Política

Cifuentes cambia el guión a la estrategia judicial del Partido Popular

  • Adelantarse es una virtud poco frecuente en el hábitat político
  • El PP solo puede quemar esta etapa negra que deprime a sus dirigentes
Cristina Cifuentes da explicaciones a los medios de comunicación en el inicio de esta semana. Imagne: EFE

Carmen Obregón

Una de las cuestiones que más aprecian los votantes de los políticos es la valentía. En esta semana infausta para el Partido Popular, la presidenta de Madrid, Cristina Cifuentes, ha dado muestras evidentes de arrojo al afrontar de cara una metástasis en las entrañas de un Canal, que más que verter agua expulsa vómitos de fango.

Adelantarse a los acontecimientos es una virtud poco frecuente en el hábitat político. En este caso, como acontece a Rajoy y a Esperanza Aguirre, es mejor acercarse a la justicia y aclarar, antes que esperar sentado el envío de una carta para acudir a los tribunales y explicar el por qué de las cosas.

Que existía Caja B en el PP, ya nadie lo pone en tela de jucio. Puede que Correa lo adorne con pinceladas de venganza, y que a Bárcenas le queden incómodos flecos por destapar, pero que hubo una contabilidad aparte que se escapaba de la legalidad contable, eso ni se cuestiona.

Por eso sorprenden ciertas actitudes y la resistencia a abordar asuntos, que de haber sido atajados con valentía desde el primer día, hoy no reflotarían en la superficie y envolverían de hedor todo lo relativo a la conducta de una parte de la clase política española.

De sobra es conocido que los abogados que han reunido material contra Rajoy en el caso Gürtel son de clara tendencia socialista. Alguno de ellos tiene incluso relaciones familiares con aspirantes al Senado de la mano de Podemos.

Pero craso error es juzgar la llamada de la Justicia por quién ha sido la razón de la misma, cuando la decisión final solo depende de los jueces. Tampoco se entienden las críticas a los medios que se han anticipado a los acontecimientos y se han presentado los primeros al lugar de los hechos. La noticia no es el cómo. La sustancia es el qué.

La preocupación de Moncloa es razonable. La herida de la corrupción supura y no tiene fin. Por el momento, Rajoy se ha manifestado tranquilo. Comparece como testigo y declarará "con normalidad", ha dicho. No es mal principio. Sin embargo, para saldar el expediente Gürtel convendría que fuera más allá y emulara el inusual estilo de Cifuentes.

En el caso de Aguirre, la desesperanza le ha hecho su prisionera. Tiene motivos (púnicas, gürteles, canales...). A estas alturas no hay quien se trague que sus dos discípulos, su mano derecha y su mano izquierda -uno en la cárcel (Granados), y otro camino de ella (González)-, fueran hermanitos de la caridad con desinteresado afán de servicio público. Viendo lo visto, fue acertado que el expresidente no recalara en Caja Madrid.

Demasiada oscuridad, y demasiado alimento para el adversario político. Al PP no le queda otra que quemar esta etapa negra que deprime a sus propios dirigentes, entre los que empieza a cundir la amargura. Hoy, solo un gesto ejemplar puede ser estimulante.