro lado, una ingesta calórica excesiva conduce a un mayor riesgo de obesidad, trastornos cardiovasculares, resistencia a la insulina, síndrome metabólico y una mayor frecuencia en la aparición de tumores malignos.
Si hablamos de variedad, señala el estudio, su importancia reside en que debemos proporcionarle a nuestro cuerpo todos los nutrientes que necesita: vitaminas, proteínas, hidratos de carbono, grasas, hierro, magnesio y otros elementos.
Desde un punto de vista genérico, lo que aconsejan los especialistas es "comer de todo", por lo que no parece muy conveniente prescindir de determinados alimentos, caso de la proteína animal, como proponen las dietas veganas o vegetarianas, ni obsesionarse con "los alimentos considerados sanos", un trastorno alimentario conocido como ortorexia.
Este "comer sano", subrayan los expertos que han participado en el informe, está condicionado por múltiples factores, "como las necesidades nutricionales o fisiológicas, el contexto socioeconómico y cultural, incluyendo la educación, grupo étnico y disponibilidad, así como por otros elementos como la visibilidad o el precio de determinados productos".
La seguridad alimentaria
El informe sostiene que contar con un buen nivel de seguridad alimentaria y una industria alimentaria de calidad ha posibilitado seguir una dieta sana a lo largo de la vida, pero que en los últimos años el aumento de la producción de alimentos procesados, la rápida urbanización y el cambio de estilos de vida han dado lugar a cambios en la forma de comer.
Así, a día de hoy las personas consumen más alimentos hipercalóricos, grasas, azúcares libres y sal/sodio, mientras que muchas personas no comen suficientes frutas, verduras y fibra dietética, lo cual aumenta la prevalencia de enfermedades crónico-degenerativas que, en su mayor parte, tienen un fuerte componente nutricional (diabetes, cardiovasculares o algunos tipos de cánceres).
"Comer bien es una tarea de por vida que empieza en la infancia, ya que los niños mal alimentados tienen más probabilidades de desarrollar en la edad adulta aterosclerosis, hipertensión o diabetes", asegura José María Ordovás, catedrático en Nutrición y unos de los autores del estudio, en el que se alerta de que la obesidad infantil y juvenil en España, con datos 2018, tiene una prevalencia del 10,3%, una de las más elevadas de los países desarrollados.
Por su parte, la desnutrición en las personas de edad avanzada conlleva un sinfín de problemas como la pérdida de masa muscular y ósea (lo que aumenta el riesgo de caídas y fracturas); el debilitamiento del sistema inmunitario, con el consiguiente incremento del riesgo de infecciones; la dificultad de que cicatricen las heridas, y, en general, un aumento y duración en las hospitalizaciones y de la mortandad.
Alimentación personalizada
El doctor Ordovás incide en que los buenos hábitos alimentarios son la mejor estrategia para prevenir enfermedades crónico-degenerativas y promover la salud en la población. "Sin embargo", advierte, "los hábitos alimentarios de la población general varían con el tiempo y la geografía, y frecuentemente no han estado ni están en consonancia con lo que el consenso científico considera una alimentación saludable".
Por esta razón, se impone, en su opinión, un cambio de paradigma que vaya de las recomendaciones globales a la personalización "que tengan en cuenta la presencia de enfermedades preexistentes, la ingesta dietética habitual, los factores antropométricos, las preferencias alimentarias, el estilo de vida y los objetivos específicos de cada persona".
Estos avances son fundamentales para brindar información, productos y asesoramiento individualizados sobre las necesidades nutricionales y de salud. Según el estudio, muchas de las nuevas herramientas de personalización se centran en la información genética del individuo y, más recientemente, en la composición de la flora bacteriana intestinal (microbiótica).
Pero, apostilla el estudio, "para que la nutrición personalizada tenga el impacto deseado sobre la salud individual, deberá atender también a los cambios en el estado de salud física y psíquica de la persona, como consecuencia de la implementación de las recomendaciones personalizadas y, de esa forma, reforzar positivamente los logros o, alternativamente, aplicar medidas correctoras de una manera inmediata e impulsar con todo ello un comportamiento positivo y duradero".
De forma paralela, indica el informe, "se está progresando en la innovación de productos alimentarios, lo que permite el acceso a alimentos, suplementos o dietas más personalizas o adaptadas a las necesidades nutricionales, el gusto o el estilo de vida, por ejemplo, con productos para dietas sin lactosa, con diferentes niveles de grasas, veganos, sin gluten o bajos en calorías o sodio".
El medio ambiente, implicado
Por otra parte, el estudio recalca que unos malos hábitos alimenticios no solo derivan en problemas de salud, sino que afectan al medioambiente debido a los modelos de producción.
Como comenta Miguel Aguado, director de B Leaf, consultora de comunicación especializada en sostenibilidad, "cuando hablamos del impacto de la alimentación debemos hacer un análisis siguiendo el denominado 'ciclo de vida' de un producto: el uso de insecticidas y otros componentes, en muchos casos tóxicos y peligrosos; el transporte de alimentos, que está siendo muy revisado para encontrar alternativas que reduzcan el impacto medioambiental; la generación de envases para la conservación de alimentos; y el desperdicio de alimentos, el cual genera una gran cantidad de residuos.
En Europa se desperdician el 30% de los alimentos, lo que equivale a 179 kilos por persona al año". Aguado concluye que, ya sea por obligaciones derivadas de su normativa nacional o por exigencias del mercado, las empresas están evolucionando "hacia modelos mucho más sostenibles, empleando variables como la reducción de la huella de carbono, el análisis del ciclo de vida del producto, y, especialmente, por una orientación hacia un modelo de economía más circular".
Desigualdad alimentaria
El informe no olvida que el sector de alimentación es un potente motor de actividad económica, de generación de empleo y de bienestar social, "que en la economía española sobresale por su importante peso, tanto en el mercado nacional como internacional".
Recuerda que emplea a más de medio millón de personas, representa el 3% del PIB y supone el 21% de la industria. Subraya, eso sí, que la alimentación debe ser, además de un motor económico, un factor de igual social en el sentido de que un nivel educativo más bajo, unido a menores recursos económicos, derivan en una desigualdad alimentaria, sobre todo en la infancia, y más en países en vías de desarrollo.
Destaca también la importancia de implantar en las escuelas la asignatura de educación nutricional, enseñando desde la infancia la importancia de la una alimentación saludable, la calidad de los alimentos y su impacto en el medioambiente.
El estudio concluye también que existen ciertas variables que modifican nuestra alimentación en función de la edad, el tipo de trabajo, el estilo de vida, y las ya citadas cuestiones económicas y educacionales.
Además, alerta de que, según datos del INE, en España hay 720.000 personas en situación de soledad, el 40% de ellas mayores de 65 años, lo que puede afectar "a una buena y ordenada alimentación".