Política
Turno para las defensas del procés: el equilibrio entre la paz y los muros humanos
elEconomista.es
Con la llegada de los testigos de las defensas, el juicio del "procés" ha protagonizado un giro de 180 grados donde la supuesta violencia y hostilidad del otoño de 2017 se ha convertido en cánticos y pacifismo, pero con "murallas humanas" que intentaban impedir entrelazados el "secuestro de las urnas".
Una afirmación aparentemente inocua que verbalizó el exdiputado de la CUP David Fernández y que la Abogacía del Estado trató de aprovechar en su intento de corroborar que, si bien no hubo violencia, sí que hubo fuerza para impedir cumplir una orden judicial y apuntalar así la sedición contra la cúpula del "procés".
"Si me dice fuerza, hombre, había fortaleza. Nosotros siempre hablamos de fortaleza, es el poder de reunión de la gente lo que impide el secuestro de las urnas", dijo un Fernández bregado en protestas, que declinó haber utilizado en sí la "fuerza" y asemejó esa "resistencia pasiva" a las concentraciones por desahucios.
Acostumbrados a que decenas de policías escenificasen el escenario del 1-O con la presencia de muros humanos contra las fuerzas de seguridad, llamó la atención que el propio Fernández, el más prolijo en su declaración, describiese la actuación de los votantes con una expresión usada siempre aparentemente en favor de las acusaciones.
Lo que hizo Fernández en su testifical fue impartir un curso intensivo ante la Sala de cómo fueron esos "centenares de talleres" sobre técnicas de resistencia pasiva de la plataforma En peu de pau (En pie de paz), cuya existencia ya adelantaron en sus declaraciones los máximos responsables de la Guardia Civil y la Policía.
Sin percatarse de ello, el dirigente cupero coincidió en dos puntos clave con los relatos policiales de los que tanto discrepa, cuando legitimó las "murallas" humanas en los colegios, porque, enorgullecido por ello, él mismo impartió dos de esos talleres; y también por la organización a la hora de recibir a los agentes en los locales, lo que él denominó "estrategia de planificación", para ejecutar los ejercicios prácticos que incluían aquellos cursos.
"Nivel de autoconteción", "entrelazarse" o "cómo protegerse en movilizaciones" son parte del decálogo de los talleres que recorrieron media Cataluña, CDR incluidos, para preparar a la gente a desobedecer masivamente al ordenamiento jurídico, otro aspecto del que sacó pecho ante el tribunal.
De manera que su apuesta firme por demostrar la no violencia, puede abrir la puerta a testimonios de esta índole de la sedición, justo cuando el cambio de tercio en la prueba testifical adentra a las defensas en la tarea de conducir los interrogatorios y marcar el paso a las acusaciones para repreguntar.
Porque, más allá de dibujar el escenario "blando" del "procés", los letrados, confiados en que la rebelión no tiene carga probatoria suficiente, afrontarán ahora la sedición, un escalón menos lesivo procesalmente que el anterior pero con largas penas de prisión. Aferrados a los mantras del pacifismo y la no violencia, aparecerá un nuevo actor, la fuerza, el equivalente en la sedición a la violencia que se exige para la rebelión.
Y eso, desde las tesis de las defensas, es lo que está en juego el 20-S y el 1-O. Dejar claro que no se ejerció fuerza alguna, que todo fue producto de una resignación ciudadana esporádica y espontánea, porque la otra variable a descomponer es el carácter organizativo de esas acciones, que está detrás del alzamiento público y tumultuario de la sedición.
Un complicado escenario jurídico en el que bailan la Fiscalía y la Abogacía del Estado y que se encuentra en las antípodas del relato pacífico que intentaron colar los testigos de las defensas.
Jornadas, las del 20-S y el 1-O, "100 % pacíficas", en las que reinaba un ambiente de festividad y tranquilidad, con "comidas populares" y cánticos y, en el caso de que hubiera algún incidente, sería "puntual y metonímico" en un "contexto de excepcionalidad".
Ni rastro del odio de los votantes, la "rabia descontrolada" o las agresiones de las que dieron cuenta una extensa lista de agentes en sus largos e intensos interrogatorios, que ya han quedado atrás.
El juicio se abre paso hacia una etapa mucho más apacible, la de la "desobediencia civil" y la resistencia estoicamente pacífica.
Y no solo en el 1-O, también en el 20-S. Frente al relato de "ansiedad y miedo" de la secretaria judicial que tuvo que salir por un teatro colindante a la Conselleria de Economía, la percepción de los testigos de Junqueras fue que las cosas en el interior del edificio "fluían con normalidad" y fuera el ambiente era "lúdico" donde se repartían claveles. Solo les faltó citar el Virolai.
Dos visiones radicalmente opuestas que no darán tregua a un tribunal que, después de toda una ristra de testigos de unos y otros, tendrá que encontrar el término medio, aunque con más de 200 testigos a la vista, todavía falta un trecho para eso.
El relato de paz de las defensas solo acaba de empezar.