El CIS incordia el verano a Moncloa y da la llave al PNV
- Los votantes, saturados de los inagotables casos de corrupción
- En los chiringuitos se comenta antes la chulería de Ronaldo
- Claro que Rajoy tiene mucho aguante y es un superviviente
Carmen Obregón
El último barómetro del CIS ha venido a dar un revolcón a la política española. ¡Menos mal que ha sido en agosto!, pensarán los damnificados. Los votantes están saturados de los inagotables casos de corrupción. Las mejoras económicas apenas trascienden. Las medidas de la regeneración no llegan al conocimiento del común de los mortales. Otro problema de comunicación. En las terrazas de Madrid, en sus avenidas, apenas se charla del descenso del paro o del buen dato del crecimiento económico español que podría hacernos salir este año del procedimiento de déficit. España chismorrea de otras cosas, ni siquiera el tema catalán, por hastío, es conversación recurrente de los grupos de amigos que se encuentran en las piscinas, en las playas o en la puerta de la calle donde uno toma el fresco. En los chiringuitos de la costa se comentan antes las barbaridades del delirante Maduro, la chulería de Ronaldo o las antifantasías sexuales de la modelo Alba Carrillo.
Y mientras pasa la canícula, la corrupción horada. A estas alturas ya no hay quien crea que esta patología política no contabiliza y no pasa factura. Más al contrario, se ha convertido en principal arma arrojadiza. Aúna posiciones, aglutina bloques y deja huérfanos a quienes de manera integral les toca la sombra de la corrupción. El votante quiere regeneración, y por ello entiende cambio de caras.
Eso explicaría el crecimiento del 'reaparecido' Sánchez en el último sondeo del CIS, acortando seis puntos la distancia con Rajoy. Eso, porque de otro modo, resulta difícil digerir que, sin perder votos Podemos, y perdiendo el Partido Popular y Ciudadanos, la intención en las urnas se vire hacía el nuevo Partido Socialista con el monotema ideológico de la plurinacionalidad.
¡Ay!, ningún enemigo es débil. Y eso lo debería saber Rajoy, quien en dos ocasiones tuvo frente a él a Zapatero al que algunos, peyorativamente, y sin conocer el colmillo que se gastaba, llamaban Bambi. Así pues, con 'cocina' o sin ella, además del tormento catalán, los populares apechugan ahora con un CIS incómodo del que puede sacar tajada el Partido Nacionalista Vasco, la auténtica llave de la agitada legislatura.
En esta ocasión, se presupone que los peneuvistas se han quedado colmados con los Presupuestos de 2017, y que por eso han dado el visto bueno al techo de gasto de 2018. Pero en política, ni siquiera la 'betecara' (empacho en euskera) económica es motivo de tranquilidad. Aunque no conste en ningún acta, en ningún documento, estos días, los vascos no se han quitado de la boca las transferencia de prisiones y la de la Tesorería de la Seguridad Social. Recientemente, Urkullu ha pedido una relectura del modelo autonómico que reconozca las singularidades. En fin, hay muchas maneras de decirlo, justo cuando Sánchez también reivindica cambios en la Constitución y para más inri de algunos, el CIS empieza a bascular. Claro que Rajoy tiene mucho aguante y es un superviviente. Ayer, por segunda vez en pocos días, y con lumbalgia, dijo que se siente bien y se ve con fuerzas.