Política
España, en manos de los barones socialistas
Víctor Arribas
La previsible marejada que todos parecían adivinar en el Comité Federal del PSOE que se celebra el sábado parece que puede quedar en poca cosa. Los barones socialistas van a autorizar a Pedro Sánchez para que negocie con Podemos la formación de un gobierno autodenominado progresista, con la condición de que Pablo Iglesias no hable ahora del derecho a decidir y pasando por alto sus exigencias en otras áreas, imposibles de aceptar por nuestros socios comunitarios.
Previsiblemente pasarán también por alto la humillación a que fue sometida la familia socialista entera en la comparecencia del líder radical la pasada semana, cuando diseñó a su antojo la composición del ejecutivo repartiendo ministerios y vicepresidencia y rentabilizando al máximo los 69 diputados que su formación, en compañía de otras, obtuvo en las pasadas elecciones. El quién es quién en la rebelión de los barones del PSOE.
De nada servirán, si esto se cumple, las advertencias de dirigentes socialistas históricos encabezados por Felipe González, que ha pedido a Sánchez que descarte el entendimiento con una formación política que busca la liquidación de nuestro actual sistema de convivencia, y que además le hará la vida imposible cada día que compartan juntos un gobierno de conveniencia. Todo parece ya diseñado para que el PSOE vuelva a aprovechar la oportunidad que le ha dado el destino para llegar al poder, esta vez con el peor resultado electoral cosechado nunca y haciendo efectivos sus 90 diputados. Daría así la espalda a la opción que más interesa a sus siglas, aunque menos a su secretario general: que gobierne el PP en una legislatura ingobernable y se queme en una pira para, a la vuelta de dos años, presentarse como el socialismo sólido, renovado y diligente que puede sacar una vez más a España del atolladero.
Felipe ha dicho esta semana alguna cosa más que ha pasado interesadamente desapercibida. El ex presidente es uno de los pocos españoles que no ha entendido en los resultados del 20-D una victoria de las fuerzas de izquierda sobre el PP. Es más, defiende que no hay una mayoría progresista en el Congreso porque Podemos no es un partido progresista sino liquidacionista, y no se le puede alinear por tanto en el mismo sector ideológico que al PSOE. Y además ha añadido que la política de gobernar derogando todo lo anterior es un gran error de políticos revanchistas. Dos análisis finos y atinados que no han encontrado aludidos en el seno del partido en el que milita.
El máximo organismo entre congresos de los socialistas va a maquillar su previsible decisión presentando ante la sociedad una posición inflexible ante los independentistas, de los que no querrán ni siquiera la abstención, cosa que en caso de producirse es de difícil rechazo. A cambio autorizarán a Sánchez a explorar con todas las fuerzas posibles un acuerdo con Ciudadanos para que, vía apoyo o vía abstención, garanticen su investidura. El problema radica en el pequeño detalle de que Rivera ya ha dejado clara su posición de no validar ninguna opción que incluya a Iglesias y sus huestes, y habrá que creer en su firmeza igual que creemos en la del líder socialista cuando rechaza apoyar a Rajoy.
La otra marejada interna es la que empieza a moverse en el PP, que sólo ve ya dos opciones posibles para su futuro: o quedar en la oposición (la que más les conviene como partido, aunque no lo crean) o preparase para nuevas elecciones. Los populares aciertan al defender que Rajoy es el único para afrontar una posible investidura en esta legislatura recién constituida. Pero se equivocarán de forma flagrante si mantienen el mismo cartel en una hipotética repetición de elecciones.