Política
Los deseos y la realidad
Carmelo Encinas
El ser humano tiene una tendencia natural a confundir los deseos con la realidad. En política esa tendencia suele ser más pronunciada. En vísperas de las pasadas elecciones del 20D coincidí en un par de ocasiones con el entonces candidato de UPD Andres Herzog. Percibí que su optimismo, manifestado en cada intervención pública a pesar de los pésimos augurios de las encuestas, no era impostado.
Herzog creía realmente lo que decía. La semana pasada, el líder de Unión Progreso y Democracia dimitía como líder del partido cuatro semanas después de que su formación se desplomara hasta el 0,6% de los votos emitidos abocándola a la desaparición.
Ahora que las distintas fuerzas parlamentarias elucubran sobre la salida que puede haber, ante el complejo tablero que dejaron los comicios, se observa de nuevo esa tendencia a confundir deseos con expectativas reales. Ocurre en el PSOE donde algunos de sus representantes y consejeros ya acarician la posibilidad de repetir las elecciones en primavera desde la convicción de que las urnas arrojarían un resultado mejor para su marca.
La teoría que lo sustenta es que una parte del electorado socialista tradicional, que se dejó seducir por los cantos de sirena de Podemos, volverá al PSOE al haber constatado su insolvencia, la falta de compromiso con la gobernabilidad del país y con la unidad de España.
Tal vez así fuera de producirse una cadena de acontecimientos que le dieran relevancia a esos elementos pero, al día de hoy, no hay un solo estudio sociológico que proyecte tal pronóstico. Más bien lo contrario. La demostrada capacidad de los podemitas de llevar la iniciativa y atraer la atención mediática, sobradamente exhibida en la sesión inaugural del Congreso, les augura a priori un mejor resultado que no tendría que alcanzar niveles espectaculares para sobrepasar al PSOE.
Quienes desde el socialismo ven la ventaja a esa segunda vuelta alientan además su convicción en la creencia de que un nuevo candidato mejoraría sus expectativas. Un supuesto que en la actual tesitura está poco fundamentado.
El nuevo candidato, además de carecer del tiempo necesario para promocionar su opción, habría salido de un proceso de enfrentamiento interno con el líder actual, con la consiguiente y poco favorecedora escenificación pública de lucha intestina.
Aunque las circunstancias son distintas también en el Partido Popular empieza a haber defensores de repetir comicios. Y no tanto desde la creencia de que no hay otra salida posible como de que una nueva votación en primavera les pintaría mucho mejor.
Es verdad que entre los expertos y analistas hay coincidencia en que el PP obtendría una cierta mejora pero igualmente coinciden en que el avance sería de carácter menor. Nunca, en cualquier caso, lo suficiente para sumar con Ciudadanos la mayoría suficiente para gobernar.
¿Dónde estaría pues la ganancia? Asistiríamos a un escenario muy similar con la diferencia de que ya no estaría el PSOE como formación hegemónica de la izquierda sino un fortalecido Podemos con aspiraciones de tocar poder. Es decir un tablero más polarizado y complicado de manejar. Tal perspectiva ya no es sólo el fruto de un análisis objetivo y racional sino que lo empiezan a corroborar los sondeos de opinión.
No se entiende por tanto que desde algunos sectores empresariales y del Ibex 35 apuesten también por la convocatoria de nuevas elecciones. Quienes propugnan el lanzar otra vez la moneda al aire en el convencimiento de que el resultado será más proclive a la estabilidad lo hacen desde una visión puramente ilusoria.
Desde Europa ya han emitido señales de aviso en favor de la gobernabilidad , como antes lo hicieron los inversores y hasta el Papa Francisco se ha pronunciado en ese sentido . Las encuestas en esto son contundentes, la gente quiere acuerdos. España necesita un gobierno y lo necesita rápido. Y quienes confundan deseos con realidad, además de errar, muestran que su prioridad no es el interés del país. Y eso electoralmente también se paga.