Rajoy se va esperando que el 'farol' del referéndum independentista no llegue al 1-O
- El presidente cierra el curso político con mejor panorama del esperado
Carmen Obregón
El presidente del Gobierno ha cerrado el curso político con los datos soñados por el mejor estadista. Aumento de la recaudación, crecimiento de empleo, bajada del paro, turismo en su máximo esplendor, las exportaciones dando inmejorables noticias al PIB, la prima de riesgo por debajo de los cien puntos, y su paso por la Audiencia Nacional amortizado.
Habiendo dejado los Presupuestos Generales de 2017 aprobados, el techo de gasto de 2018 en iguales condiciones, y acercándose a otro gran pacto para las cuentas del Estado de 2018, el jefe del Ejecutivo puede sentirse satisfecho.
¿Quién le iba a decir a Mariano Rajoy que con 137 escaños, un parlamento alérgico a su persona, y Pedro Sánchez campando por los alrededores del Congreso, y viajando con su nueva mochila como si fuera un Gobierno en la sombra, podría concluir este curso político con holgura, a excepción del grave problema que se recuece en Cataluña?
La obligación de declarar ante un tribunal por el caso Gürtel, aunque fuera en calidad de testigo, ha sido sin duda uno de los capítulos más frustrantes del año. Casi equiparable a la alegría que tuvo que provocarle reunirse con el secretario general del PSOE en Moncloa para observar la solución al desafío soberanista catalán.
Este miércoles, ante la Audiencia, Rajoy sacó su flema gallega. No lo hizo como en otras ocasiones. Mezcló timidez con arrojo intentando encontrar la postura, el acomodo dialéctico. Aunque detrás estaba el hombre contenido, el que demostró haberse estudiado todos los temas y cada una de sus aristas para no meter la pata.
Mantuvo la respiración, trató de controlar el movimiento de sus manos, y tras sus gafas observó a la desmadejada acusación popular, la que posiblemente y sin quererlo le abrió el camino para salir indemne de este entuerto. Ni siquiera sus incómodas explicaciones sobre los famosos sms de Bárcenas restaron fuerza a su declaración global.
Pasado el circo mediático, los abogados de la acusación popular confesaron que lo que ese día importaba es que Rajoy "hubiera venido" a la Audiencia para declarar ante el juez. Así debieron pensar multitud de medios, que en directo y a posteriori encontraron la mecha para seguir tirando del tema. Y así lo han aprovechado PSOE y Podemos, que no contentos con la actuación del presidente del Partido Popular frente a los magistrados, consideran que Rajoy tiene que pasar otra vez por el Congreso y dar más explicaciones sobre un asunto del que creen que pueden seguir sacando rédito.
Podría interpretarse como una pataleta de la mayoría de izquierdas. Pero lo cierto es que la decisión de Sánchez e Iglesias es un paso más en la labor de desgaste en la que están empecinados los dos líderes de la oposición como principal objeto de su acción política en esta legislatura.
Habrá qué ver hasta dónde llegan las cuentas de la pareja de dirigentes, y si en efecto la estrategia tiene razón de ser cuando, si cabe, el presidente, habrá de pasar por la comisión parlamentaria que investiga las finanzas de su partido a partir de este próximo otoño.
Parece que, hacer llamar a toda una Diputación Permanente en el Congreso, como en el caso de la declaración de la Audiencia, movilizar una cantidad ingente de policías y guardia civil para reforzar las medidas de seguridad que implica cualquier movimiento de un presidente del Gobierno, resultan esperpénticas, teniendo en cuenta los resultados, y aún teniendo más en cuenta la factura que siempre supone para los contribuyentes. Claro que, ese razonamiento no es político.
Ahora, Rajoy se va a Galicia con el descanso que le dan los números que empiezan a cuadrar -y que según De Guindos y Montoro nos podrían sacar este mismo año del procedimiento de déficit excesivo-, pero con la preocupación de problemas muy serios, algunos de índole extraordinario, y otros más domésticos.
Este verano, entre paseos, baños, lecturas y algún Ribeiro si entra dentro de la dieta, el presidente del Gobierno y todo su gabinete, estarán pendientes de Cataluña. La liebre puede saltar en cualquier momento. Claro que, aquí el Gobierno no se dejará llevar por la "rumorología" ni la provocación a la que tan abonados están los dirigentes nacionalistas catalanes, mientras los vascos, con menos alharacas, van avanzando en los puntos mollares que a ellos les interesan.