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La soja se abre paso en Aragón: del campo a las bebidas vegetales

  • Los productores optan por esta leguminosa no modificada genéticamente como segundo cultivo en la mayoría de los casos
  • La demanda de soja crece en todo el mundo, incluyendo para alimentación humana
  • Los productores firman contratos con compañías como Pascual que compran la producción para destinarla a productos como bebidas vegetales
La soja se ha convertido en una apuesta segura para los agricultores al tener la venta garantizada a compañías como Pascual.

Eva Sereno
Zaragoza,

Los agricultores miran a la soja como un cultivo atractivo. El auge de las bebidas vegetales, unido al buen funcionamiento de esta leguminosa como segundo cultivo en los regadíos y unos precios bastante estables son factores que explican el interés por esta proteína de origen vegetal, cuya compra está asegurada por parte de compañías principalmente del sector de la alimentación.

Los datos del Ministerio de Agricultura, a enero de 2024, reflejan un incremento de la producción de soja de un 94,5% y de la superficie en un 80,7% en comparación con 2022 en España.

En Aragón, es un cultivo estable, aunque su evolución ha sido desigual en los últimos años por la sequía y el clima. Esto no ha impedido que, en la campaña de 2021, se alcanzasen hitos como las 642 hectáreas de cultivo, convirtiéndose en la comunidad líder a nivel nacional. En 2022 y 2023, sin embargo, sí se ha observado un ligero descenso en la superficie destinada a soja, al igual que en otros cultivos de verano, por la sequía y las bajas reservas hídricas para afrontar las campañas de riego.

Pese a ello, la soja sigue siendo una producción que en Aragón despierta interés y se abre paso porque es una garantía como segundo cultivo en los regadíos y su compra está garantizada por las compañías, sobre todo del sector de la alimentación para emplearla en las bebidas vegetales –elaboradas a partir de soja, avena o almendra-, que se consolidan en España. Su consumo ha registrado un aumento del 5,8% en 2023.

"Es una buena opción", afirma Ramón Acín, agricultor de Selgua, en Huesca, a elEconomista. "La producción mundial de soja bate récord este año mientras los cereales bajan. La soja es el mayor aporte que tenemos de proteína vegetal".

Y es una buena oportunidad por la demanda porque España es un país importador y la mayoría de la de soja importada viene como OMG (organismo modificado genéticamente), pero en el territorio nacional se cultiva esta leguminosa no modificada genéticamente. "Es una garantía para el consumidor porque es 100% seguro", añade. Además, con la nueva reestructuración de la PAC, "la soja entra perfecta. Al ser una leguminosa, no hay problema si tienes mucha porque fija nitrógeno".

La demanda de soja crece en España por el mayor consumo de bebidas vegetales.

Acín comenzó "tímidamente" con la soja como segundo cultivo, y en los últimos años, ha ido poniendo más de producción, alcanzado aproximadamente las 40 hectáreas. "Con esta cantidad, va bien porque se trata de controlar bien el cultivo. Es un producto de calidad. Se pone entre el 15 de junio y el 15 de julio. Es el último cultivo que se hace".

Además, la soja tiene la ventaja de que es un cultivo con menor gasto en comparación con otros por tener que utilizar menos fertilizantes al no tener que aportar nitrógeno porque lo produce directamente la planta. "Es diferente a los guisantes o las habas". No es el único punto a valorar. Es un cultivo que responde a la perfección a la agricultura de precisión, aparte de reaccionar muy bien a la dosificación por zonas y a los sistemas de aplicación con drones.

Compañías como Pascual compran la soja nacional para evitar que leguminosas modificadas genéticamente y dar garantías de calidad y seguridad al consumidor

También se resuelven con rapidez problemas que puedan aparecer en el campo, especialmente los relacionados con los herbicidas que son diferentes a los de, por ejemplo, el maíz; la aparición de gusanos o lepidópteros –que "se ponen de hoy para mañana"-, y el pH alto de la tierra en el Valle del Ebro, ya que la soja prefiere los pH ácidos por lo que se debe recurrir a bioestimulantes para solventar esta cuestión.

Este agricultor tiene además la producción comprada. "Haces contrato con la empresa –en este caso Pascual-, se retira la cosecha y se percibe un plus de calidad de producto de aproximadamente un 15% sobre el precio de la soja. Hay garantías de cobro". Además, la empresa envía la semilla y "no te la cobran hasta que no llega".

Del campo al mercado

Empresas como Pascual compran soja a productores españoles. En concreto, en la comunidad aragonesa trabajan con 35 agricultores, 450 hectáreas de cultivo y unas 1.500 toneladas de producción. A nivel nacional, trabajan con 230 agricultores de autonomías como Extremadura, Galicia, Castilla y León, Navarra y Cataluña, además de Aragón.

"Empezamos hace más de 20 años a cultivar la soja, que era inexistente para lograr dar un producto de soja 100% nacional, libre de OMG y de calidad. Se tiene toda la traza desde que se siembra y se dan garantías al agricultor. Hacemos un seguimiento codo con codo con el productor todas las semanas. Se tiene un producto muy mimado", afirma David Ruiz, responsable de cultivos de soja de Pascual, a elEconomista

Para conseguir los parámetros altos de calidad, también se realizan ensayos en comunidades autónomas como Aragón para conocer las variedades que más proteína tienen y mejor se adaptan a la zona. Además, se valoran las propiedades organolépticas porque "elaboramos una bebida". La trazabilidad de la soja está garantizada con el certificado de AENOR. "Hacemos un control exhaustivo porque se visita la parcela cada 7 o 10 días. Y, entre visita y visita, si el agricultor detecta alguna anomalía o alerta, se contacta" directamente.

La trazabilidad de la soja en estos cultivos para Pascual está avalada por la certificación de AENOR.

En cada campaña de soja, en la que se emplea semilla española, se visita al principio, de cara a su planificación, a la cartera de agricultores. "El 90% repite". Además, en estos casos, funciona "el boca a boca" entre productores. En los últimos años, "está llamando más gente porque hay más demanda, Europa es deficitaria en proteína vegetal", incide el responsable de Pascual. De este modo, se trata también de apostar por la calidad y de evitar la dependencia de terceros países.

Esta colaboración con los agricultores permite a su vez dar apoyo al medio rural para un cultivo, aparte de contribuir a un "medioambiente más saludable por la menor huella de carbono frente a las importaciones de productos", señala David Ruiz. La contribución va más allá porque "es un cultivo que requiere insumos bajos".

Es una forma de aportar a la economía local ante la demanda de las bebidas vegetales, que sigue creciendo en los últimos años por la entrada de nuevos consumidores y su consumo en otros momentos diferentes al desayuno como es el caso de las comidas principales o entre horas.

Es un mercado del que sobre todo tiran los flexilactianos, es decir, personas que toman leche y bebidas vegetales y buscan complementar su dieta con alternativas lácteas de origen vegetal, pero con la funcionalidad de la leche en cuanto a sabor, textura y aporte nutritivo, entre otros parámetros.