Política

La cabeza de Rajoy

    <i>Imagen: EFE</i>

    Carmelo Encinas

    Vuelta a empezar. El miércoles Felipe VI volverá a citar uno por uno en la Zarzuela a los portavoces del parlamento para determinar a quién encarga formar gobierno. Puedo imaginar que la conversación con la mayoría de ellos no pasará de comentar con cierta sorna la insólita situación creada el fin de semana y escuchar de su boca si hay algo nuevo que se pueda hacer.

    Lo acontecido el viernes 22 de enero pasará a la historia como una de las jornadas más delirantes de la política contemporánea. Hasta ese día creíamos asistir a un plan estándar más o menos trazado que incluía una oferta de Mariano Rajoy por intentar su investidura y la posterior de Pedro Sánchez si el primero no lo lograba. Era más que improbable que ninguno de ellos consiguiera reunir apoyos, Rajoy por la aritmética y Sánchez por las líneas rojas .

    Y en eso llegó Pablo Iglesias. El líder de Podemos va y le cuenta al Rey, como quien cuenta a un amiguete que se va a vivir con su chica, que ha decidido gobernar con Sánchez, designarle presidente del gobierno, autonombrase vicepresidente y colocar a cuatro de los suyos en otros tantos ministerios. Uno de ellos el plurinacional de las Españas. Imagino la cuadratura de los ojos del Jefe del Estado ante el desparpajo con que 'coleta morada' se montaba un gobierno de coalición en un pis pas, pero sobre todo imagino la cara de Pedro Sánchez.

    La propuesta de Iglesias, con la pretendida apariencia de disposición al diálogo, constituía un misil dirigido a la línea de flotación del PSOE. Toda una provocación para indignar a los sectores mas críticos del socialismo con su secretario general y poner a Sánchez en la tesitura de elegir entre enfrentarse a ellos, aceptándoles como compañeros de viaje, o asumir la culpa de no forjar un pacto de izquierdas. Es decir, partir el espinazo de los socialistas. De una forma u otra Iglesias siempre ganaba de ahí que se permitiera el lujo de presentar su oferta como un regalito que le hacía al líder del PSOE, "sonrisa del destino" lo llamó.

    Nada sin embargo le sonrió esa tarde aciaga a Pedro Sánchez y no solo porque se desatara el efecto deseado por su 'vicepresidente in pectore' al oírse las primeras cóleras de sus barones, sino porque también Rajoy le cambió el paso.

    La decisión del candidato popular de declinar su oferta de intentar su investidura metía una presión a su caldera difícil de soportar. No solo no se freiría en una primera sesión de investidura sino que le restaba tiempo a Sánchez para pergeñar la suya. El resultado fueron dos días de desconcierto general con la única excepción del reactivo inicial Pablo Iglesias quien no pareció muy pendiente del teléfono. Tuvo Sánchez que emitir un tuit el domingo haciendo notar que no lograba comunicar con él para conseguir línea por la tarde y establecer contacto.

    Pedro le dijo a Pablo que esas no eran formas, lo que para Iglesias es casi un piropo. Lo que importa es saber si hay algo más que tactismo en los movimientos de uno y otro. Si Sánchez tiene la intención real de entenderse con Podemos, y todos los que van detrás, y si Iglesias está en disposición de hacer digeribles sus propuestas al PSOE.

    De momento sigue pareciendo un teatrillo. Cada cual se mueve en la escena sin terminar de revelar su disposición final. No terminan de resultar creíbles los movimientos de Iglesias y Sánchez en el tablero pero tampoco los de las otras piezas. Ni siquiera los de Ciudadanos que de momento mantienen intacto el brillo de su medalla por mediar en la mesa del congreso. Cuando su vicesecretario general José Manuel Villegas dijo el domingo que no votarían a favor de Sáchez ni de Rajoy deslizó que sí podrían facilitar alguna forma de gobierno.

    Y cuando Mariano Rajoy dijo el viernes que renunciaba a someterse a la investidura pero que mantenía su candidatura, lo que en realidad estaba anunciando es que su cabeza tendría un precio. En el PP empiezan a ser mayoría los que ven a Rajoy fuera de la jugada y contemplan su renuncia como moneda de cambio.

    De fracasar el pacto de izquierdas, como confían, se barajan varias alternativas posibles antes de convocar elecciones. En unas gobierna el PSOE, en otras el PP, y hasta se habla de que presida Rivera. Casi ninguna cuenta ya con la cabeza de Rajoy.