¿Quién es el médico de los huesos? ¿A quién debo acudir: al traumatólogo o al reumatólogo?
José Félix Solano
La reumatología es una de las especialidades más jóvenes de la medicina interna, tiene su origen en el año 1949, cuando Hollander, al utilizar la expresión reumatología en su libro "Artritis y Enfermedades Asociadas", dio lugar al nacimiento de la especialidad como tal. En nuestro país, la aparición de la especialidad de reumatología fue todavía, si cabe, un poco más tardía, puesto que apenas tiene algo más de medio siglo de vida y además en un principio se constituyó, exclusivamente, como una especialidad de ámbito estrictamente hospitalario, ya que la conocida figura del reumatólogo especialista de área, ubicada en el centro de especialidades ambulatorio, se consolidó algunos años más tarde.
Este retraso en el tiempo y la excesiva demora en la aparición de la especialidad en nuestro país explica y justifica, en alguna medida, el general desconocimiento y hasta cierto punto, la tremenda confusión y desorientación, que existe tan extendida entre la población general, acerca de cuál es el verdadero objeto y el fin de la especialidad de reumatología, así como cuáles son las principales funciones que realmente desarrolla el médico reumatólogo. En medio de la enorme confusión que existe acerca del reuma, han florecido en torno a él, todo tipo de patrañas, consejos de vecinos, alimentos curativos, artilugios mágicos y una larga lista acerca de las posibles causas de estas dolencias. Apenas hay nadie profano que no tenga alguna teoría gratuita respecto al reuma, o que no se sienta poseedor de algún remedio o inspiración terapéutica para tal cuestión, y con frecuencia podemos escuchar, cómo la pregunta que más se hace en la calle respecto a un dolor en una articulación es: ¿Oye, me duele aquí, adónde voy, al "fisio", a mi médico de cabecera, al traumatólogo?? Pero pocos, aunque cada vez más, tienen la iluminación o el saber necesario para afirmar: al reumatólogo, de cabeza.
Y es que muchas personas continúan aún hoy, convencidas de que el médico especialista del aparato locomotor, al que conocen como el "médico de los huesos", quién realmente tiene que tratarlas, no es otro que el especialista en traumatología y ortopedia.
Este error, muy probablemente ha sido generado y hasta fomentado, en parte al menos, por nuestro propio sistema sanitario, ya que durante mucho tiempo, se estableció la figura del traumatólogo, como primer escalón de acceso del paciente reumático, al especialista. En efecto, tradicionalmente y hasta que tuvo lugar el reconocimiento de la reumatología como especialidad médica autónoma y establecida, la atención y el consiguiente tratamiento de los enfermos del aparato locomotor en nuestro país, las autoridades sanitarias lo habían depositado siempre en las manos quirúrgicas de los traumatólogos y de los cirujanos ortopédicos. Y ello, a pesar de que como norma general, en una inmensa mayoría de los casos, los pacientes reumáticos no iban a tener nunca, necesidad de realizar terapéutica quirúrgica alguna.
El médico reumatólogo, por su formación y experiencia, es el especialista mejor preparado para realizar correctamente el proceso del diagnóstico y del tratamiento médico de la patología del aparato locomotor. Puesto que el tratamiento conservador, será seguramente el único necesario para resolver y/o controlar la mayoría de estas patologías. En aquellos casos en que fuera preciso realizar, con posterioridad, algún tratamiento de índole quirúrgica, entonces el médico reumatólogo derivará al paciente a la consulta del médico traumatólogo, quien será el encargado de llevar a cabo dicho tratamiento quirúrgico, que es para lo que verdaderamente se ha preparado durante su periodo formativo. Esta es la distribución que se ha venido demos-trando más lógica, coordinada y eficiente, para el correcto tratamiento de toda la patología no traumática del aparato locomotor.
Sin embargo, actualmente en la población general permanece todavía presente y muy profundamente arraigada la errónea impresión de que el médico especialista encargado de tratar las enfermedades de los huesos, debe ser el traumatólogo.
Así, resulta ciertamente habitual que cuando el paciente llega, por primera vez, a nuestra consulta de reumatología, nos manifieste de inicio frecuentes sentimientos de extrañeza y confusión, e incluso experimente hasta una cierta desorientación, en relación al motivo de la consulta. Y por tanto, resulta bastante frecuente que, antes de entrar en materia propiamente dicha, comiencen su relato un tanto timoratos, excusándose indirectamente mediante el empleo frecuente de expresiones y circunloquios tales como "no sé si he acudido a la consulta correcta? o "no sé si vengo al especialista adecuado", o "no sé bien, si esto que me ocurre, le corresponde al reumatólogo" o "no sé bien si esto que traigo es cosa de su competencia" o, finalmente, "no sé si lo que me está sucediendo, es de su especialidad".
Nadie que presenta un persistente proceso de tos y fatiga respiratoria se dirige de entrada a la consulta del especialista en cirugía torácica, sino que más bien acude en primera instancia a la consulta del neumólogo, para conocer la causa y el alcance de su problema respiratorio. Ni tampoco nadie que viene sufriendo frecuentemente, en su vida cotidiana, de cefalea habitual o dolor de cabeza frecuente y persistente y pretende averiguar de una vez la naturaleza del problema, se dirige para ello a la consulta del especialista en neurocirugía, sino que habitualmente solicita, de inicio, consulta con el especialista de neurología.
Pues bien, así de esta manera, con este orden lógico, secuencial y cronológico, funciona y se coordina adecuadamente el flujo de pacientes en la mayoría de las especialidades médicas. En una primera instancia, actúa el médico especialista clínico y posteriormente y sólo en el supues-to caso de que resulte realmente necesario su concurso, en una segunda instancia entraría entonces en acción el médico especialista quirúrgico correspondiente.
Creemos, que esta forma de elemental colaboración interdisciplinar, así establecida y vigente, que a todos nos parece tan idónea y perfectamente adecuada, resulta sin ninguna duda la mejor manera de actuar, toda vez que repercute de manera ciertamente muy positiva, en beneficio claro de todos y cada uno de los distintos agentes del sistema de salud, que resultan así implicados en el adecuado manejo y correcto desempeño de la patología del aparato locomotor.
En primer lugar, va a redundar en beneficio del reumatólogo, porque al ser el especialista mejor formado para realizar el diagnóstico y el tratamiento de la patología médica del aparato locomotor, sin duda, la más frecuente y numerosa, aquella que no va a precisar tratamiento quirúrgico alguno para su resolución, va a convertirse en el actor protagonista principal, más adecuado e idóneo, para llevar a buen puerto este proceso.
En segundo lugar, va a repercutir muy llamativamente en beneficio del traumatólogo, porque mayoritariamente va a poder verse así liberado de esta labor clínica y por tanto podrá dedicar su tiempo, ahora más libre, de una forma muy preferente, a realizar aquello para lo cual específica-mente se ha estado formando y que sin duda alguna, mejor sabe hacer y que no es otra cosa distinta que la difícil y complicada cirugía del aparato locomotor.
Y finalmente, en último lugar y no por ello menos importante, va a redundar en beneficio sobre todo del paciente. Porque en todo momento del proceso evolutivo de su enfermedad, sea éste el que fuera, el enfermo va a resultar siempre convenientemente tratado y atendido por el médico especialista más adecuado para él, en ese específico instante, ya sea clínico o quirúrgico.
En nuestro país, y concretamente en lo que hace referencia a la patología del aparato locomotor, esta forma de actuación, en apariencia tan lógica y correcta, como la que hemos descrito, no se ha instalado plenamente todavía, en la mentalidad de la población general, podríamos decir, que actualmente no se encuentra aún del todo asimilada por la sociedad. Y esto se debe, sin duda alguna, a que todavía quedan muy fuertemente arraigados, en el subconsciente colectivo, viejos automatismos aprehendidos, así como antiguas inercias heredadas, que durante mucho tiempo han permanecido así impuestas y establecidas y que con toda probabilidad va a llevar largo tiempo conseguir desprenderse totalmente de ellos y, por consiguiente, darlos por superados de una vez por todas.
En conclusión, debe quedar meridianamente claro, que para el paciente del aparato locomotor va a resultar considerablemente más beneficioso iniciar su peregrinaje diagnóstico por la consulta de reumatología, toda vez que el proceso finalmente resultará, seguramente, más ajustado en el tiempo, probablemente mucho más reducido en sus costes y, desde luego, siempre mejor para los intereses del paciente, independientemente de dónde vaya a concluir el citado peregrinaje. Por tanto, no lo dude y ¡ponga un reumatólogo en su vida!, seguro que le irá mejor.
Estamos convencidos de que en el futuro, con cierta perseverancia, la constancia adecuada, la paciencia necesaria y desde luego, la de todo punto imprescindible, información de nuestra población, poco a poco, habrán de ir venciéndose todas estas trabas y superándose todas estas dificultosas barreras, que finalmente terminarán por desaparecer.