Política
Luto en Ferraz: la suma de Podemos e IU puede 'aniquilar' a Sánchez
- El entendimiento entre PP y PSOE es materia reservada
Carmen Obregón
De celebrarse hoy elecciones generales, la Ley D'Hondt que rige nuestro sistema electoral podría deparar más de una sorpresa y más de un disgusto a quienes ven con buenos ojos un horizonte de retorno a las urnas.
La política, explica a elEconomista el consultor y experto en campañas José Luis Sanchís, "es como ir a un casino". "Cada partida es distinta. Da igual que siempre te hayan salido las negras. En la siguiente partida te pueden volver a salir". Así deben pensar estos días los sesudos asesores y demoscópicos analistas de los partidos políticos, escudriñando la mejor estrategia para obtener el resultado más óptimo en caso de elecciones generales.
Y así lo contempla la inteligencia de Podemos. Esta partida, la del 26J, no tiene nada que ver con la siguiente. De ésta ya conocen los resultados, "y no suma", se afana en remarcar Pablo Iglesias. De ahí el gran paso que se perfila: la suma de Podemos, confluencias e Izquierda Unida.
La cuestión es "cómo hacerlo". "Cómo no desbaratar sin demasiados problemas las listas anteriores de Podemos", apunta uno de sus dirigentes. "¿Cómo integrar a IU, con qué fórmula". "¿Listas cremallera, absorción total, fusión de siglas?". Eso es lo menos importante, explica la misma fuente. "Lo realmente reseñable es que Podemos dé el sorpasso al Partido Socialista y aniquile a Pedro Sánchez".
Las perspectivas no son malas para las intenciones que habitan en los cuarteles de Podemos y de Izquierda Unida. Es verdad que las encuestas hablan de peores resultados, de menos escaños y de una caída significativa. Sin embargo, las cábalas de las empresas consultoras son otras. Si hay unión, en número de votos, Podemos e IU podrían prácticamente empatar con el PSOE. Pero, en número de escaños, se podría producir el temido sorpasso. Los dos partidos rondarían los 85-90 diputados.
De ser así, el día que Pablo Iglesias pidió ser vicepresidente y ocupar los Ministerios más importantes podría resultar una quimera para la broma que supondrá enarbolar el liderazgo y la iniciativa de una izquierda que, unida al PSOE, rozaría la mayoría absoluta.
Hasta la fecha, todas las fórmulas políticas han sido nulas. Han partido de lo que en la Teoría de Juegos se entiende como un comportamiento irracional. PSOE y Ciudadanos no han conseguido salir del área de frustración. El entendimiento entre PP y PSOE es materia reservada. Rivera lo ha explicado este miércoles con bastante atino: "Es un problema personal entre Rajoy y Sánchez". Y en cuanto al binomio PSOE-Podemos, el asunto trasciende a una misión imposible, con premeditación y alevosía aparente.
Fuentes del partido liderado por Pablo Iglesias han revelado hasta qué punto en ningún momento quisieron un pacto serio con Pedro Sánchez. Incluso esperaban a recibir whatsapps de sus compañeros, mientras tenían lugar los primeros contactos, para leer en los mensajes ideas que pusieran patas arriba la estrategia de los socialistas y romper así la negociación. De ser cierto el relato, la anécdota tiene su miga.
En realidad, Podemos "nunca ha querido pactar con el PSOE de Pedro Sánchez". En Ferraz, empiezan a convencerse de ello. Tienden la mano, a la espera de una reacción de última hora, pero en el fondo saben que sus posibilidades son mínimas. Saben que el tiempo se agota y que la formación morada tiene otros objetivos. Albert Rivera anticipa la acción: Podemos busca "destrozar" a un partido en las urnas, y el PSOE -dando por hecho que es el sujeto a aniquilar- es "necesario para España".
Podemos está confiado en su arranque. No parte de favorito. Pero cree que no lo necesita. Se conforma con ser el segundo partido de España. Espera mucho de su maquinaria electoral. Ya ha programado una gran cita en la calle el 15 de mayo. Tiene razones para pensar que el PSOE debe estar "terriblemente de luto", mientras Rajoy sigue en la parra y trata de gestionar la indigestión que se le avecina con Rita Barberá, y los de Ciudadanos plantean la última solución que se esfuma: la de un Gobierno de gran coalición, pero con un presidente independiente.