Salud Bienestar

Las bacterias culpables de infecciones como la neumonía, las más resistentes a los antibióticos

  • Acinetobacter Baumanii y Pseudomona Aeruginosa son los patógenos con mayor resistencia antimicrobiana en España, según los expertos. 

Rocío Antolín

Si el ser humano tuviese la misma capacidad visual que la de un microscopio vería que está rodeado de bacterias. En el suelo, agua e incluso en su propia piel. Existe un grupo de microorganismo que son más susceptibles de volverse resistentes a muchos medicamentos. La Acinetobacter Baumannii y la Psudomona Aeruginosa se proclaman como las bacterias que presentan mayor resistencia antimicrobiana, un problema que envuelve el mundo entero.

La resistencia antimicrobiana es una de las diez principales amenazas de salud pública a las que se enfrenta la humanidad, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y es que, es la culpable de la muerte de 700.000 personas al año y se prevé que en 2050 cause 10 millones. En España se registran 150.000 infecciones anuales y alrededor de 20.000 fallecen – veinte veces más que en los accidentes de tráfico -.

Pero, ¿por qué se ha llegado a este punto?. Los antibióticos dejan de ser útiles porque las bacterias generan mecanismos de resistencia debido a que se realiza un uso inadecuado de estos. "Si utilizamos muchos y no de la forma adecuada los mecanismos de selección son más fáciles de reproducirse y surgen las bacterias multirresistentes", explica el jefe del Servicio de Microbiología del Hospital Ramón y Cajal y portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc), el doctor Rafael Cantón.

Esta es la principal causa, pero no la única. Los humanos están expuestos a bacterias en los alimentos, suelo, agua o aire. Un estudio, publicado en The Lancet Planetary Health, muestra una correlación entre la resistencia antimicrobiana y la contaminación. Según los científicos, a mayor polución del aire, más resistencia. Además, si se redujesen los niveles de contaminación ayudaría a disminuir un 17% este problema de salud pública para 2050.

Las bacterias Acinetobacter Baumanii y Pseudomona Aeruginosa son las que presentan una mayor resistencia a los antibióticos. Ambas se encuentran dentro de la clase denominada gramnegativa y son patógenos oportunistas que pueden provocar enfermedades muy graves si el sistema inmunitario está comprometido.

La primera mencionada forma parte de un grupo de microorganismos que se están multiplicando por todo el mundo debido a su uso excesivo. En España registra una resistencia al 50% de los antibióticos. Esta bacteria ha sido bastante común durante la pandemia "porque suele asociarse a brotes en hospitales y, sobre todo, en pacientes que están ingresados en la UCI", dice el doctor en Farmacia y responsable de divulgación científica del Consejo General de Colegios Farmacéuticos (Cgcof), Carlos Fernández Moriano. "Se resiste a la acción de muchos antibióticos y aquellos que son efectivos han ido perdiendo actividad", agrega el doctor Cantón. Además, provoca un amplio abanico de enfermedades: neumonía, meningitis, infecciones de tracto urinario, peritonitis e infecciones de piel, entre otros.

La Pseudomona Aeruginosa es multirresistente en el 20% de los casos, según los expertos. Esta se encuentra en muchos lugares, pero, sobre todo en los reservorios de agua. Además, produce infecciones respiratorias, de oído y oculares, entre otras.

Por otra parte, Escherichia Coli, más conocida como E. Coli, es la bacteria más frecuente, aunque no la más resistente (su porcentaje de resistencia ronda el 3 y 4%). Se trata del patógeno que más abunda en la microbiota intestinal de las personas. "En ciertas circunstancias en quiénes tengan el sistema inmunitario bajo de defensas pueden provocar una enfermedad grave", explica Fernández Moriano. Está asociada a infecciones gastrointestinales como la gastroenteritis, diarrea del viajero y diarrea crónica. "El tratamiento suele consistir en reponer líquidos y hay que considerar que casi todos los procesos de estas enfermedades son autolimitados en el tiempo y se acaban curando. Solo en los casos más graves se recurre a los antibióticos", apunta.

Las bacterias multirresistentes se están cobrando un alto precio de las vidas humanas y recursos económicos en todo el mundo. Y es que, un paciente que se infecta por un patógeno de este tipo, su manejo en el hospital es más caro. "Depende de la bacteria, pero puede llegar a valer hasta cuatro o cinco veces más", afirma el portavoz de la Seimc. Se debe a que está más días en el centro, más tiempo del médico, utilización de medicamentos y las pruebas diagnósticas, entre otros.

El estudio "Determinación de la carga de enfermedades infecciosas causadas por bacterias gramnegativas resistentes en España" afirma que este tipo de bacterias produjeron un coste de 472 millones de euros en la España de 2017. En concreto, la Pseudomona Aeruginosa provocó un desembolso de 349.57 millones –costes directos e indirectos - y la Acinetobacter Baumannii 99,6 millones. También la Klebsiella Pneumoniae registró un coste de 22,4 millones. "Este coste puede traducirse en un hospital funcionando durante un año", resalta Cantón.

Un cambio de mentalidad

En España, el uso de los antibióticos por parte de la ciudadanía está cambiando. "Los datos del Plan Nacional Resistencia Antibióticos (PRAN) reflejan que España es el país de la Unión Europea que más ha reducido el consumo de este tipo de fármacos en humanos y animales", explica el responsable de divulgación científica del Cgcof. Además, los profesionales sanitarios cada vez tienen una mayor concienciación de los efectos negativos de su utilización en exceso.

También, el hecho de que los pacientes necesiten una receta para su dispensación limita su utilización. "Lo más habitual es que acudan a las farmacias con la prescripción médica, aunque hay casos en los que llegan a las farmacias sin este documento alegando que este antibiótico ya lo han tomado alguna vez, pero los farmacéuticos los remitimos al médico", expone Fernández Moriano. Cabe subrayar que, de acuerdo a los datos del PRAN, los antibióticos que más se dispensan en las boticas son la penicilina – por ejemplo, la amoxicilina -, macrólidos – como la azitromicina -, fluoroquinolonas o la cefalosporinas.

Los científicos investigan nuevos antibióticos que sean capaces de eliminar las bacterias resistentes. Sin embargo, los expertos afirman que es complicado y muchas empresas han abandonado. "Los antibióticos son unos fármacos muy especiales por la capacidad que tienen las bacterias de resistir y muchas veces cuando sale un nuevo medicamento de este tipo se reserva para casos muy concretos y los números económicos de las compañías de lo que han tenido que invertir frente a la recuperación del dinero no sale", dice el doctor en Farmacia.

En Estados Unidos existen incentivos para aquellos laboratorios que continúan en la investigación. En Europa, la Comisión Europea dentro del ámbito de la reforma de la normativa farmacéutica intentó implantar los bonos de exclusividad transferible – un año de protección de datos regulatorios que la firma puede aplicar al propio antibiótico o a otro medicamento de su cartera -, sin embargo el Parlamento Europeo ha tirado a la basura esta propuesta.

Uno de los últimos avances que han hecho ruido es un fármaco que investigan en la Universidad de Duke (Estados Unidos). Actúa interfiriendo en la capacidad del patógeno para fabricar su capa lipídica externa, sin la cuál no puede sobrevivir. La molécula funciona con rapidez y consigue acabar con la Salmonella, la Pseudomona y la E.Colli, en otras palabras, las culpables de muchas infecciones del tracto urinario, según los investigadores. El ensayo se encuentra en fase preclínica.

Las autoridades sanitarias y sus respectivos países luchan por hacer frente a la resistencia antimicrobiana. La mayoría de ellos tienen un plan. En el caso de España, el PRAN contiene diversas líneas de actuación como conocer a fondo estas bacterias, mejorar el uso de los antibióticos – utilizarlos en el momento adecuado y con dosis apropiadas – y educar tanto a los profesionales sanitarios como a la ciudadanía en su aplicación. Todavía queda un amplio camino por recorrer, no obstante ya se han dando los primeros pasos. Despacio y con buena letra.