Retail - Consumo
El valor de lo local en un mundo globalizado
José Hernández Perona
Los recientes desafíos en las cadenas de suministro globales han llevado al sector agroalimentario a revalorizar la proximidad, la diversificación de proveedores y el fortalecimiento del entorno local como claves para garantizar estabilidad ante la incertidumbre. Aunque las exportaciones agroalimentarias españolas alcanzaron en 2024 un récord histórico de 73.776 millones de euros —un 6 % más que el año anterior, según datos de la Secretaría de Estado de Comercio—, estas cifras también ponen de manifiesto la necesidad de construir estructuras más cercanas, ágiles y menos expuestas a tensiones externas.
El consumidor español ha acompañado esta tendencia con un cambio de prioridades. De acuerdo con el I Estudio sobre Hábitos de Consumo y Alimentación Saludable de Carrefour, un 48,9 % de los hogares afirma que el "Origen España" influye directamente en su decisión de compra de productos frescos, y un 33 % prioriza aquellos de proximidad o "km 0". El interés por el origen responde a una visión más amplia del consumo, en la que se valora también el impacto en el empleo, el entorno rural y la trazabilidad.
Por otro lado, invertir en lo local implica apostar por un modelo de economía circular que reduce la huella de carbono y fortalece el tejido rural. La cercanía entre proveedores y fabricantes permite optimizar recursos hídricos y energéticos, al tiempo que refuerza la resiliencia de las comunidades agrarias frente a cambios de ciclo. De hecho, el informe Análisis de las exportaciones agroalimentarias de ICEX, señala que España ya se sitúa como el cuarto mayor exportador agroalimentario de la Unión Europea, superando a Italia y acercándose progresivamente a Francia. Esta posición demuestra que es posible competir en el ámbito internacional sin desvincularse de las raíces territoriales.
De este modo, se hace indispensable entender la convivencia inteligente entre lo global y lo local como un equilibrio estratégico. Mientras la dimensión global aporta innovación, inversiones y acceso a nuevos mercados, lo local garantiza seguridad de suministro, autenticidad y relaciones de confianza a lo largo de toda la cadena de valor. Esta dualidad es esencial para anticiparse a futuros desafíos —regulatorios, climáticos o de demanda— y responder a un consumidor cada vez más exigente y consciente.
Un ejemplo práctico de este enfoque lo ofrece Juver Alimentación. Desde su origen en el corazón de la huerta murciana, la compañía ha desarrollado un modelo que combina un fuerte arraigo local con una vocación internacional en expansión. Colabora con más de 600 agricultores de la Región de Murcia, procesa cerca de 12 millones de kilos de fruta al año y genera empleo directo para más de 400 personas. Esta conexión con el territorio se traduce en una cadena de valor comprometida con la trazabilidad, la sostenibilidad y el desarrollo rural. A partir de esta base sólida, la compañía ha extendido su presencia a más de 80 países, con especial implantación en mercados de Asia y África, donde lleva productos de calidad elaborados en España y adaptados a las demandas de consumidores cada vez más exigentes y diversos.
Esta visión del sector agroalimentario como motor de equilibrio territorial y cohesión social cobra especial relevancia en un momento en el que muchos entornos rurales enfrentan el reto de la despoblación y el envejecimiento. La industria alimentaria, cuando está bien conectada con el territorio, puede actuar como ancla para fijar población, generar empleo de calidad y fomentar una economía más equitativa. En este sentido, apostar por modelos que vinculan producción, transformación e innovación en origen no solo beneficia a la competitividad del sector, sino que también multiplica su impacto positivo en el entorno.
Además, el arraigo al territorio no está reñido con la innovación, sino que puede ser el mejor punto de partida para desarrollarla. El conocimiento profundo de los cultivos, la relación directa con los productores o el dominio de procesos tradicionales son una fuente valiosa de diferenciación frente a modelos más estandarizados. En el caso de Juver, esta proximidad a la materia prima permite impulsar mejoras constantes en la calidad del producto final, acelerar los procesos de innovación y adaptar la oferta a las nuevas demandas del consumidor sin perder su esencia. Así, esta conexión con el origen se convierte también en una ventaja competitiva frente a un mercado globalizado que cada vez valora más la autenticidad, la salud y la sostenibilidad.
Nuestro propósito es generar vínculos con nuestro Origen, "ser artesanos de la fruta" y trasladar ese saber hacer a nuestro consumidor, para que pueda confiar en la calidad de nuestro producto y la honestidad de la compañía.
En definitiva, entender lo local como palanca estratégica no supone dar la espalda al mundo, sino construir sobre una base sólida. Al reforzar nuestras raíces —con trazabilidad, compromiso social y sostenibilidad— damos forma a una cadena más resiliente, capaz de aprovechar las oportunidades globales sin perder su esencia. Ese es, hoy, el verdadero valor de apostar por el territorio.